Por error, o para protegerlo de una caída, sus compañeros lo dieron por muerto.
Le dicen El Nene. Tiene 63 años y es el único de la banda del Robo del Siglo al banco Río de Acassuso, ocurrido el 13 de enero de 2006, que no se disfrazó ni usó peluca. Se vistió con jeans y camisa y usó lentes de sol.
Ni siquiera fue delatado por Alicia di Tullio, la esposa de Alberto de la Torre, uno de sus compañeros. No fue detenido y, mucho menos, considerado sospechoso.
Es el séptimo miembro del grupo que cometió el robo más impactante de la historia criminal argentina. El hecho fue llevado al cine y protagonizado por Guillermo Francella y Diego Peretti. Más de dos millones de personas vieron la película, pero El Nene ni figura.
Pero nada podrá quitarle el hecho de haber sido parte de la banda. El último en entrar.
Lo que se sabe es que está vivo. Pero no en libertad.
El séptimo está preso en un cárcel argentina. Por otro delito. Un robo mucho menor al del siglo, pero no hay más detalles.
En el Robo del Siglo hasta ahora sólo fueron mencionados, y dieron la cara, cinco: Fernando Araujo, el ideólogo, Luis Mario Vitette Sellanes, el negociador, Rubén de la Torre, el primero en entrar en el banco, Julián Zalloechevarría, el que manejó la combi y no participó del robo porque venía de una operación por un enfrentamiento, y Sebastián García Bolster, el “ingeniero”.
El sexto, aunque su rol fue clave, es el “ladrón fantasma” entrevistado en exclusiva por Infobae y que nunca fue detenido. No fue el único que se mantiene en el anonimato.
“Al banco entramos cuatro porque dos se quedaron afuera, pero fuimos detenidos y condenados cinco, y la banda era de siete ladrones”, dijo una vez Vitette, el “ladrón del siglo” o “el hombre del traje gris”, porque entró vestido así para negociar y engañar a más de 300 policías que aquella mañana rodearon la manzana del banco antes de que huyeran con casi 20 millones de dólares. Después de dejar la frase: “En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es sólo plata y no amores”.
Vitette fue el que recomendó al “ladrón invisible” de la banda. “Es uruguayo como yo y tiene experiencia”, dijo.
El séptimo ladrón no sólo es un enigma en sí mismo, sino en su presente: no se sabe qué hizo con el botín, si se mantiene en contacto con alguno de sus ex compañeros y por qué siguió robando después del famoso asalto. Pudo haberse retirado y disfrutar del dinero o quizá volvió al ruedo delictivo por adrenalina.
Una vez, Beto de la Torre dijo que después del Robo del Siglo pensó en volver a robar para no “dejar tirados” a otros “compinches” que estaban en la mala y le proponían cometer ilícitos. “Era una manera de darles una mano y a la vez de que no creyeran que me había agrandado, pero no hice nada al final porque me detuvieron antes”.
El propio Vitette menciona a El Nene en su libro El ladrón del siglo:
“Yo iba impecable en mi traje gris de tres piezas; el Nene llevaba un pantalón de vestir y una camisa blanca, lentes grandes para sol y un maletín. Caminamos dos cuadras hasta encontrar un Ford Escort estacionado y allí nos quedamos conversando en calma. Minutos después, aparecieron otros dos compañeros: el Doc (el ladrón fantasma), vestido con una peluca y anteojos, y el Beto (De la Torre), con un gorro de lana y túnica blanca. Se saludaron como si nada. Casi enseguida apareció el quinto integrante del grupo, Donatello (Araujo). Ya estábamos todos”.
Luego contó que mientras él se puso un bigote postizo, anteojos de aumento y una kipá, El Nene se roció con pegamento las yemas de los dedos para enmascarar las huellas dactilares.
“El Nene y yo dimos unas zancadas hasta llegar al primer piso.
—Todo el mundo al piso, esto es un asalto—repetimos.
Y fue la conmoción. El banco estaba repleto de gente. El Nene se hizo cargo de la situación, y yo pegué pegué dos zancadas más, pasé entre el Blindex y el techo y salté para atrás de la línea de cajas”.
Sobre el final de su versión del reparto del botín del asalto, contó que se fue con El Nene.
“Cada uno con nuestras dos bolsas de dinero, salimos hacia la camioneta. Ya aclaraba, amanecía. Subimos y la cara del Nene era indescriptible. La venía pasando muy mal. Había perpetrado algún ilícito, pero, como dicen en el ambiente, no daba pie con bola, no venía bien económicamente, y ahora cargaba con dos tremendas bolsas de dinero. La camioneta tomó por la Panamericana, General Paz, 9 de Julio, otra vez Barracas, hasta la puerta del Nene. Se bajó y todavía no lo podía creer. Agarró sus dos bolsas, dio la vuelta, abrazó, besó, me agradeció y se metió en su casa”.
–¿Qué sabe de El Nene? –le preguntó Infobae a Vitette.
–Que vive, no puedo decir más. Quién te dice que salga a hablar –respondió desde su joyería Verde Esmeralda, en Uruguay.
Cómo llegó a la banda
El banco Río de Acassuso tenía tres plantas: el subsuelo, la planta baja y el primer piso. Las cajas de seguridad estaban en el subsuelo. Esa distribución arquitectónica era una especie de solución para la banda. Araujo propuso dividir los rehenes entre esos tres ambientes. Eso invalidaba cualquier asalto sorpresivo del Grupo Halcón, que no podría irrumpir si no era capaz de controlar a los rehenes en un solo movimiento.
En una de las reuniones meses antes del robo, en el atelier de Araujo -además de experto en artes marciales era artista plástico- De la Torre expuso una inquietud:
–Saben, estuve pensando y está todo muy lindo pero el tema del primer piso no me cierra. Arriba sube Mario solo, me parece que tendría que ir alguien más, ¿por las dudas, no?
No era una opinión más, su experiencia en asaltos importantes le dio la sabiduría y el instinto para reconocer posibles problemas. De la Torre siempre decía que un asalto no se puede teorizar. Es pura práctica.
– Betito, ¿decís de convocar a otro más? –preguntó Marito.
–Qué se yo, para asegurarla más, ¿no les parece?
–Me parece bien –aprobó Araujo. Ese punto también me hace ruido. Marito tiene que dedicarse de lleno a la negociación, necesita alguien que le haga la segunda y que controle a los rehenes del primer piso. Beto, Marito, ¿se les ocurre un nombre?
Beto había pensado en un viejo ladrón que había integrado la superbanda que robaba bancos y blindados en los años ochenta y noventa, pero Marito le ganó de mano:
–Tengo un amigo que anda con libertad condicional. Uruguayo como yo. Le dicen el Nene.
Lo citaron ese mismo día en un café situado a la vuelta del atelier. Además de delinquir, el nuevo miembro de la banda estudiaba teatro.
–Busco más sangre fría que coraje –le aclaró el líder antes de aprobar su incorporación.
El Nene se puso al día y aceptó recibir una parte mucho menor del botín por haberse sumado casi al final.
Del pasado del séptimo, según pudo reconstruir Infobae, se sabe que la mayoría de sus robos fueron cometidos a mano armada. “Es un cañero, en cambio Vitette fue escruchante, los que desvalijan casas sin ocupantes, y Hombre Araña, así como otros son boqueteros”, dice un allegado al misterioso delincuente.
Otro dato: en una época de su vida delinquió en Italia. Como tantos otros ladrones rioplatenses, entre ellos el mítico hampón Jorge Villarino, el Rey del boleto, por sus fugas. También lo llamaban el intelectual del hampa porque leía a Gabriel García Márquez.
“Es el ninguneado de la banda, quizá algún día decida hablar”, dice el hombre que aún sigue en contacto con él. ¿Dará la cara el personaje menos conocido de la banda más conocida del delito argentino?
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