El lunes por la mañana, el Tribunal Oral Federal N°6 integrado de manera unipersonal por la jueza Sabrina Namer condenó a dos empresarios de la comunidad china, Xiao Dong Lin y Wu Lin, hermano mayor y hermano menor. Les dio cinco años al primero, dos al segundo, por participar del mismo delito. Xiao Dong, el más complicado, está preso en una celda del penal de Marcos Paz, uno de al menos 25 ciudadanos de su país encerrados en el sistema federal de cárceles. Wu Lin se sienta con una tobillera electrónica en la parte trasera de un supermercado en Versalles, el domicilio que fijó.
Los dos son hombres de negocios oriundos de la provincia de Fujian que a pesar de cobrar beneficios de la ANSES como la Asignación Universal -en el caso de Xiao Dong- integraron dos empresas en los últimos cinco años junto a socios argentinos, firmas dedicadas según el Boletín Oficial al negocio de los supermercados. Xiao Dong, por su parte, había comprado otro supermercado en Pilar unos años antes.
Con ese perfil comercial no les habría sido difícil conseguir personal, alguien que controle la caja, la reposición o la verdulería. Namer, sin embargo, tras una acusación a cargo del Juzgado Federal N°12 bajo Sergio Torres y el fiscal Gerardo Pollicita, los condenó por el delito de tráfico de personas, captación, traslado y acogimiento con fines de explotación, abuso de una situación de vulnerabilidad, Xiao Dong como la cabeza del plan, Wu Lin como su participe secundario y encubridor. La pena fue un acuerdo entre partes, un juicio abreviado, el cierre de una historia larga, de 18 mil kilómetros de distancia, con una chica como víctima.
Ocurrió el 30 de marzo de 2018 en la esquina de Lope de Vega y Alcaraz, en Villa Devoto, cuando un policía vio a la joven mientras intentaba huir de dos hombres asiáticos, Xiao Dong y Wu Lin. “Es mi mujer”, gritaba Xiao Dong. La joven estaba en un claro estado de nerviosismo. Entonces, el oficial tomó su teléfono. A través de una herramienta de traducción, la joven pudo hacerse entender como pudo, sin poder hablar español. La mujer le dijo que no era la esposa de Xiao Dong. Dijo que el empresario la golpeaba, la abusaba sexualmente. X.Y, a casi 20 mil kilómetros de su casa, le pidió en idioma chino al policía de la Comisaría N°44 de consigna en plena noche que por favor la ayudara, que no la dejara sola. Había corrido doce cuadras por Villa Luro con una mochila colgada de sus hombros, todo lo que tenía, con Xiao Dong detrás.
Lo que tradujo el traductor virtual fue bestial. Es parte de la condena del TOF N°6, el acuerdo firmado. “Mi teléfono fue tomado por ellos y no puedo llamar”, “engañarme para venir a trabajar y golpearme para tomar mi teléfono celular”, “abusó de mi en la tarde y escapé de ser golpeada por ellos”, “no me dieron la cena y me encerraron en la habitación y me golpearon”. Por último: “tengo menstruación y también me violó”.
Xiao Dong y Wu Lin quedaron detenidos en el acto.
X.Y relató cómo había llegado a la Argentina poco más de diez días antes desde la provincia china de Fujian, de donde proviene la gran mayoría de los asiáticos que se dedican al negocio de los supermercados en el país. Habló ante una especialista del Programa de Rescate de Víctimas de Trata. Dijo cómo a través de una mujer en Fujian su captor había hecho una oferta jugosa, interesante, dos mil dólares por mes para trabajar de cajera en un comercio a pocas cuadras de la cancha de Vélez, el mismo lugar del que escapó para ir corriendo hacia el primer policía que se cruzara y donde hoy Wu Lin cumple su detención. La joven debería pagar su deuda trabajando. Contó cómo había salido desde China hacia Ecuador para pasar una semana en un hotel.
Luego, llegaría a Bolivia, donde se encontró finalmente con Xiao Dong. La transcripción del testimonio de la víctima sigue con cosas aberrantes. Señaló que escuchó una conversación telefónica que mantuvo Xiao Dong, que hablaba de “mandar a trabajar de putas” a “cuatro o cinco chicas”, que ella “le servía” porque “necesitaba novia”. Habló de una violación allí en el hotel, de cómo Xiao Dongo le secuestró su pasaporte, el chip de su teléfono, de cómo la subió a un micro para cruzar la frontera con un nombre falso.
Pasó una semana en Jujuy, donde, según la víctima, Xiao Dong la volvió a someter. Las violaciones, analizaron los especialistas, tenían un fin evidente: quebrarla, su ablande. Si fue así, entonces el ablande no funcionó. X.Y corrió a un policía y contó todo.
La división Trata de Personas de la Federal allanó su supermercado y sus otros domicilios, un supermercado en la calle Famatina: le encontraron boletos de avión de Aerolíneas desde San Salvador de Jujuy a Buenos Aires, además de tres chalecos antibalas con el número limado.
Xiaodong llegó a la Argentina hace poco menos de 20 años también desde Fujian. Le fue relativamente bien. Junto a Wu, su hermano menor, Lin montó la firma Bazar Group SA el 10 de marzo de 2016 para dedicarse al negocio de los supermercados. Ese mismo día, de acuerdo al Boletín Oficial, montó otra empresa, llamada Gran Dragón, creada para ese mismo fin también junto a Wu.
Aprendió a lo largo del tiempo un poco de español con cierta dificultad, aprendió a escribirlo. Se negó a declarar tras ser detenido. Luego decidió hablar ante la Justicia en compañía de su abogado, que también es el de su hermano Wu. El nombre del defensor sorprendió en aquel entonces: era el ex juez Daniel Llermanos, que representó a Hugo Moyano y su hijo Pablo. Los hermanos Lin no fueron son sus primeros clientes chinos; Llermanos trabajó “en causas de extorsión y amenazas en la comunidad”, aseguraba.
El ex juez anunció que apelaría el procesamiento del juez Torres. La prueba para exculpar a Xiaodong, dice Llermanos, estaba en el celular de su cliente. El empresario y su presunta víctima “fueron novios”, asegura: “Hay mensajes y fotos entre ellos con un claro contenido romántico”.
Una de esas imágenes ilustra esta nota: Xiaodong y la mujer que lo acusa de convertirla en una víctima de trata posan en un estudio supuestamente en algún punto de China con ropas refinadas, un vestido de gala para ella. “Un lujo asiático”, decía el defensor: “Hay mensajes en WeChat, una red similar a WhatsApp, muy usada por chinos, son típicos de un hombre y una mujer enamorados. Un secuestrador, un tratante, no le habla así a una mujer”.
En su condena, el Tribunal Oral N°6 no habló de este supuesto viaje a Asia, pero consideró lo obvio: que no había registros de la entrada de la víctima en Migraciones, que su pasaporte no tenía los sellos de visado. Los movimientos a Bolivia del empresario, por otra parte, fueron detectados. La víctima declaró que Xiao Dong la contactó supuestamente de la cárcel para que vuelva al supermercado, que allí le darían techo y comida, que tenía que “cambiar su declaración” para que el hombre pueda salir de la cárcel. Aseguró que su mamá, de vuelta en China, había sido amenazada.
Los abusos sexuales, finalmente, no fueron parte de la condena. La víctima regresó a China y no constaba en la causa una declaración testimonial hecha ante la Justicia que le permita a la fiscal de juicio Gabriela Baigún sostener la imputación.
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