El programa se llamaba “Ave María Purísima” y se emitía en un canal de La Plata. Tenía una escenografía de cotillón, donde aparecía una imagen de Manuel Belgrano y una de la Virgen de Luján. El por entonces presbítero Raúl Anatoly Sidders, su conductor, aparecía con sotana y gorra rural o sombrero eclesiástico, sentado en una silla, con un mate en la mano. A su lado, una niña -también sentada- le sostenía el termo y unos papelitos que usaba como apuntes. A sus pies, niños y niñas sentados en ronda.
Sidders hacía chistes, pero solo él se reía.
El cura daba su visión de la vida. Decía que el buen hombre no debía tener una mujer al lado, pero podía tener un perro o un gato que dijera “miau” y no uno de dos patas. Luego pasaba imágenes de una procesión o de una consagración sacerdotal y se burlaba de los curas “feos” o “gordos”. “Porque yo soy lindo”, afirmaba. Después hacía chistes sobre el fiscal Nisman y sus salidas nocturnas.
Los nenes y nenas se quedaron callados. “Pero lo que importa no es esto, sino que lo mataron”, siguió Sidders su monólogo sobre Nisman, sin interrupciones. Luego le pidió el papel a la niña y leyó un versículo de La Biblia. Después de cada frase escandalosa, tenía una especie de latiguillo: “No, mentira. ¡Soy malo, eh!”. Los niños no se reían.
En un momento de su programa, el cura mira a cámara, luego a los niños, y dice, una suerte de homilía judicial:
“Somos tarados. No quiero decir otra palabra porque estoy ante alumnos de cuarto grado. Pero yo hablo de los malos, no de los buenos. La mayoría son malos. Por ejemplo, malo y tarado es ese juez garantista que se llama Axel (López)- como ese otro Axel que canta mal- y libera violadores que salen y vuelven a violar”.
Hoy, Raúl Sidders -60 años, 32 como cura-, está imputado por el delito de abuso sexual agravado.
La denuncia fue realizada ante el Juzgado de Garantías Número 2 de La Plata, a cargo de Eduardo Luis Silva Pelossi, por una joven que hoy tiene 27 años. Refiere que los hechos ocurrieron entre 2004 y 2007. Es decir, su calvario -como lo define Rocío, como es llamada para preservar su identidad- comenzó cuando tenía once años.
Ante un pedido del abogado de la denunciante, Juan Pablo Gallego, el fiscal Alvaro Garganta, de la UFI N° 11 de La Plata, libró un oficio al Arzobispado de La Plata para que remita copia del legajo eclesiástico de Sidders y solicitó al Juzgado de Garantías de La Plata Número 2 que “prohíba la salida del país del denunciado porque existe un potencial riesgo de fuga”. El juez aun no ordenó la medida.
Gallego pedirá que la calificación se amplíe a corrupción de menores. “Roció tenía solo 11 años cuando comenzó a recibir estos ataques a su integridad sexual, con connotaciones suficientes para perturbar prematuramente su desarrollo. Por otro lado, los agravantes a ser incluidos, la condición de guardador y sacerdote y la de encargado de la educación”, dice Gallego a Infobae.
Gallego tiene experiencia en esta especie de cruzada contra curas pedófilos o acusados de abuso sexual. Todo comenzó hace 18 años, cuando Estela de Carlotto, de Abuelas de Plaza de Mayo, le pide que intervenga en el caso de las denuncias contra el cura César Grassi, que finalmente fue condenado en 2009 a 15 años de prisión, un fallo confirmado por la Corte Suprema. Ahora, Gallego impulsa la denuncia contra Sidders. La pena máxima que contempla el delito imputado a este cura es de 15 años de prision efectiva. El abogado anticipó que solicitará, además, “la inmediata” comparecencia a prestar declaración testimonial presencial del obispo Nicolás Baisi, una persona clave en esta historia.
Sidders ya no está en La Plata. Dejó la ciudad a fines de junio para dirigirse a Misiones, donde cumple funciones como secretario del obispo de la diócesis de Puerto Iguazú, monseñor Baisi, que entre abril de 2010 y mayo de 2020 ofició como obispo auxiliar en la capital provincial.
“Baisi pidió el traslado de Sidders como una manera de salvarlo, por eso su testimonio es de especial utilidad para la pesquisa y en directa relación a la maniobra de fuga que, creemos, acaba de ser frustrada. Creemos que buscaron protegerlo enviándolo a la Triple Frontera. Sidders está en una especie de limbo, sin ningún control, ninguna asignación de funcione. Jugaron al sí pasa, pasa y a que la Justicia de La Plata trabara la investigación”, dice Gallego. El abogado argumentó su pedido en base a lo que indica el protocolo aprobado en la Cumbre de Roma en 2019 para la acción de los Obispados en los casos en que aparecen sospechas o denuncias de abuso. En cualquier traslado debe incluir toda la información necesaria a la jurisdicción de destino, lo que en este caso -según la querella- no se hizo.
Una de las versiones era que el sacerdote acusado comenzara a cumplir funciones como capellán de Gendarmería Nacional, pero una fuente de esa fuerza lo desmintió a Infobae. “Se desempeñó en Gendarmería en 2008”, dijo un vocero.
El arzobispo de La Plata, Víctor Fernández, confirmó que el traslado de Sidders fue pedido por el monseñor Baisi, que asumió recientemente en el Obispado de Misiones. En un comunicado que lleva su firma, habló de “la multiplicación de noticias falsas o confusas” y de que “todos tienen derecho a la buena fama que no debería ser lesionada ilegítimamente”.
“Claramente esta defensa cerrada es un encubrimiento. Nada puede ocultar el papelón y la gravedad de este traslado inexplicable. Creemos que habrá más denuncias contra Sidders”, dice Gallego.
El calvario de Rocío: testimonio completo
En la denuncia, presentada por escrito ante el fiscal Garganta -quien oirá a la víctima el 15 de este mes para ampliar detalles de la acusación- la joven cuenta que fue al colegio San Vicente de Paul desde el jardín de infantes y que no había tenido “problemas” con el sacerdote Raúl Sidders hasta los 11 años. Dice que siempre irrumpía en las clases para dar explicaciones o llamar a las alumnas a misa para confesarse.
“Recuerdo muchas veces que entraba de manera prepotente sin pedirle permiso al profesor o profesora que estuviese a cargo, y nos daba explicaciones sobre ‘lo que quería Dios’ , ya que él se considera un enviado de Cristo. Sus charlas eran casi todas misóginas y homofóbicas. Una vez nos hablo en contra de la homosexualidad, hizo un dibujo de un camino hacia las puertas del Cielo, y en el medio un abismo. Y nos decía que los homosexuales se iban a caer en ese abismo para entrar en el infierno, porque no eran personas normales. Y que Dios no los iba a aceptar nunca”, dice Rocío. También contó que a otras de sus compañeras les decía yeguas o zorras porque llevaban la pollera corta o estaban maquilladas. “Nos decía que las mujeres solo sabíamos ‘comer, cojer y cagar’. Hasta ahí era todo en general y nada conmigo personalmente”
A veces las hacía confesar a solas en la capilla, o en algún aula vacía: “A mis 11 años empezó a llamarme a solas a la capilla, en un banco sentados los dos solos. Ahí me empezó a preguntar si había visto alguna vez a mis papás tener relaciones sexuales, si había visto a mi papá desnudo, si sabía lo que era un pene”, continuó.
“Sus preguntas me parecieron raras, así que le conté a mí papá, pero el pensó que me lo preguntaba para saber en qué situación o contexto vivía en mí casa, por si sufría violencia intrafamiliar o algo así, jamás sospecho mí papá que lo hacía con maldad. A los 12, cuando yo estaba en sexto grado, empeoró. Me preguntaba si sabía masturbarme y como le decía que no, me explicó con sus dedos, sin tocarme, cómo tenía que hacer. Me sugirió que lo hiciera pensando en él y que en la próxima confesión le contara cómo me había sentido”, siguió Rocío.
En la siguiente confesión, según Rocío, Sidders le preguntó si se había masturbado. Y cuando ella le dijo que no, él quiso saber por qué. “Respondí ‘no sé’. Se enojó y me dijo: ’¿Por qué no lo hiciste si yo te dije que lo hagas? Vos tenes que estar preparada porque la mujer tiene que complacer al hombre siempre. Y preservativos no hay que usar, porque el fin de las relaciones sexuales era procrear, y complacer al hombre. También me decía que no me podía negar nunca a mí marido (si llegaba a casarme) tener relaciones sexuales por más que yo no quisiera”.
“Después me dijo que si no quería masturbarme tenía que saber complacer al hombre al menos a través con una felación. Le pregunté qué significaba eso, no sabía. ‘Chupar una pija’, me dijo. Me explicó con su lengua y su mano cómo hacer una felación. Eso no me lo pude olvidar nunca más”.
Con el tiempo, Sidders fue más lejos, según Roció. “Me propuso enseñarme a mí y a un alumno a tener relaciones sexuales, que nos iba a indicar todo mientras lo hacíamos. Me largué a llorar y le pedí que por favor no lo hiciera, que mis papás no lo iban a permitir y que yo no podía vivir una cosa así. Entonces buscó tranquilizarme, me pidió que no dijera nada y me dijo que cuando fuera el momento lo iba a hacer”, declaró. Sidders no se amedrentó. La invitaba a comer hamburguesas, le llevaba sus manos a la sotana “porque las tenía frías”, para que le sintiera supuestamente su erección: “Esto me lo hizo en octavo grado”.
Roció llegó a decirle a sus padres “que no quería ir más a esa escuela porque el cura era un ‘hijo de puta’ esas fueron mis palabras en ese momento”. Comenzó a ratearse. Su madre confrontó a la directora del colegio, que en vez de ir contra el cura, fue contra Rocío.
¿Hay más casos?
La decisión de Rocío de denunciar a Sidders tiene su historia. Una de las que la ayudó a enfrentar los fantasmas y dar el difícil paso que significa terminar con años de dolor silencioso y el temor a ser revictimizada o no escuchada fue Julieta Alejandra Añazco, de la Red de Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico de Argentina y miembro de Iglesias Sin AbuSoS. A los 7 años (hoy tiene 44) fue abusada por un sacerdote en la Iglesia Sagrado Corazón de City Bell. Además, su hijo iba a la escuela donde trabajó Sidders.
“Hace unos años, en una reunión de mi hijo con amigos y amigas comentaron lo que sucedía en el momento de la confesión y lo que pude escuchar era que Sidders les preguntaba si se masturbaban, cuántas veces lo hacían y pensando en qué. Si había alguien que le decía que no, les explicaba cómo hacerlo. Escuché eso cuando yo misma estaba pudiendo poner en palabras los abusos que padecí en mi niñez”, dice a Infobae Julieta Añazco.
A su hijo no le escuchó decir nada. Sus compañeros y compañeras lo tomaron como algo gracioso. “No se estaban dando cuenta de la gravedad de lo que estaban diciendo. Pasó el tiempo y el 30 de julio nos llegó a un grupo que tenemos, llamado ’Basta de sacerdotes y monjas pedófilxs’, el comentario de unas compañeras de Misiones que nos dijeron que había llegado a esa provincia un sacerdote llamado Raúl Sidders y querían saber qué información de él temíamos, buena o mala. Fue a raiz de eso que comenzamos a escribir y debemos agradecer al sitio Prensa Obrera porque publicó nuestras denuncias, nos creyeron y se la jugaron, y creemos que hay más casos”, cuenta.
-¿Qué significó para vos, Julieta, haber llegado a este caso después del infierno que vivió de niña?
-La metodología es la misma. En mi caso, los abusos ocurrían durante la confesión. La primera denuncia presentada contra Sidders lleva nombre anónimo. Es una manera de preservar a la denunciante. Yo di mi testimonio llamándome Ana. En estos siete años, en los que pude poner en palabras lo que había sufrido, pude acusar al cura que abusó de mi y de muchas compañeras y en todo este tiempo aprendí mucho.
-¿Qué aprendió?
-Que lo primero que hacen desde la Iglesia cuando una se anima a poner en palabras los aberrantes hechos en los que fuimos victimas es enviarte una carta documento. Como no quería que eso suceda, esa vez no publiqué mi identidad. Lo mismo pasa con Rocío. Lo cierto es que a partir de la primera nota que sale, leo los comentarios, cosa que no suelo hacer porque me hace mal, y aparece el de Rocío contando su testimonio. Le escribí como mamá de un ex alumno e inmediatemente me contestó y decidimos acompañarla entre todes. Ya sea desde la contención en todos sus aspectos. Y así fue que se llegó a la primera, y no creemos que sea la única, denuncia penal.
La carta abierta impulsada por Julieta y más de cien personas, reclama la investigación de “los abusos y las violencias” cometidos por el cura Raúl Sidders en el Colegio San Vicente de Paul de La Plata. Y pide que se investigue su accionar dentro de la institución entre 2002 y 2020.
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