A comienzos de la semana pasada, un control de Gendarmería sobre el kilómetro 785 de la la Ruta Nacional 14 a cargo del comando de la estación San José en Misiones, frenó un camión con semiremolque de un expreso de transporte de encomiendas, con dirección al sur.
Así, los gendarmes comenzaron a revisar la carga: se sorprendieron particularmente con un equipo completo de poleas y bancos para gimnasio, siete piezas, con una torre multifunción, un banco plano y uno inclinado para trabajar pectorales que había sido despachado desde Posadas hasta Villa Mercedes en San Luis. Las soldaduras eran recientes, el olor a pintura era marcado. Pesaron los equipos: su peso no coincidía con la estructura.
Así, convocaron a un equipo de perros entrenados: el can Boni respondió con su nariz de manera positiva. Entonces, los gendarmes se comunicaron con el Juzgado Federal de Posadas a cargo de la magistrada Verónica Skanata que ordenaron mediante un oficio librado la apertura de los equipos. Entonces, con una amoladora, los gendarmes comenzaron a trabajar: encontraron 20 kilos de marihuana prensada de origen paraguayo, con su clásico olor entre vegetal descompuesto y orina, valuado por la fuerza en un precio callejero de 2,8 millones de pesos. La pieza de 25 gramos de esa misma marihuana en los deliveries porteños hoy llega a los 2 mil pesos disimulada en entregas de comida o en pasamanos en taxis, una tasa inflacionaria notable con respecto a los 500 pesos que costaba cuatro años atrás.
El hallazgo es una rareza por su formato: este nivel de ingeniería se reserva para la cocaína en el noroeste argentino, oculta en dobles fondos de vehículos. Quizás su destino directo, San Luis, explique la complejidad de la jugada, sin una escala en Buenos Aires, con sectores en villas y galpones del conurbano como intermediarios de venta.
La ruta de la marihuana en el noreste argentino está de vuelta hace varios meses, desde los desmontes en Pedro Juan Caballero y la triple frontera hasta la selva espesa, con la commodity ilegal más vendida de todo el continente como carga.
La ruta, como siempre, va hacia las villas de Buenos Aires o hacia Chile para abastecer al mercado del otro lado de la cordillera. Los últimos meses de la pandemia llegaron con las incautaciones de kilos o toneladas a un ritmo que parece superar al histórico. A fines de septiembre, efectivos del Escuadrón 11 “San Ignacio” de la Gendarmería Nacional secuestraron poco más de nueve toneladas y media en un retén sobre la Ruta Nacional N° 12, a la altura del peaje Santa Ana. Por el hecho, dos hombres, ambos de nacionalidad brasileña, quedaron detenidos luego de transpirar nerviosos mientras un perro entrenado los olía y saltaba excitado.
El manifiesto de carga, un poco mentiroso, indicaba que transportaban muebles: la hierba compactada estaba en el semirremolque con patente brasileña también, a simple vista. El olor típico de la marihuana paraguaya compactada, con un dejo a orina y humedad, era indisimulable.
No fue la única incautación de este tipo. Pero la norma suele ser la falta de detenidos, quizás camioneros, los transportistas que son fusibles que los narcos queman. Los kilos no les duelen tanto tampoco, 30 dólares al pie de la plantación según cuentan fiscales en Paraguay.
A comienzos de mees, la Unidad de Investigaciones de Delitos Complejos y Procedimientos Judiciales “Misiones” de Gendarmería y tres escuadrones de la fuerza entraron en una finca de la zona de Gobernador Roca.
En el semirremolque de un camión Volvo se acondicionaban 463 bultos con más de 8800 kilos de hierba. Se realizaron otros tres procedimientos, a cargo de la Fiscalía Federal N°2 de Posadas y el Juzgado Federal de Misiones, con la colaboración de la PROCUNAR. Se allanaron también objetivos en la zona de Jardín América, Puerto Rico, Colonia Polana y Colonia Gisela.
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