Rainer Schuettler pudo resistir a la devolución de David Nalbandian, al revés de Gastón Gaudio e incluso a la histérica persistencia del Mago Coria. Los vínculos con Argentina de este ex top ten alemán siempre fueron adentro de una cancha de tenis y con la red en el medio. Así transcurrió su carrera y no le fue para nada mal. Pero hace dos años todo cambió.
A casi dos décadas de su estrellato, que todavía fulgura en la lista de los récords ya que hasta anoche era el último alemán en jugar una final de Grand Slam, hace 17 años (ayer lo alcanzó Alexander Zverev en el US Open), cuando el ex deportista mira el mapa de este país tiembla: lo que empezó como una inversión millonaria para construir un edificio en el barrio porteño de Belgrano junto a su mejor amigo terminó en una guerra judicial, con decenas de personas estafadas que lo acusaron de comandar la banda delictiva.
Pero en un fallo reciente, al que tuvo acceso Infobae, la Justicia determinó que Schuettler, cuya historia había relatado este medio hace un año, es una víctima de su mejor amigo, el ingeniero Holger Friedrich, y la esposa de éste, la argentina Carla Marina Kalp, quienes engañaron a más de 30 propietarios y se escaparon del país con al menos 7 millones de dólares.
“Surge así la sospecha de que los imputados habrían defraudado los intereses confiados por Rainer Schuettler al administrar de forma fraudulenta los emolumentos entregados en razón del contrato emergente de la constitución de la sociedad Renaissance Real State S.R.L. que tenía como fin legítimo la construcción del inmueble sito en la calle José Hernandez 1456/8 de esta ciudad con 35 unidades funcionales”, escribió en un fallo firmado el 27 de agosto pasado la jueza Alejandra Provítola, para quien Friedrich y Kalp estafaron a su amigo tenista con los 2,5 millones de dólares que el hombre puso para construir el edificio y a los compradores con otros USD 5.000.000.
“Es de destacar que según Schuettler invirtió en la obra de quien era su amigo de la infancia, con el objetivo de poseer una inversión independiente de su profesión de tenista”, remarcó la magistrada. El deportista, confirmó su abogado a este medio, suspendió los giros de la inversión cuando se enteró de que comenzaron a llover denuncias de sobreventa y extensión de los plazos de entrega de los departamentos.
Friedrich, el principal acusado, figura como socio minoritario de la empresa de Schuettler (5% para uno, 95% para otro) Rennaisaince Real Estate S.A., que desarrolló el proyecto inmobiliario, un edificio en la calle José Hernández al 1400, en una cotizada zona del barrio de Belgrano, con departamentos de 1 y 2 ambientes y cocheras. El precio al que figuraban los departamentos de pozo y en construcción era realmente atractivo para compradores e inversores. Ofrecían inmuebles con un valor del metro cuadrado que en ese momento era muy bueno: aproximadamente costaba U$D 2.500, cuando en esa zona ya rondaban los 3.000 dólares.
La empresa del tenista, “con una larga trayectoria en la ciudad de Buenos Aires”, según figuraba en un aviso clasificado con texto y foto a página entera de un diario nacional en 2014, era gerenciada por Holger, quien estuvo al frente de la tarea de levantar los ocho pisos en este barrio elegante de la Ciudad de Buenos Aires.
Schuettler y Friedrich eran amigos de la infancia. El ingeniero le recomendó al tenista invertir dinero en proyectos inmobiliarios en Argentina. Levantaron un primer edificio en Buenos Aires y para el segundo, el de Belgrano, el ex top ten aportó un capital de 3 millones de dólares. Entre 2012 y 2018, se vendieron los departamentos de 1 y 2 ambientes. La fecha de entrega pasó por diferentes estimaciones: primero fue 2015 y finalmente 2017. Nunca ocurrió. Y el ingeniero huyó del país.
Holger era un tipo simpático para los interesados en invertir en su proyecto. Amable, casado con una abogada argentina, se hizo amigo de varios futuros propietarios y se ganó la confianza de sus víctimas. Su nacionalidad y su condición de ingeniero generaron confianza en algunos compradores, tal se desprende de la declaración testimonial de uno de los afectados. G.H.S., uno de los compradores engañados declaró ante la Justicia: “Me pareció muy tentadora la operación, entre otras cosas porque la compra era a dueño directo, porque Holger era ingeniero y con acento alemán”.
Entre los compradores y ahora estafados hay de todo: inversores que se quedaron con hasta siete departamentos, trabajadores que ahorraron toda la vida para tener su primer techo, familias que invirtieron en un monoambiente para el futuro de sus hijos, compradores que pusieron dinero sin declarar y ahora son presa de la desesperación e incluso una pariente lejana de Horacio Rodríguez Larreta. Una historia diferente detrás de cada puerta de cada hogar.
“Los imputados habrían estafado a los compradores por las sumas de dinero entregadas por estos (...) que fue logrado mediante distintos ardides desplegados por los mismos al aparentar una comercialización legítima del inmueble -colocando la publicación y ofrecimiento previo por intermedio de una reconocida inmobiliaria como viso de transparencia en las operaciones- y utilizando su calidad de desarrollistas de amplia trayectoria”, detalló la jueza. Es decir, los acusados inventaron una firma y un pasado de confianza para engañar a sus clientes.
La dinámica de los estafadores fue total. No solo no terminaron el edificio sino que vendieron los departamentos a más de un propietario, por lo que muchos se enteraron de que el inmueble que habían comprado ya estaba ocupado por otra persona. Incluso una mujer comenzó su mudanza y a los pocos días alguien le había cambiado la cerradura: el otro comprador. Todo, con el edificio inacabado.
Uno de los damnificados declaró ante la jueza que durante el mes de diciembre de 2017 y enero de 2018 había empezado a notar que la obra no avanzaba y cada vez había menos obreros trabajando. “Por su parte Holger ya no atendía el teléfono y cada vez era más difícil ubicarlo. Durante los meses de marzo y abril de 2018 se empezó a correr el rumor que Holger se había ido del país y que había departamentos que tenían una sobreventa”. Así se enteraron del desastre.
“Teníamos una guita para inversión, ahorros, el objetivo a mediano plazo era ayudar a nuestra hija cuando termine de estudiar en la universidad. Pensábamos que era la manera más segura, pero segura entre comillas”, contó a Infobae Silvina Marino, una de las damnificadas.
La jueza Provítola citó para las próximas semanas a declaración indagatoria a los estafadores alemanes y a una decena de argentinos que figuran en la empresa como apoderados. Pero Friedrich y su esposa argentina Carla Kalp son inubicables. Creen que se refugiaron en Frankfurt. Deberán responder por un delito que la magistrada calificó como “estafas reiteradas, defraudación por administración fraudulenta y defraudación por desbaratamiento de derechos acordados y quiebra fraudulenta” y por un monto de 10 millones de dólares.
Schuettler, en tanto, espera. Cultor del perfil bajo, aplica la fortaleza mental de un tenista en un tie break. Quizá cuando todo esto pase, vuelva a mirar a la Argentina como el país de Gaudio, Coria y Nalbandian, rivales más dignos que su amigo de la infancia.
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