Lucrecia, en cierta forma, eligió seguir adelante. Diez años atrás, dos motochorros asesinaban a su hijo Agustín Sartori, de apenas 18 años. Infobae la contactó en su departamento porteño, le propuso hablar para este reportaje. Lucrecia sostuvo que necesitaba tiempo para analizar la propuesta, aseguró que quería consultarlo con su hija mayor. Ningún periodista la había llamado en todos estos años. Prefirió no hablar, finalmente. Lucrecia tiene sus motivos.
“Nosotros decidimos seguir viviendo y olvidarnos del tema. No de Agustín, por supuesto, pero sí de las personas que lo mataron. Necesitábamos seguir adelante”, dijo.
El 23 de junio de 2010, a bordo de una Honda XR 250 Tornado sin patente, Pedro Alberto Calabressi y Santiago Martín Segundo zigzagueaban sin casco entre los autos por las calles de Las Cañitas, buscando su próxima víctima. No tardaron demasiado en encontrarla. La mujer, que conducía un Mazda gris, los vio por primera vez a un costado de su auto, cuando se detuvo en un semáforo. El que viajaba atrás de la moto entró por el vidrio del lado del acompañante y le arrebató la cartera que la mujer llevaba apoyada en el asiento.
Con una diferencia de diez minutos, los motochorros repitieron la maniobra con un Peugeot 407 y se dieron a la fuga. En el camino, luego de pasar un semáforo en rojo, se cobraron la vida de Agustín Sartori: un adolescente de 18 años, que caminaba por las inmediaciones del Hospital Militar.
Ya había robos motochorros en el país, no eran algo nuevo, sino una tendencia que había crecido con los años, con el auge en el mercado de las motos enduro y de baja cilindrada, la popularidad del vehículo llevaba a su nuevo uso para ataques y arrebatos.
En 2007, los controles en la ciudad de Buenos Aires comenzaron a repetirse, una modalidad reservada usualmente para arrebatos a las salidas de bancos, ataques piraña en financieras a quienes salían efectivo en mano. Con el tiempo, los arrebatos comenzaron a producirse en otros barrios, en otros puntos del país, ataques para tomar carteras, teléfonos que terminaban en el circuito ilegal de galerías. En agosto de 2007 en Caseros, un hombre terminó muerto tras una salidera bancaria, su pareja baleada en una pierna. En diciembre de ese año, otra joven fue asesinada en un asalto en Garín. En 2008, según datos de la Procuración, 3588 causas involucraron el uso de motos. En 2009, se duplicaron y más, 7834.
El término ya existía en el aire. Pero el caso Sartori, la muerte violenta e insensata de Agustín, fue el impacto inauguró de lleno una era que sigue hasta hoy con sangre derramada en el asfalto argentino.
Hijo del ex teniente coronel Juan Pedro Sartori, y de Lucrecia, hermano de Josefina y de María del Pilar: Agustín Sartori cursaba el quinto año en el Instituto Social Militar “Doctor Dámaso Centeno”, del barrio de Caballito. Además, era tercera línea del club de rugby Centro Naval y estaba a punto de ingresar al seleccionado nacional juvenil, Los Pumitas. Ese miércoles, Agustín regresaba del Hospital Militar donde realizaba un tratamiento kinesiológico por un problema en una de sus rodillas. Mientras caminaba por la Avenida Luis María Campos, entre Jorge Newbery y Benjamín Matienzo, fue atropellado por la moto de potente cilindrada en la que se movilizaban Pedro Alberto Calabressi y Santiago Martín Segundo, de 27 y 28 años.
Luego de embestir al joven, los ladrones cayeron heridos y fueron detenidos. El adolescente sufrió una fractura de cráneo con una hemorragia meningoencefálica que, horas después, causó su muerte.
Tras el asesinato del adolescente hubo marchas para pedir justicia, varias misas organizada por la familia Sartori en la Parroquia de San Benito. Hubo, también, más de 40 avisos fúnebres en un diario porteño y una carta de despedida que le escribió su entrenador de rugby, que se viralizó.
“Que sepa la sociedad que se fue una persona joven con un potencial humano increíble. No sé qué podemos decir de estos personajes que hicieron ésto, sólo que se haga justicia; pero ni la Justicia, ni los años que se le podría dar a esta escoria humana nos devolverán a nuestro hijo, hermano, compañero y amigo ‘Coquito’ (...) Con todo el dolor del mundo y la impotencia que sentimos, te decimos gracias por haberte conocido, nos vas a hacer mucha falta amigo mío”, firmó Horacio Luis.
Tiempo después, Calabressi y Segundo, porteños ambos, fueron detenidos, con una investigación del fiscal Adrián Peres y la jueza Susana Castañera. Calabressi fue indagado en un hospital, donde se encontraba con heridas leves: negó los cargos.
Mientras tanto, el entonces jefe de gabinete porteño Horacio Rodríguez Larreta, y el ministro de Seguridad, Guillermo Montenegro reclamaban que se apruebe el proyecto oficial para que motociclistas y sus acompañantes usen un chaleco que lleve la patente impresa y la prohibición de que puedan circular dos personas a bordo en el microcentro, un reclamo también repetido en territorio bonaerense.
El juicio oral y público se llevó a cabo casi un año después del incidente en agosto de 2011. Segundo llegó al juicio en libertad. El imputado Calabressi sostuvo ante el Tribunal Oral en lo Criminal N° 7 -integrado por los jueces Gustavo Valle, Daniel Morín y Juan Facundo Giúdice Bravo- que nunca imaginó que iba a pasar una cosa así, al tiempo que explicó que cometió los robos porque estaba “sin trabajo” y con su padre afectado por una grave enfermedad. “Estoy arrepentido, jamás pensé que iba a ocurrir algo así. Asumo mi responsabilidad de que me bajé a robar, pero la moto no la venía conduciendo yo”, aseguró.
Segundo negó toda responsabilidad según crónicas de ese entonces y le echó la culpa a su compañero. “Cada uno cumplía un rol y el mío era bajarme y romper los vidrios. La moto la maneja él”, declaró en una de las audiencias.
El Tribunal finalmente condenó a Calabressi el 3 de septiembre de 2011 a 6 años y 6 meses de prisión por homicidio culposo. Además, le aplicaron un agravante por “conducir de manera imprudente”, motivo por lo cual se le prohibió volver a manejar por 10 años. Segundo fue condenado a solo 3 años por la coautoría en los dos robos: Calabressi fue considerado finalmente el conductor de la Honda Tornado. Su abogado aseguró que apelaría. Su cómplice lo contradijo hasta el final.
Tras cumplir su condena, el 22 de diciembre de 2016, Calabressi quedó en libertad. Pero le duró poco.
Siete meses después, el 24 de julio de 2017, volvió a infringir la ley cuando entró a robar a un departamento junto a otros dos motochorros que, previamente, habían arrebatado una cartera de un auto en la zona de Almagro, apelando a la misma modalidad que él utilizó una década atrás, minutos antes de atropellar a Agustín.
Con las llaves y los datos de la dirección de la víctima, los motochorros y Calabressi entraron en el domicilio y comenzaron a desvalijar el departamento en la calle Castro Barros al 1500. Según un documento de la causa, “encontró a los agresores en su interior, por lo que salió al palier y comenzó a gritar. Debido a ello, los sujetos la arrojaron al piso, le taparon la boca para que no grite y la ingresaron a la vivienda, exigiéndole que les indique donde estaba el dinero y las joyas, tras lo cual sustrajeron la suma de $900, $400 chilenos y un teléfono celular marca LG, modelo G4″.
Finalmente, fueron detenidos. Faltaba un cómplice por encontar, al que apodaron “El Muerto”.
Por el hecho, Calabressi fue condenado en agosto de 2018 por el Tribunal N°24 a cuatro años de prisión que, desde entonces, cumple en el Complejo Penitenciario Federal de Devoto del que podrá salir el 28 de agosto de 2021.
Juan Pedro Sartori, el papá de Agustín, no llegó a enterarse de la noticia. El ex militar y ex jefe de la custodia de la Casa Rosada y de la Quinta de Olivos, falleció de cáncer el 5 diciembre de 2015. Tenía 57 años.
En el medio, en todo ese tiempo, la modalidad que le quitó la vida a su hijo se convirtió en la norma del robo urbano en la Argentina. Solo en la Ciudad de Buenos Aires, según datos del Ministerio de Seguridad porteño, hubo casi 42 mil robos motochorros entre 2016 y 2019, diciembre de 2018 fue el pico con 1271 ataques, un promedio de 26 robos porteños por día.
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