Hacía una semana que Fernando José Marino había empezado a trabajar como repartidor, luego de perder su empleo en una empresa de medicina privada, y se había registrado en los rubros de la AFIP. La cuarentena establecida por la pandemia de coronavirus lo sorprendió desempleado y eso lo angustiaba, pero igual siguió buscando. Hasta que apareció una oportunidad. Con algunos ahorros que había juntado decidió comprarle la camioneta a su papá y entró a trabajar para una empresa que hace envíos de productos comprados a través de Mercado Libre.
Este lunes cerca de las 13, Fernando, de 28 años, conducía la Renault Kangoo gris que era de su papá por la calle República de Italia al 900, en la localidad de Adrogué, donde debía entregar un pedido. Viajaba a muy baja velocidad porque intentaba encontrar la dirección exacta de la entrega. En ese momento, una moto azul sin patente y con dos personas a bordo lo interceptó para supuestamente robarle.
“Sin mediar palabra se le pusieron a la altura de la ventana, en lo que creemos fue un intento de robo. En ese momento, Marino hizo un mal movimiento con el vehículo, como si hubiese pisado un pedal por error”, detalló un investigador a Infobae. En esa secuencia, que aún no fue completamente esclarecida, los delincuentes dispararon hacia el interior de la camioneta y lo hirieron a la altura de la axila.
Luego, escaparon sin robar nada.
“Sé que no se resistió porque acá siempre hablábamos que en esas situaciones uno tenía que levantar las manos y entregarse al robo. Yo creo que por ahí hizo algún movimiento que pudo haber llegado a desorientar a los tipos y le dispararon”, contó a Infobae Matías Forciniti, su primo.
La cámara de seguridad de un vecino tomó lo que vino después. Fernando abrió la puerta y se tiró al asfalto, donde se quedó sentado con la mano debajo del brazo, en el lugar donde había recibido el disparo. Su camioneta, mientras tanto, siguió andando despacio hasta chocar con un Ford Fiesta que estaba estacionado. Dos autos pasaron incluso por donde estaba el joven caído, pero ninguno frenó para asistirlo.
Los vecinos llamaron al 911 y Jonathan, un vecino que había escuchado la moto y la detonación desde su casa, salió a auxiliarlo. “El oficial le preguntó si podía esperar la ambulancia pero él no hablaba, solo asentía con la cabeza. Lo cargamos al patrullero pero se desplomó cuando lo quisimos subir. Tengo todavía la sensación del muchacho cuando se me desplomó encima mío”, contó en una entrevista con el canal TN. El móvil policial lo llevó de urgencia hasta el Hospital Lucio Meléndez, donde finalmente falleció.
Fernando convivía desde hacía muy poco tiempo en Sarandí con Mayra, su novia desde hace seis años, había terminado el colegio en la Escuela Secundaria de Jóvenes y Adultos de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV) –que también publicó un comunicado en el que lamentaron su muerte y enviaron condolencias a su familia– y estaba pensando en empezar una carrera universitaria.
Había trabajado siempre en el negocio de la familia, un local de comida y elementos para mascotas en Villa Domínico, pero hacía un tiempo había decidido independizarse y buscar un trabajo por su cuenta. Lo encontró muy poco tiempo antes de ser asesinado. “El fin de semana le compró la camioneta al papá, el domingo a la noche se quedó lavándola. Estaba muy entusiasmado y con ese envión que te da un nuevo comienzo. Hizo dos o tres entregas y pasó lo que pasó”, cuenta su primo Matias.
Durante toda la noche del lunes y la mañana del martes, las redes se inundaron de mensajes y condolencias para Fernando y su familia. “Querido sobrino, un hijo más para mí. Ayer te vi, nos abrazamos y me dijiste que estabas contento con tu nuevo trabajo y tus proyectos. Pero en tu camino se cruzaron dos hijos de mil putas y por nada te arrebataron tus sueños y la vida”, escribió Jorge, su tío. “¿Pedir justicia? ¿Qué justicia? Ya sos un ángel en el cielo. Por siempre en mi mente y mi corazón”.
“Te juro, cabeza, que no te das una idea de lo mal que la estamos pasando. Necesito que entres por la puerta del mosquitero, cagándote de risa, y nos digas que todo esto es una joda. Y si no, andá subiendo que allá arriba te vas a encontrar con tu abuelo Kiko”, publicó también Matías. “Te extraño, Fer. Y eso que te fuiste hace un rato. Supongo que tendré que aprender a manejarlo. Tu compañía era reconfortante, si te querían hasta mis amigos. Era una caricia al alma reírse con vos pero, si me permitís, voy a llorarte un poco más”.
“Cuando mataban a alguien siempre pensaba ‘pobre familia’. Hoy me tocó de adentro y te da ganas de pelear por una justicia mejor. Esto es una verdadera mierda lo que está pasando, nos estamos matando entre todos”, señaló esta mañana José, el padrino de Fernando. “Quiero justicia para mi ahijado, me arrancaron un pedazo de mi vida. No entiendo cómo hay abogados, jueces y fiscales que dejan libres a los chorros y todavía tienen la matrícula, y pueden ejercer y decidir quién sale y quién no sale, es una locura”, continuó.
En las próximas horas, en tanto, se conocerán los primeros resultados de la autopsia practicada al cuerpo de Fernando en la morgue judicial de Lomas de Zamora. Hoy les entregarán los restos así que su familia prepara para este miércoles una ceremonia mínima, de acuerdo a los protocolos por el coronavirus, para poder despedirlo. Mientras tanto, en la casa de la familia Marino, mientras aguardan alguna novedad o un avance en la investigación, la televisión está apagada.
La causa está ahora a cargo del fiscal Gerardo Mohoraz, de la UFI Nº 6 de Lomas de Zamora. Fuentes judiciales confirmaron a la agencia Télam que si bien hay un indicio sobre el paradero de los motochorros, los investigadores todavía analizan todas las cámaras de seguridad de la zona y los testimonios de los testigos que presenciaron la escena para reconstruir su huida.
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