Gustavo Sebastián Nieva tuvo quien lo defienda a gritos e insultos cuando la Policía de la Ciudad llegó a Ciudad Oculta para llevárselo la semana pasada. Su familia y sus vecinos que lo habían refugiado salieron a la calle para evitar que lo esposen, mientras un grupo de efectivos con chalecos lo torcían en la vereda para doblegarlo. Criado en William Morris, hijo de un trabajador de una cooperativa de cable familiar, Gustavo dejó el secundario para empezar a delinquir poco después. Tenía apenas 20 años cuando según la Justicia mató a tiros a un hombre en la calle. Fue en el año 2002, su hermano y un amigo fueron sus presuntos cómplices.
Pasó años preso en un penal federal, tuvo un sueldo por trabajos penitenciarios, el único empleo en blanco que tuvo en su vida. Nieva había logrado también una libertad condicional en 2011, salir a la calle, una decisión del Tribunal N°28. Cuatro años atrás, su suerte se acabó.
El 8 de noviembre de 2016, el Tribunal Oral en lo Criminal N°19 con los jueces Horacio Barberis, Liliana Barrionuevo y Carlos Fernández lo declaró reincidente y ordenó su captura tras revocar su libertad condicional. Habían unificado dos penas en su contra: la pena por el homicidio y otra por un violento asalto. La condena era fuerte: 17 años de cárcel. El robo, un típico hecho de piratería del asfalto, ocurrió el 27 de junio de 2012 por la mañana en Villa Lugano, mientras Nieva estaba bajo libertad condicional, con un botín curioso.
Junto a dos cómplices abordó una camioneta Renault Trafic en la esquina de Leguizamón y De La Roza tras interceptarla en un Peugeot. Tomaron al conductor para desvanecerlo a culatazos de pistola, tres golpes en la cabeza. Uno de los ladrones tomó el volante, otro llevó al chofer a la parte trasera. Terminaron en Ciudad Oculta. Allí, el conductor despertó. Le dijeron que tome el Peugeot, un 504 destartalado, y se vaya.
Se quedaron con su carga, un transporte para la empresa Fel-Fort: más de 35 mil pesos en chocolates y una suma menor en efectivo. Sin embargo, el 504 tenía algo mucho más valiosa: una navaja, un teléfono Nextel y un DNI, a nombre de Gustavo Sebastián Nieva. Poco después el chofer fue encontrado por la Policía Federal, lo trasladaron al hospital Piñero donde un médico lo revisó, sin sufrir secuelas.
Al comienzo del caso, Nieva se negó a declarar, luego aseguró que al 504 se lo robaron unos ex empleados de su madre, que se enteró del robo en el barrio. Luego se descubrió que el Nextel estaba a nombre de su padre. El fiscal general del juicio, Eduardo Marina consideró “los cambios de versión efectuados por Nieva en sus declaraciones”, objetó según el fallo que condenó a Nieva que “la primera vez que declaró no hizo mención que había dejado el auto encendido con las llaves puestas y que estas circunstancias hacen a la mendacidad del encausado porque trató de alejarse de la prueba concluyente y dejó su tarjeta de presentación en el interior del móvil: su D.N.I”.
La pericia al Nextel también reveló mensajes que lo complicaban, enviados por un cómplice en el asalto, “El Pachu”, que hasta continuó enviándole textos cuando el teléfono todavía estaba en manos de la Policía.
Nieva, por otra parte, ni siquiera fue a reclamar el 504 al playón de la comisaría donde estaba retenido, aducía que el auto era casi chatarra, con poco valor. Su defensa, llamativamente, “manifestó que, aunque no sea políticamente correcto mencionar, su asistido, lamentablemente, estuvo detenido por otro hecho y no es ajeno a nosotros que en la cárcel se aprende mucho a mejorar la comisión de delitos”, dice la condena. Es decir, que un preso aprende, que la cárcel te enseña, por lo menos, a no ser tan estúpido como para olvidarte tu documento.
“Está bien si. Simplemente hace mucho que estoy afuera en la calle. Que mi delito principal, la primera vez que estuve detenido fue por un homicidio. Yo nunca fui chorro. Después, estoy laburando hace un montón. Nada más que eso. Me encuentro bien, soy feliz, vivo bien”, declaró Nieva al final.
Nieva recordó el homicidio que cometió, pero no un detalle: la pena por ese hecho se extinguiría en 2013, un año después del robo de los chocolates. Le quedaba tiempo por servir.
El crimen por el que fue condenado, bajo la calificación de homicidio simple, ocurrió el 17 de junio de 2002. Su víctima se llamaba Hugo Alberto Giménez. Según documentos judiciales, su hermano fue quien disparó las balas que mataron a Giménez con una pistola. Nieva intentó tirar también con un arma larga. El mecanismo no accionó con un gatillo trabado. No salió bala.
No importó: lo condenaron como coautor del hecho.
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