Las escuchas a la mafia de policías financiada por ladrones: lavaban dinero de asaltos y extorsionaban a inocentes

La entradera más lucrativa de la cuarentena reveló una asociación ilícita que incluyó a un subcomisario y a un sargento de la Bonaerense en un negocio sucio de adulteración de autos. Sus teléfonos fueron intervenidos; el perverso apriete para sacarle dinero a una víctima

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Escuchas a banda de policías y ladrones por robos en Boulogne Sur Mer 1

El 27 de julio pasado por la mañana, tres hombres con barbijos entraron a punta de pistola en la casa de un empresario del barrio de Once para maniatar a su mujer y a su empleada doméstica y llevarse el botín más grande de un asalto en la cuarentena: ocho millones de pesos, cuarenta mil dólares, joyas y celulares. No encontraron resistencia, no dispararon un solo tiro. Llevaban barbijos, camperas que decían “SEGURIDAD” en sus espaldas. Robaron, rieron y se fueron.

Eran un grupo curioso, según la acusación en su contra a cargo del Juzgado N°4 de Martín Yadarola con la secretaría de Verónica Bresciani: entre ellos estaban presuntamente Enrique Laborde, de 61 años, un viejo delincuente convertido en carnicero de un supermercado chino de Lanús, Braian Missart, un chico de Gerli de 23 años que sería su yerno y que hace algunos años trabajaba en una curtiembre. Las cámaras de seguridad del Gobierno porteño los siguieron. Los ladrones habían llegado en una Jeep Renegade que fue seguida hasta Lomas de Zamora, un Renault Fluence era su auto de apoyo.

Quizás habían cometido el golpe de una vida, pero no se habían cuidado lo suficiente: las patentes de ambos autos eran perfectamente visibles. Ni siquiera se habían tomado el trabajo de adulterarlas. El Renault Fluence, descubrieron después los investigadores, pertenecía a la mujer de Laborde, alias “El Viejo”, que tenía una cédula azul para manejarlo. La Jeep Renegade también fue detectada: su titular, Ignacio Catán, es el medio hermano de un hombre que fue acusado en un expediente junto a Laborde.

Enrique Laborde y Brian Missart,
Enrique Laborde y Brian Missart, acusados de cometer el robo al empresario.

Yadarola y Bresciani decidieron esperar, comenzar a intervenir teléfonos en vez de allanar de inmediato. Finalmente, en vez de encontrar a una banda de ladrones encontraron a una mafia. La Policía de la Ciudad allanó 19 puntos y detuvo a 13 personas, entre ellas “El Viejo” y su yerno, encontró la Jeep Renegade y a cuatro presuntos cómplices en particular: policías de la Bonaerense ligados a la Comisaría 3° de Almirante Brown, un subcomisario, un sargento, dos oficiales ayudantes.

El negocio era mucho más cínico que entrar a robar:

“La banda adulteraba los números de chasis y motor de vehículos que adquirían de forma legal. Estos autos se compraban con el dinero que robaban en las entraderas. En connivencia con los policías detenidos se simulaban falsos procedimientos en los que supuestamente los detenían por tener la numeración adulterada. Luego los policías extorsionaban al vendedor del auto y le pedían importantes sumas de dinero para no orientar la supuesta causa contra ellos. De esta manera, el personal policial cobraba el dinero y lo repartía con los miembros de la banda”, asegura una fuente policial del caso.

Gonzalo Alejandro Catán, el articulador.
Gonzalo Alejandro Catán, el articulador.

Todos, por así decirlo, trabajaban con todos. Hay un jugador clave en todo esto, Gonzalo Alejandro Catán, medio hermano de Ignacio, oriundo de Gerli, 31 años, el hermano de Ignacio, el hombre de la Jeep. Catán estuvo preso desde 2017 hasta comienzos de este año en un penal federal. Por lo visto, no perdió el tiempo. Hay escuchas que lo complican. Una charla con Laborde, por ejemplo, donde Catán dice: “Escuchame una cosa, fíjate porque ayer a la noche me capearon, viejo, tuve que poner cinco gambas. Si, 500 mil”, mientras menciona a personajes como “Carluchi”, “El Gigoló” o “El Mosqui”.

Otra escucha lo marca en otra maquinación para supuestamente robar un estacionamiento en la calle Thames al 1100. Allí le dice a su hermano Damián, implicado en la trama: “Escuchame una cosa lo que te voy a decir, de última subí, cambiá, bajá. Esperate en el Corolla, cuando nosotros ya tenemos todo hecho y vamos a entrar, ¿por qué no entrás con nosotros y me apuntás la puerta y te vas?” Su hermano duda. Gonzalo intenta convencerlo: “No hay cámaras ni nada ahí, boludo”.

También hay un caso en particular, una víctima, con un hombre de 29 años con domicilio en Wilde que intentó vender un Mercedes Benz Compressor C200, con los policías de Almirante Brown involucrados.

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Catán, según la causa en su contra, intentó comprar el Mercedes en algún momento anterior a agosto de este año. En algún momento, la numeración de chasis y motor del auto fue adulterada, se cree, por Gonzalo mismo, tras guardar el auto en un domicilio de Llavallol. Así, Catán llamó a un hombre que todavía queda por identificar, alias “Manu”, policía de la Bonaerense, del cual se sospecha su nombre. Básicamente, con la grabadora judicial encendida, Catán, según la causa en su contra, relató toda la maniobra:

“Más tranqui que nunca, ¿en qué andás? Acá en lo de mi vieja. Escuchá, ¿no lo encontrás al Vicio para hacer un pim, pum, pam ahora? Te cuento como viene la mano. ¿Viste el Compressor que yo tengo en mi casa, un Mercedes? Bueno, al gato que me lo mandó a mí para armar le vamo’ a hacer el chuchu del Mercedes trucho, vamo’ a romperle los números del motor. Ya le dije ‘tengo toda la gorra, me cayó toda la gorra, le digo, cayó Automotores, pedazo de gil, ¿por qué no me avisaste que tenía los números mal?Entendés, vamo’ a sacarle una gambita, ahí, para ir picando”.

“La única que queda, escuchá, es hacer el simulacro bien piola, lo enganchamos, lo paramos en la puerta de la Comisaría, digo que ustedes me lo secuestraron y que yo puse una gamba y media”, continuó Catán.

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Así, se fraguó un procedimiento en la 3° de Almirante Brown en la zona de San José, dependencia a cargo de un subcomisario, con la intervención de un sargento y dos subayudantes. Catán, rápidamente, fue a extorsionar a su víctima, a la que le quitó una moto. Los policías, según la causa, fueron a extorsionar también. Se encontraron las actuaciones fraguadas luego de que Yadarola ordenara allanar la comisaría, las irregularidades estaban a simple vista. “Super truchas”, se ríe un investigador: “Ni la firmaron”. El Compressor, un auto valuado en un millón de pesos, terminó en manos de un “depositario judicial”.

“Manu” y “Vicio” todavía son jugadores desconocidos. Sin embargo, se secuestraron teléfonos en los allanamientos. Lo que digan esos aparatos puede ser crucial.

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