Victoria Mateluna le hace upa a su hijita mientras toma el teléfono para responder como puede. Hoy es un día intenso. “Me siento bien”, dice, desde la casa en Florencio Varela donde cumple la cuarentena, “pero falta”, dice Victoria: “Todavía falta”. Con 19 años, Victoria ve el vacío que tiene enfrente y se dispone a cruzarlo. Tiene miedo, pero no está sola.
Tras más de un año y medio de investigación, el juez Diego Carlos Agüero elevó en Florencio Varela a los 11 acusados de violarla en manada en una fiesta de alcohol en marzo de 2019, en una casa frente a la canchita de fútbol del barrio Santa Rosa, varones con mayor poder adquisitivo que ella que según su testimonio la insultaron, la golpearon y la denigraron, uno tras otro.
El delito que se le imputa es el de abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por la participación en grupo de dos o más personas. Agustín Emiliano Varela, Octavio Joel Coria, Laureano Martín Coria, Nicolás David Barreto, Eric Hernán Krick, Matías Guillermo Lamboglia, Nehemías Fernández, Enzo González y Leonardo Ezequiel Silva podrán enfrentar a un tribunal oral, luego de que Agüero, tras una investigación marcada por la perspectiva de género, se rehusara a otorgar sobreseimientos.
La amplia mayoría de ellos renunció a un juicio por jurados mediante sus defensas.
Los había denunciado la Comisaría 1° de su zona, luego de despertar en el piso de la fiesta, en llanto, con escenas como chispas en su cabeza: se despertó semidesnuda, con el olor punzante de la lavandina que alguien había echado, con un solo bretel de su corpiño. “Andate”, le dijo el dueño de casa: “Andate”.
Victoria tenía 17 años en ese entonces. Su mamá biológica ya la había abandonado. Tras salir de un hogar de madres adolescentes, vivía con su tía Isabel en una choza de chapa a la sombra de la cancha de Defensa y Justicia. Su tía se dedicaba al cirujeo en un carro tirado por un caballo malnutrido. El padre de su beba era un adulto, Carlos Rolando Acosta, alias “Carlinchi”, un hombre que estaba en silla de ruedas tras haber recibido un tiro por la espalda en un robo: “Carlinchi”, que la había violado desde que era una niña, era su propio padrastro.
Victoria no recibió empatía del barrio, salvo de unas pocas amigas. La madre de uno de los imputados, el menor de 14 años, la amenazó mediante una serie de audios de Facebook. Enfrentó pericias, se recolectaron muestras de ADN de su cuerpo mediante hisopados, declaró en Tribunales. Poco después, 11 varones que señaló eran detenidos o se entregaban a la Justicia, chicos del Santa Rosa, de entre 14 y 24 años.
“Se drogó”, “se regaló”, “una putita”, decían en los almacenes, en los grupos de WhatsApp: “¿Y los ADN?” “¿Y los ADN?”. El barrio que defendía a sus primogénitos, varones preciados, a sus chicos cancheros de estilo turro, confiaba extrañamente en la ciencia. Algunos de ellos desafiaban a la ley, posteaban en Facebook desde los penales donde los habían encerrado.
En junio de este año, el Laboratorio de Análisis Comparativo de ADN de la Asesoría Pericial Departamental de La Plata entregó los resultados al juez Agüero. Victoria fue reivindicada. De esos once varones, cinco fueron identificados a través de las muestras de semen recolectadas en el cuerpo de la víctima.
Nicolás Barreto, Alexander Germán Krick -el anfitrión, en cuya casa se realizó la previa, frente a la canchita de fútbol del Santa Rosa-, Alan Gabriel Lazarte, Ezequiel Silva y Joel Octavio Coria fueron los implicados.
Los tests identificaron sus perfiles genéticos en las muestras encontradas en el cuello de Victoria, en ambas piezas de su ropa interior y en su vagina, también en su boca, una muestra recolectada a través de una gasa masticada. Nicolás Barreto aparece en las muestras del hisopado del cuello y en la boca. El perfil de Alan Lazarte, el mayor de los acusados en términos de edad, de un barrio aledaño al Santa Rosa, de 25 años de edad al momento del ataque, padre de una nena, fue encontrado de los órganos sexuales y la bombacha de Victoria.
Sin embargo, semanas atrás, los acusados restantes cuyos cotejos dieron negativo fueron liberados por una decisión de la Cámara de Quilmes, algo que generó mucha tensión y miedo en Victoria, que ya fue intimidada en el pasado, según su testimonio. Sostenía su botón antipánico por la noche. ¿Quién o qué le garantizaba que ellos o sus familias no volverían a intimidarla?
Hay, por otra parte, otra incógnita que reveló el test: se detectaron, al menos, otros cinco perfiles genéticos sin nombre y apellido, de varones que no son parte de la causa, o de los perfiles entregados.
La violación en grupo, en sí, podría ser mucho mayor. Hay, según los cálculos del juez Agüero, cinco nuevos prófugos allá afuera. Victoria habló de “sombras” en su declaración.
Ahora, esas sombras deberán tener un nombre. Agüero tiene el desafío de una nueva causa suplementaria, encontrar a esos cinco y llevarlos a la Justicia. Victoria asegura: “Voy a empezar terapia para poder recuperar lo que me pasó, tengo recuerdos, momentos”. Esos sospechosos, en algún lado, están.
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