La esquina de las calles Ventura Yanzi y Maria Pita, en la localidad de Rafael Castillo, este lunes amaneció distinta. Además del movimiento lógico de todos los días, el pequeño centro comercial barrial quedó rodeado este lunes de móviles de televisión, cámaras, periodistas, patrulleros de la Policía Bonaerense y efectivos del Grupo Apoyo Departamental (GAD) de la misma fuerza, con escudos y armas largas.
Se ven también todavía algunos impactos de bala en paredes y vidrieras y algunas marcas de tiza en el asfalto, el paso de la Policía Científica al levantar sus rastros.
En esas dos o tres cuadras en el corazón del partido bonaerense de La Matanza, frente a una carnicería, una verdulería, un supermercado y una química, está la panadería “La Central”. Esta última pertenece a Gerardo Caivano, que está a cargo del negocio que fundó su padre y que este sábado a la tarde mató en esa misma esquina a uno de los cuatro ladrones que intentaron robarle su camioneta, mientras vecinos y comerciantes de la zona golpeaban a uno de sus cómplices hasta que fue aprehendido. Ambos ladrones eran menores de edad, oriundos de Isidro Casanova, no muy lejos de allí.
Dos días más tarde, en medio todavía de la conmoción, la panadería de Gerardo y su mujer reabrió sus puertas. “No podemos cerrar porque vivimos de esto. Los chicos que trabajan con nosotros directamente no vinieron porque tienen terror”, cuenta Vanesa Ferreyra, la pareja del panadero, a Infobae en la puerta del negocio que ahora atienden sus hijas y dice que supo por los vecinos que su familia está siendo amenazada a través de presuntas publicaciones intimidatorias en Facebook. “Dicen que nos quieren linchar, que nos van a quemar la casa”, explica angustiada y con la voz quebrada: “Gracias a Dios tenemos unos vecinos maravillosos que nos cuidan y nos apoyan”.
Más temprano, su esposo habló brevemente ante las cámaras: “Estoy arrepentido de lo que hice, no soy un asesino”, aseguró. “Soy un laburante, no salí a matar, salí a guardar la camioneta. Agarré el arma y después la tiré, era mi vida o la de él, yo no soy Dios para decidir”. Después de dar esas declaraciones, dice Vanesa, sus hijos tuvieron que pedirle que tomara una pastilla a su marido para que se tranquilizara y pudiera dormir algo, porque hacía ya muchas horas que estaba despierto.
Gerardo, sin embargo, puede descansar en su casa por decisión del fiscal Emilio Spatafora, que no adoptó ninguna medida restrictiva de la libertad contra el comerciante asaltado hasta el momento. “El hecho está bajo investigación. No se considera un caso de legítima defensa, tampoco se considera lo contrario. La situación es confusa y se debe esclarecer”, aseguró una fuente judicial con acceso al expediente. Caivano dio su versión de los hechos ante la Justicia pero el fiscal Spatafora, por lo pronto, tiene dudas. Espera cámaras y pericias.
“Él se siente muy mal, muy conmovido con esto”, dice su mujer y resume sin vueltas: “Mató a una persona. Por más de que haya sido un delincuente, mi marido mató a una persona. Y eso es lo que peor le hace a él y a todos nosotros”.
Los vecinos que pasan con las bolsas de sus compras, miran sorprendidos el despliegue policial y comentan por debajo los rumores en torno al hecho. “Qué lástima que vengan cuando ya pasó todo”, dice fuerte una vecina que pasa frente a los efectivos. En la puerta de “La Central”, un mensaje impreso en una hoja A4 recuerda la convocatoria a una marcha para pedir justicia por el crimen Antonio Ventrice, “El Tano”, de 64 años, asesinado hace un mes, en septiembre pasado, por dos adolescentes de 15 y 17 años que quisieron robarle su camioneta y fueron detenidos en una causa que también investiga Spatafora.
“Lo que más le angustia a él es la muerte que tiene encima. Pero ¿si hubiese sido al revés y el que estaba muerto era uno de mis hijos o mi marido?”, dice Vanesa sobre su marido y cuenta que su familia también fue víctima de un intento de robo en su casa en febrero de este año. “Estamos asustados pero lo último que queremos es mudarnos, nos parece absurdo. Mi marido se crió acá y, además, ¿cómo hacemos para levantar de nuevo una panadería con horno de barro que tiene 45 años en Rafael Castillo?”.
En el barrio, mientras tanto, todavía hay un aire espeso y cierta electricidad desde las 18:09 del sábado pasado.
A esa hora, Gerardo terminaba de lavar su camioneta Volkswagen Amarok gris en la puerta de la panadería junto al menor de sus tres hijos, de 15 años. Entraron los dos al vehículo y se preparaban para dar una vuelta y guardarla en la cochera cuando los interceptó una Chevrolet Meriva color bordó con cinco jóvenes a bordo. Cuatro de ellos, excepto el conductor, bajaron, le apuntaron con sus armas y le exigieron que entregara la camioneta.
Gerardo bajó del auto y los enfrentó. Luchó cuerpo a cuerpo con uno de ellos y, en el forcejeo, le arrebató un arma calibre .32 con la numeración limada, disparó varias veces e hirió de muerte a “Curly”, vecino de Isidro Casanova de 16 años, que cayó muerto en ese instante y quedó tendido boca abajo sobre un charco de sangre en el asfalto junto a un arma 9 milímetros que, según determinaron luego los peritos, era de utilería.
En ese momento, dos de los cuatro ladrones salieron corriendo a los tiros hacia la calle Aguapey, donde el quinto cómplice los esperaba en la Meriva listo para escapar. En su huida, registrada por una cámara de seguridad, los ladrones dispararon para evitar que los siguieran y sus balas impactaron contra las paredes de algunos locales sin herir a nadie: una incluso entró por la vidriera de una carnicería donde había clientes y agujereó la cámara frigorífica. La camioneta del panadero, por otra parte, recibió siete impactos de plomo en una de las puertas.
Al lado del cadáver de “Curly”, mientras tanto, los vecinos insultaron, golpearon y patearon en el piso a Dylan Gonzalo C., de 17 años, hasta que fue detenido por efectivos de la Comisaría 3° de Rafael Castillo y trasladado a un instituto de menores donde hoy deberá declarar en indagatoria de manera virtual ante el fiscal Spatafora, del Fuero Penal de Responsabilidad Juvenil del Departamento Judicial La Matanza.
Mientras tanto, la familia de Dylan Gonzalo atiende el timbre.
La mamá del joven ladrón recibe a este medio con amabilidad. Habla poco. Dice que agradece simplemente que su hijo esté vivo pero cuenta que todavía no pudo hablar con él y que lo vio muy golpeado cuando lo trasladaban de la comisaría. Hasta las 3 de la tarde de este lunes, su hijo todavía no había podido declarar porque el fiscal Spatafora aún esperaba que se presentara su defensor, un abogado particular.
Hasta este fin de semana, Dylan Gonzalo trabajaba en un kiosco con su tía y su padrino a 30 cuadras de su casa, al lado de la peluquería de su hermana. “Su papá le da todo, él trabajaba acá solamente para comprarse sus cosas, para darse sus gustos”, dice su tía Claudia, todavía sorprendida por lo que pasó desde el mostrador del comercio.
“Las zapatillas que tenía puestas, que encima se las robaron, se las había comprado yo, me faltaban tres cuotas para terminar de pagarlas”, asegura la mujer.
“El sábado tenía franco, por eso no vino para acá. Él no toma, no fuma, no se droga. No lo podemos creer. Ni siquiera sabemos quienes eran los pibes que andaban con él, no los conocemos. Pero ya cuando escuchamos que eran de ‘San Pete’…”, dice además su tía, en referencia a San Petersburgo, la villa de emergencia de Isidro Casanova de más de 5 mil habitantes donde vivían los otros cuatro asaltantes. Una alta fuente judicial confirmó a Infobae que Gonzalo, a diferencia del joven fallecido, no tiene antecedentes.
“El video no lo pude ni ver porque me hace muy mal”, confiesa su padrino. “Vinieron 500 vecinos entre ayer y hoy a preguntar por él porque acá todos los conocen, siempre fue un pibe bueno. Y ahí los vecinos lo agarraron entre varios, el que le pega patadas era más grande que yo y él era muy flaquito”, indica el hombre, que muestra en su celular un video de Gonzalo jugando con una prima de su edad, a la que apenas alcanza en altura. “Lo podrían haber matado”.
Consultados por este medio respecto de las amenazas que recibió el panadero y su familia, aseguran que no provienen de ellos pero que no ponen las manos en el fuego por los jóvenes que, junto a Gonzalo, intentaron robar la camioneta. A las redes sociales, además del linchamiento, las presuntas amenazas y la indignación vecinal, llegó también la despedida de “Curly”, el ladrón muerto: “Te recordaremos por la imagen que dejaste, pibe chorro y un amigo impresionante”, lo homenajearon sus amigos en Instagram.
Mientras tanto, el fiscal Spatafora espera los resultados de una serie de peritajes balísticos, el análisis de nuevas imágenes de cámaras de seguridad y los resultados de la autopsia, que se realizará hoy, para luego citar a declarar al panadero para que aporte más detalles sobre lo sucedido y evaluar su situación procesal, para determinar si mató en legítima defensa o no.
Fotos: Lihuel Althabe
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