La “vida ejemplar” en la cárcel y el prontuario de robos y drogas de Nicolás Pachelo, el eterno sospechoso que será juzgado por el crimen de María Marta

Detenido en la Unidad N°23 de Florencio Varela que fue escenario de un brutal motín este año, el vecino del country se negó a participar del documental de Netflix que relata la historia del caso. Buenos vínculos tumberos, la condena en su contra por vender pastillas en una bizarra fiesta electrónica y su fe de que pronto saldrá

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Pachelo en su última detención.
Pachelo en su última detención. Hoy espera ser enjuiciado en dos causas.

Nicolás Roberto Pachelo se negó a participar de Carmel, el documental que recientemente estrenó Netflix. “Hizo bien”, dice alguien en su círculo íntimo: “En ese documental lo iban a hacer mierda”.

La decisión no sorprende. Pachelo siempre fue receloso de su cara y de su silencio. Tenía trucos de hermetismo para esquivar a los fotógrafos que solían hacerle guardia en su viejo departamento de la Avenida del Libertador cuando era un hombre libre, algunas tácticas de guerra: los esquivaba con un casco de moto puesto en la cabeza o directamente les arrojaba un balde de pintura.

Hoy, Pachelo no tiene adónde ir, literalmente. Se encuentra preso en la Unidad N°23 de Varela, a la espera de ser enjuiciado en dos procesos distintos, por acusaciones sumamente graves. En algún momento del año próximo, Pachelo, con 44 años de edad, deberá comparecer ante el Tribunal Oral N°4 de San Isidro para responder por la acusación que lo rozó durante más de 18 años sin siquiera tocarlo: ser el asesino de su ex vecina en el country Carmel de Pilar, la socióloga María Marta García Belsunce, muerta el 27 de octubre de 2002 de seis tiros en la cabeza, semisumergida en una bañera.

Pachelo jamás fue imputado por el investigador original del caso, el fiscal Diego Molina Pico, que lo había citado como testigo en lo que fue una de las mayores controversias del caso. Pachelo presentó dos planteos para no declarar en el juicio a cargo del Tribunal Oral Criminal N° 6 de San Isidro que condenó en 2007 al viudo de García Belsunce, Carlos Carrascosa, luego absuelto.

Los fiscales María Inés Domínguez y Andrés Quintana, designados en Pilar a fines del 2016 para revisar el crimen del country, pidieron la declaración indagatoria de Pachelo y de su mujer, Inés Dávalos. La imputación en contra del ex vecino de García Belsunce fue por los delitos de robo agravado por el uso de armas en concurso real con homicidio criminis causa, también agravado por el uso de armas, es decir, robar y matar para tapar el robo. “Hay motivos suficientes para sospechar. Estaba en el lugar preciso a minutos de la muerte, se cree que había robado antes en la zona”, apuntó Domínguez a Infobae en 2017. Se tomaron más de 30 testimonios, socios del Carmel que no habían sido citados en la causa original de Molina Pico y muchos otros que ya habían declarado como Nora Taylor y Sergio Binello, “pero que no se les preguntó específicamente y en profundidad”, según Domínguez.

Detenido en la Unidad N°23 de Florencio Varela que fue escenario de un brutal motín este año, el vecino del country se negó a participar del nuevo documental de Netflix que relata la historia del caso. Buenos vínculos tumberos, la condena en su contra por vender pastillas en una bizarra fiesta electrónica y su fe de que pronto saldrá

No hay, por lo pronto, ninguna evidencia física, surgida de una pericia forense: las testimoniales impulsan la nueva imputación. ¿Qué robó Pachelo, de acuerdo a los cálculos de la Justicia? “Un cofre que pertenecía a la asociación benéfica Damas del Pilar, de la cual era parte María Marta, que contenía efectivo, tres chequeras y las llaves de la caja de seguridad de un banco. Desapareció el día de la muerte sin ningún rastro. Ahí se guardaba dinero para organizar un evento a beneficio, María Marta se encargaba de la tesorería”, dijo la fiscal Domínguez: “Hay motivos para sospechar que Pachelo sabía de la caja”, continuó la fiscal. Si es que efectivamente Pachelo le robó a García Belsunce y luego la mató, entonces le robó y la mató por nada: había poco más de mil pesos en su interior.

Pachelo no está solo en esta acusación, la cual negó rotundamente al ser indagado. También serán juzgados dos ex vigiladores privados de Carmel: Norberto Glennon y José Ramón Alejandro Ortiz, no como partícipes secundarios, sino como coautores, con la misma imputación de Pachelo, el jugador de poker. Inés Dávalos fue sobreseída.

El inicio del juicio, con testigos como Horacio García Belsunce y John Hurtig, hermanos de María Marta, se esperaba a comienzos de agosto de este año en el TOC N°4. Sin embargo, fuentes judiciales del caso indican que la pandemia lo volvió “imposible”. Realizarlo en forma virtual no es una opción dada la complejidad de las audiencias: el proceso todavía no tiene fecha definida.

De todas formas, la Justicia no pidió la detención de Pachelo por el crimen de María Marta, sino por otra cosa.

Otros tiempos: Pachelo en un
Otros tiempos: Pachelo en un torneo de poker.

El mismo tribunal de San Isidro también deberá juzgarlo por una serie de robos, ocho hechos en total según información de Télam, cometidos entre 2017 y 2018 en countries como Nordelta, Abril de Hudson en Berazategui, principalmente Tortugas en Pilar, en una causa también instruida entre otros por el fiscal Quintana. Un golfista y un caddy fueron acusados de ser sus cómplices, para supuestamente entrar a los countries con identidades falsas y cometer sus presuntos escruches, con un raid caliente en el Jueves Santo de la Semana Santa de 2018, más de seis horas de casas desvalijadas en Tortugas, el principal blanco. Entre las víctimas de esos robos -todos en ausencia de moradores-, hay un banquero, un empresario gastronómico y hasta la hermana de un ex intendente de Pilar. De sus casas se llevaron 32.000 euros, entre 1.600 y 2.000 dólares, 9.000 pesos, tres lingotes de oro, una pistola Glock, joyas y relojes.

Hay pruebas: una cámara de seguridad tomó su huida, caja de seguridad y barreta en mano, otras lo filmaron merodeando cerca de las casas robadas. Su defensa, en cambio, cree que Pachelo saldrá de la cárcel más temprano que tarde, que el juicio por el crimen de María Marta quedará en nada porque no hay nada para vincularlo y que el tiempo cumplido bajo prisión preventiva juega a su favor en el cálculo.

No son sus únicas causas tampoco. Entre el crimen de María Marta y su llegada a prisión, Pachelo fue acusado de los delitos de hurto, defraudación por estelionato: el expediente recayó en el Juzgado de Instrucción Nº4. Pachelo ya había sido denunciado por estelionato un año antes, un expediente que también fue recibido por el Juzgado Nº4: ambos casos fueron elevados a juicio, con el Tribunal Oral Criminal Nº15 a cargo del proceso. El Tribunal, por su parte, denunció a Pachelo en Comodoro Py a mediados de 2006, con un empresario listado como co-denunciante. La calificación: “delito de acción pública”. La denuncia recayó en el Juzgado Nº6 de Rodolfo Canicoba Corral, que la archivó poco después.

La Justicia penal de San Isidro también registró el paso de Pachelo, antes y después del crimen del Carmel. La primera causa data del 21 de noviembre de 2000, UFI Nº11 de la jurisdicción: tentativa de hurto. El 30 de septiembre de 2004, fue acusado de encubrimiento y hurto, la UFI Nº2 fue la encargada de tramitarla esta vez.

En 2010 y 2011, Pachelo no fue acusado de robar y mentir, sino de cosas peores. Su ex mujer fue quien lo denunció de acuerdo a datos de la Justicia porteña. Los delitos: amenazas y coacción, con causas en los juzgados porteños números 36 y 34. Tuvo otra denuncia en su contra un año después, en 2012, nuevamente en el Juzgado Nº36: falsificación de documento y estafa.

Cerca de Pachelo dicen que todas estas viejas causas terminaron en nada. Sin embargo, otro expediente que detalló uno de los episodios más curiosos de su vida le valió una condena de dos años confirmada a fines de septiembre por la Sala III de la Cámara Federal por el delito de vender pastillas en la fiesta electrónica de Javier Florio Lenartowicz, un extravagante fisicoculturista que organizaba afters en quintas de General Rodríguez. Las fiestas llevaban su apellido, “Florio Fest”, con pileta y mujeres en bikini. Pachelo fue encontrado por un detective de la división Precursores Químicos de la Federal que le tendió una trampa. Le encontraron 111 pastillas de éxtasis.

En la cárcel, mientras tanto Pachelo dice estar tranquilo, no suena alarmado cuando su gente lo llama.

Vintage: Pachelo tras el crimen,
Vintage: Pachelo tras el crimen, a comienzos de la década pasada.

Un veterano del hampa que acumula condenas preso en una cárcel de Florencio Varela explica la lógica: “A un tipo así, de guita, no se lo faja en la cárcel. La estrategia es otra: los otros presos lo tienen cagando para sacarle guita a su familia”. Sin embargo, Pachelo, encerrado en un pabellón de buena conducta, no se lleva mal con los otros detenidos, con los que tiene un buen diálogo. Tampoco salió con faca y manta a destruir todo a su paso en los brutales motines de abril de este año que arrasaron con la Unidad N°23, con sectores enteros que se alzaron contra el SPB luego de que un audio de un supuesto médico de la cárcel que aseguraba que todos los presos eventualmente se contagiarían de coronavirus se viralizara entre los teléfonos.

El motín terminó con un preso muerto, baleado según acusaciones de la Justicia por una posta de plomo disparada por un penitenciario. Los presos mismos filmaron la revuelta, la más violenta en una cárcel argentina en los últimos años, con escenas dantescas por WhatsApp.

Los presos lo respetan. Las autoridades también. Lo consideran un detenido ejemplar. “Todo lo que tiene para estudiar lo estudia, todos los cursos los hace, en serio, tiene conducta ejemplar, buena relación con el personal. No tiene riñas, no tiene sanciones. No te digo que está para firmarle la confianza para salidas laborales, pero el tipo se porta bárbaro", asegura un penitenciario que conoce su encierro.

Entre cursos, Pachelo ejercita con pesas, se mantiene en forma. Tiene una novia. Espera también el regreso de las visitas a las cárceles tras nueve meses de rejas cerradas. No habla con léxico tumbero ni tiene las clásicas mañas del preso, la cárcel bonaerense no lo hizo irascible, díscolo. Quizás los cálculos en su cabeza no estén en una celda.

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