“¡Todo!”
“¡Dame todo!”
Literalmente, se llevaron todo.
Si hubo un traidor, un entregador, entonces, el dato era más que jugoso. El 27 de julio por la mañana, tres desesperados armados con pistolas irrumpieron en la casa de un empresario del barrio de Once para llevarse el botín más grande de toda la cuarentena. Aprovecharon el descuido de su empleada doméstica, la encañonaron para entrar. Sorprendieron a la mujer del empresario, sentada en su cama. Se llevaron su alianza de oro, su celular Samsung, algunas joyas. Pero había efectivo, mucho: un portafolio de cuero negro y herrajes dorados cargado con seis millones de pesos y cuarenta mil dólares. En una bolsa de tela blanca, otros dos millones más. Luego, ataron a las mujeres y se fueron, soltando una risa.
Los ladrones llevaban barbijos, camperas que decían “SEGURIDAD” en sus espaldas. Una cámara de seguridad los tomó al salir, viajaban en una camioneta Jeep Renegade blanca, patente perfectamente visible, limpia, sin denuncias. Había un cuarto hombre merodeando la zona, buzo negro con capucha. No estaban solos. Un Renault Fluence era su auto de apoyo. Su patente también estaba a la vista.
Sus víctimas, tras ser desatadas, pudieron describirlos. Notaron algo raro. Dos de ellos eran similares en porte y edad, tardíos veinte, tempranos treinta, pero uno de ellos parecía mayor, de 60 años. 61, para ser exactos. Enrique Laborde, carnicero en un supermercado chino de Lanús, tenía una vieja carrera como delincuente, cobraba una pensión en el Banco Nación. La Policía de la Ciudad lo arrestó esta semana junto a Braian Missart, su yerno, de 23 años, vecino de Gerli, ex empleado de una curtiembre.
No solo el Renault Fluence lo entregó a Enrique, un auto que pertenecía a su mujer y que Laborde tenía una cédula azul para usar: imágenes de seguimientos lo mostraban a él y a Braian, en una investigación meticulosa a cargo del Juzgado N°4 de Martín Yadarola con la secretaría de Verónica Bresciani. La ruta tanto de la Jeep como del Fluence fueron reconstruídas, cámara por cámara.
Así, cayeron, Enrique y Braian. No fueron los únicos. La estructura era mucho más grande que ellos dos.
Otros 11 miembros de la organización fueron arrestados en 19 allanamientos por la fuerza porteña, entre ellos cuatro policías de la Bonaerense, vinculados a la Comisaría 3° de Lomas de Zamora. El negocio era mucho más cínico que entrar a robar:
“La banda adulteraba los números de chasis y motor de vehículos que adquirían de forma legal. Estos autos se compraban con el dinero que robaban en las entraderas. En connivencia con los policías detenidos se simulaban falsos procedimientos en los que supuestamente los detenían por tener la numeración adulterada. Luego los policías extorsionaban al vendedor del auto y le pedían importantes sumas de dinero para no orientar la supuesta causa contra ellos. De esta manera, el personal policial cobraba el dinero y lo repartía con los miembros de la banda”, asegura una fuente policial. Los alias de los policías son al menos coloridos: “Manu”, “Vicio” y “Bicho”.
Hay entre ellos un sargento y un subcomisario, además de dos oficiales ayudantes. Gonzalo Catán, hombre acusado en la causa, identificado tras varias escuchas telefónicas, fue señalado como el articulador entre “El Viejo” Laborde y la mafia policial.
“La imputación a todos los 13 detenidos apunta a una asociación ilícita dedicada a cometer delitos contra la propiedad mediante el desapoderamiento de bienes y dinero. Así se detectaron en concreto dos robos en grupo y con armas en capital, la extorsión en la provincia, el acopio de armas a partir de los allanamientos”, aseguran desde la Justicia. Se les suma a todos en el grupo la violación a la cuarentena, el menor de sus problemas.
Los allanamientos encontraron una serie de armas de fuego y chalecos antibalas. La Jeep Renegade también fue detectada: su titular también había estado involucrado en otro hecho donde fue imputado Laborde, por el cual estuvo preso.
En su pedido, Yadarola y Bresciani pidieron la colaboración expresa del área de Asuntos Internos del Ministerio de Seguridad bonaerense. Tienen al menos un damnificado en la jugada mafiosa de los policías, un hombre de Wilde, con un Mercedes Benz en el medio.
Se secuestraron celulares: lo que digan esos teléfonos puede ser crucial.
Seguí leyendo: