Walter Busse nunca supo cómo terminó la historia. Se enteró, básicamente, por el diario, nueve años después. Un llamado de Infobae ayer viernes por la tarde le dio la noticia. Busse se sorprendió, jamás lo habían citado de la Justicia penal, nunca había sido convocado en un juicio, nadie lo llamó para avisarle de cómo había terminado el caso que manchó su vida y quién era la principal responsable. Prefirió no hablar del tema, lo considera una cuestión cerrada.
El 26 abril de 2011, Busse, hoy de 33 años y en el plantel de Ferro, ex Defensa y Justicia, ex Gimnasia y Esgrima de Jujuy- que jugaba en Independiente y estaba de novio, salió una noche al volante de su Mini Cooper, rumbo al casino de Puerto Madero. Conoció a una chica que lo abordó, una tal “Natalia”. La llevó a su departamento en la calle Hortiguera donde estaba su hermano, bebieron cerveza, mientras “Natalia” llamaba con insistencia a una amiga para que fuera al departamento. La amiga llegó, una tal “Luciana”.
Busse despertó a las 15 horas del día siguiente, drogado y somnoliento, atontado. “Seducido y asaltado”, dijeron los recortes de ese entonces: “Un jugador de Independiente, víctima de las viudas negras”.
El caso fue tomado en broma por algunos, en serio por otros. Su novia de aquel entonces, Solange Rivas, lo dejó, con algunas escenas posteriores en programas de televisión. Muchos se preguntaban por el perro de Busse, de raza sharpei: las viudas negras se habían robado hasta el perro, además de una notebook, un iPad, dos celulares Blackberry, una cámara Sony, su televisor de 32 pulgadas y su MiniCooper. El futbolista colaboró con el expediente, algo que articuló su entonces representante, dio su declaración testimonial y su sangre al laboratorio de Análisis Químico de la Policía Federal, que encontró rastros de metabolización de una benzodiazepina, el psicofármaco que bebió en la cerveza que le dieron sus atacantes. Según consta en la causa, se la dieron de beber de boca a boca.
Con el tiempo, el futbolista se olvidó de todo, o intentó dejarlo detrás. De vez en cuando la prensa se lo recordaba, pero no mucho más que eso. El Mini Cooper apareció, fue encontrado por policías de la Bonaerense en Villa Elisa, zona de La Plata. Del sharpei jamás se supo nada. El jugador nunca supo quiénes lo drogaron y le robaron.
El 8 de febrero de 2019, el Tribunal Oral en lo Criminal N°3 presidido por Gustavo Rofrano condenó a dos mujeres a tres años de prisión de ejecución condicional -una pena sorprendentemente baja “acordada por las partes”, según el fallo posterior- por el ataque a Busse, considerado un robo en poblado y en banda. Fue parte de un pack, por así decirlo, el “hecho D” en una lista de ocho casos idénticos ocurridos entre 2009 y 2011, hombres abordados en la noche, drogados con benzodiazepinas y robados, con botines en dólares mucho más jugosos que un Mini Cooper descartado y un perro sharpei, con víctimas como empresarios, consultores económicos, hombres en autos caros abordados a la salida de discotecas.
Las condenadas por el robo a Busse fueron dos, identificadas tras un complejo cruce de datos telefónicos: Cinthia, del Barrio Marítimo de Berazategui, y Aldana Inés, también de Berazategui. Hoy, Cinthia está prófuga otra vez. En medio de su pena en suspenso, fue acusada del mismo delito, drogar y saquear a un empresario gastronómico de 52 años en Recoleta a fines de mayo junto a otra cómplice. Lo hizo supuestamente con su nuevo alias, “Mica”.
El botín fue valuado en 70 mil dólares, entre dinero en efectivo, relojes de marcas como Rolex y Hublot, un iPhone 11, además del Toyota Corolla que manejaba el hombre y que fue descartado en Parque Centenario.
Cinthia, o “Mica”, jamás le dio su verdadero nombre al empresario. Sin embargo, ese nombre no fue difícil de encontrar para los investigadores del caso, con el fiscal Daniel Pavlovsky y el Juzgado N°62 subrogado por Edmundo Rabbione.
Infobae reveló su historia y publicó su foto, con su rostro borrado, visiblemente alterado por filtros de imagen, el empresario lo había conservado de sus comunicaciones. A pesar del anonimato, Cinthia se supo prófuga desde un primer momento. Así, “Mica” hizo su jugada. Su abogado, Alejandro Cipolla, querellante de la familia de Natacha Jaitt en la causa que investiga su muerte, se presentó en el Juzgado con un pedido de eximición de prisión. El juez subrogante Edmundo Rabbione dijo que de ninguna manera. El fiscal Pavlovsky ya la seguía hace tiempo, tenía cinco causas abiertas en su contra, todas por el mismo delito.
En paralelo, un veterano detective en una fuerza de seguridad del Estado también veía la foto en el diario. Se presentó en una fiscalía, llevó fotos e información: sabía de “Mica”, o de Cinthia, su nombre real, su posible domicilio actual en la zona sur del conurbano. El detective sabía de su historia, mucho más larga que una dosis casi letal de una pastilla en una copa de champagne.
Mientras tanto, la foto de Cinthia llegó a Walter Busse. No la recordaba. “Pasó mucho tiempo”, aseguró.
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