Ayer a la madrugada, Rodrigo Roza, el hombre de 51 años que apuñaló y mató a Juan Pablo Roldán, el efectivo de la Policía Federal que intentó detenerlo a metros del museo Malba en Figueroa Alcorta mientras esgrimía un cuchillo, falleció en el Hospital Fernández, donde fue operado tras recibir varios disparos del policía al que mató.
Un imputado muerto suele significar que ya no hay causa. Sin embargo, la jueza Alejandra Provitola avanza en la investigación como subrogante del Juzgado N° 14 para esclarecer el hecho. Hay avances. También hay una pista, que todavía no puede ser considerada una hipótesis, aseguran fuentes del expediente a Infobae.
Hoy por la mañana, mientras una guardia de honor de la Policía Federal daba su último saludo al cuerpo de Roldán en el cementerio de la Chacarita, Provitola ordenaba a la Policía de la Ciudad allanar las oficinas de un servicio porteño de medicina prepaga. Buscaban la historia clínica de Roza, que se atendía en ese servicio. No se descartan otros procedimientos: la prepaga tiene consultorios psiquiátricos externos, que también estaban en la mira.
Aunque no fue todavía constatado en el expediente –por eso Provitola ordena estos allanamientos–, la familia de Roza aseguró a los investigadores que sufría una patología psiquiátrica. El departamento donde Roza vivía con su madre en la calle Salguero fue allanado horas después del crimen. Se encontraron cajas de medicación, vacías. Allí, la familia de Roza aseguró que era “esquizofrénico”, algo que la jueza deberá constatar mediante una historia clínica.
Roza, que vivía con ella, había salido de su departamento vestido con una campera tipo militar y una vincha, caminó unas cuadras hasta la puerta del cuartel de Montada de la Policía Federal y ahí mismo desenfundó un cuchillo que llevaba en su mochila –junto a otros elementos de parafernalia religiosa como estampitas de santos, crucifijos, un cáliz de misa, revistas y hasta un pistolón del siglo XVII– para luego amenazar a los efectivos a los gritos: “A ver a quién le toca morir ahora”. Luego, caminó hasta Avenida Figueroa Alcorta al 3300, donde finalmente mató al policía que lo seguía.
A la mañana siguiente del crimen, la madre del acusado, Marta, daba una entrevista a C5N. “Yo quería la palabra de otro profesional”, contó Marta. “Ayer mismo hablé con una amiga mía y busqué otro psiquiatra para que lo atendiera. Me dieron el número de uno muy bueno pero no lo conseguí. Viste, a veces, el destino…”, se lamentó.
Los resultados de la autopsia al cadáver de Roza practicada en el Cuerpo Médico Forense todavía no están listos. Provitola también ordenó pericias toxicológicas a su sangre, para determinar la presencia de medicación, el exceso o la falta de un tratamiento. Entonces, queda una conjetura: ¿puede ser considerado responsable el especialista a cargo de tratar a Roza si es que se comprueba algún tipo de negligencia médica?
De encontrarse una inobservancia al deber de cuidado o una mala praxis médica entonces correspondería investigar. Para eso, necesita pruebas. No es la primera vez que la jueza enfrenta esta posibilidad: meses atrás procesó a un psiquiatra al que consideró responsable del suicidio de uno de sus pacientes, una decisión que fue revocada por la Cámara Criminal y Correccional.
Mientras tanto, hay testimonios en la causa, entre ellos el del productor Nacho Viale, que presenció el crimen y declaró como testigo. Los policías de la Federal y de la Ciudad que actuaron en el hecho también declararon. Aseguran que Roza amenazó a efectivos en al menos tres puestos del Cuerpo de Policía Montada antes de dirigirse a Dashi con el puñal en su mochila.
Allí, coinciden todos los testimonios, Roldán intentó resolver la situación sin el uso de fuerza a menos que fuera estrictamente necesario y sin desenfundar su pistola, tomando distancia prudencial del agresor: esa era la orden que había recibido de sus superiores, según testimonios que recibió la jueza, con un procedimiento acorde a protocolos. Disparó, entiende la jueza, tras ser apuñalado.
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