Las noches de boliche y los trucos criminales de “Mica”, la viuda negra buscada por robarle 70 mil dólares a un empresario

Cinthia es su verdadero nombre. Luego de que su caso fue revelado en Infobae, intentó que la Justicia le otorgara la eximición de prisión y no lo logró. La condena en su contra que revela once años de ataques con botines en dólares y trajes italianos

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Cinthia del barrio Marítimo de Berazategui, con un legajo en el Registro Nacional de Reincidencia, perfeccionó el arte de no ser ella misma, no en su apariencia. A veces era rubia, a veces morocha, a veces se llamaba “Lorena”, quizás “Luciana” o “Mica”, el alias que usó en los últimos tiempos. Los filtros típicos de Instagram ayudaban a eliminar el rastro, así como las cirugías, los extensos tatuajes negros. A veces ganaba, a veces perdía, más de una vez cayó. Pero Cinthia nunca se detuvo. Ser ella misma, precisamente, podía ser un problema.

Dos semanas atrás vio su cara en el diario: un artículo de Infobae detallaba su última aventura, la última acusación en su contra, la historia cómo ella y una cómplice apodada “Maru” sedujeron por WhatsApp meses a un empresario gastronómico para concretar una cita en el departamento del hombre de 52 años en Recoleta el 25 de mayo pasado. Llegaron hasta allí en el auto del empresario, había enviado por ellas a su chofer. Bebieron champagne, dijo el empresario a la Policía de la Ciudad la mañana después. Supuestamente era una reunión de negocios, se atajó el hombre. Una de las dos, según su relato, introdujo una dosis de una benzodiazepina casi letal en su copa. El empresario se desvaneció. Se despertó saqueado: “Mica” y “Maru” se habían llevado un total de 70 mil dólares en efectivo, relojes de marcas como Rolex y Hublot, su iPhone 11 y las llaves de un Toyota Corolla que un amigo le había prestado y que las mujeres usaron para su fuga.

El empresario conservó su foto de perfil, fuertemente filtrada, con sus rasgos suavizados, su pelo de otro color, y la entregó a la Justicia, en un caso a cargo del Juzgado N°62. La imagen fue publicada con su cara borrada, pero “Mica” se reconoció de todas formas. El artículo ni siquiera decía su nombre real, porque los investigadores todavía ni siquiera lo conocían. Se supo prófuga desde un primer momento. Así, “Mica” hizo su jugada. Su abogado, Alejandro Cipolla, querellante de la familia de Natacha Jaitt en la causa que investiga su muerte, se presentó en el Juzgado con un pedido de eximición de prisión. El juez subrogante Edmundo Rabbione dijo que de ninguna manera. El fiscal Daniel Pavlovsky ya la seguía hace tiempo, tenía cinco causas abiertas en su contra, todas por el mismo delito.

En paralelo, un veterano detective en una fuerza de seguridad del Estado también veía la foto en el diario. Se presentó en una fiscalía, llevó fotos e información: sabía de “Mica”, o de Cinthia, su nombre real, su posible domicilio actual. El detective sabía de su historia, mucho más larga que una dosis casi letal de una pastilla en una copa de champagne.

El 8 de febrero de 2019, Cinthia, hoy de 36 años, tuvo que sentarse con su verdadero nombre ante el Tribunal Oral N°3 de la ciudad de Buenos Aires. Ya había estado presa, pasó ocho meses entre 2015 y 2016 encerrada en un penal federal. Así, junto a una cómplice, fue condenada por siete hechos de robo en todas sus variantes: simples, en poblado y en banda, a mano armada.

La condena, reflejada en un fallo de 55 páginas, no habla de la imputación contra una ratera, sino de la historia de la viuda negra maestra de la noche de la ciudad de Buenos Aires.

Cinthia, según la acusación en su contra, precisamente atacaba de noche. El primer hecho en su contra en la larga lista data de diciembre de 2009, tres chicas en la esquina de una disco.

Cinthia sin filtro, en fotos
Cinthia sin filtro, en fotos de sus redes sociales.

Se hacía llamar “Lorena” esa noche, en la disco Rumi de Figueroa Alcorta y Pampa. Estaba junto a dos amigas: un hombre las encontró en la esquina cercana a la disco y las subió a su auto, para seguir la noche cerca de las 2:30 de la mañana en la casa de un amigo suyo, un consultor económico 20 años mayor que Cinthia, que tenía un departamento en la calle Sánchez de Loria. Así, bebieron, el consultor y su amigo con las chicas.

El consultor se despertó a las 9 de la mañana, atontado. Las chicas no estaban, tampoco 3 mil dólares, tres relojes, sus tarjetas de crédito y débito, su carnet de conducir, ropa, joyas, su pasaporte. Hasta le robaron el monitor de su computadora. A su amigo lo desplumaron mientras dormía: le quitaron hábilmente su Tag Heuer modelo President de su muñeca, un reloj de oro y plata, le quitaron sus cadenas de oro; el auto en el que las había llevado, un Daewoo, también se fue con ellas. Tuvieron apoyo, supuestamente, un hombre de Lanús que luego fue identificado, que en ese entonces trabajaba en una curtiembre.

Cinthia volvió a Rumi en septiembre del año siguiente, también con amigas. Su marca fue un joven empresario dedicado al negocio del transporte y los taxis, que había ido a la disco con tres amigos esa noche. “Luciana” fue su nombre para la ocasión, estaba junto a una amiga. Decidieron luego ir a Cocodrilo, donde una tercera amiga se sumó. Terminaron en el departamento del empresario. Bebieron cerveza del pico, giraron la botella. El empresario y sus amigos se quedaron dormidos, pero el empresario despertó: según su relato, vio a Cinthia revisando su placard.

Cinthia no se amedrentó: le apuntó con una pistola y le dijo que beba un vaso de cerveza que le entregó. Luego, el empresario durmió otra vez. Despertó a las 14, sin su computadora, su carnet de Boca, un sobre con mil dólares y las llaves de su Dodge Journey.

Volvió a atacar en marzo de 2011. Cambió de escena. Esta vez fueron las inmediaciones de la disco Ink sobre Niceto Vega en Palermo. Esperó junto a una amiga a la salida, cuando vio a otro joven empresario junto a un amigo que dejaban el lugar en un Audi A3. Los cuatro se fueron al departamento del empresario en la calle Miller. A pedido de las chicas, el empresario del Audi despidió a su amigo. Tuvo que ser asistido por el SAME y por su mamá horas después. Para ese entonces, Cinthia había desaparecido con el Audi A3, con 15 relojes de marcas como Bulgari o Cartier, una MacBook Pro, cuatro trajes Salvatore Ferragamo, dos trajes Armani, un traje Prada, zapatos Gucci, siete mil dólares cash, todas sus tarjetas, su televisor de 42 pulgadas y las llaves de su casa. Cinthia y su cómplice, otra vez, tuvieron un chofer para la huida.

Los ataques se repiten en la lista, todos más o menos parecidos, hombres en autos caros, cerveza con pastillas, un chofer para la fuga, robar cualquier cosa menos un par de medias. Otro golpe en febrero terminó con una lapicera Mont Blanc de plata, una Playstation 3 recién salida al mercado, mil euros y mil dólares. Para ese entonces ya tenía una cómplice fija, Aldana Inés. Cambiaba de escenario, el casino flotante de Puerto Madero, donde enlazó al dueño de un bar. El hombre se mostró reticente a beber champagne con ella, al menos no tanto.

“Dale, si querés te la doy en la boca”, le dijo Cinthia. Entonces, se la dio, boca a boca, como si fuese un pajarito bebé, con la droga que lo durmió. Llegó a enlazar también a dos hombres de nacionalidad árabe en el Hipódromo de Palermo.

Otros asaltos fueron más deslucidos, en vez de robarse un Audi, se robó una pava eléctrica, una planchita para el pelo y un mantel.

Cinthia en otra foto de
Cinthia en otra foto de sus redes, circa 2015.

Las activaciones de celdas de teléfono fueron la clave para encontrarla, junto a los aparatos robados, en un complejo entrecruzamiento: Cinthia cuidaba su rastro usando aparatos registrados a nombre de terceros. “Bebo”, su novio de aquel entonces, acusado de ser un chofer en las fugas, fue otra puerta de entrada. Un Volkswagen Gol con el que fue visto en uno de los ataques terminó en poder de su mamá, algo que descubrió la PFA-

La división Delitos contra la Salud de la Federal la arrestó el 18 de julio de 2011, allanaron su casa donde estaba su cómplice. Encontraron gran cantidad de psicofármacos, blisters de benzodiazepinas, lo mismo que la División Laboratorio Químico de la Federal encontró metabolizado en la sangre de una de sus víctimas.

La pena por todos estos ataques fue particularmente baja: tres años en suspenso para ella y para su cómplice, “pena acordada por las partes”, dice la condena. Menos de un año después, con una pena en suspenso, Cinthia, o “Mica”, fue acusada otra vez.

Hoy está prófuga. Lo seguirá estando. Su defensa asegura que su fuga continuará, al menos, mientras la Cámara de Casación resuelva su última apelación presentada.

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