“¡Buen día, somos del correo!”: la historia forense detrás del robo y asesinato de un reconocido científico de 80 años en Entre Ríos

A Pascual Viollaz lo mataron a los golpes dos asaltantes. Fue en su casa de la ciudad de Villa Elisa, a fines del mes pasado. Un jubilado fue acusado de ser el jefe del ataque

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Pascual Viollaz, la víctima
Pascual Viollaz, la víctima

“¡Buen día! Somos del correo. Tenemos un paquete para usted.”

El 25 de mayo pasado por la mañana, Pascual Viollaz, ingeniero químico e investigador jubilado del CONICET de 80 años, escuchó el timbre de su casa de la ciudad de Villa Elisa, en Entre Ríos. Se sorprendió porque vivía solo, no esperaba a nadie. Cuando se asomó, vio a dos repartidores, uno de ellos con una caja en la mano. Le pareció extraño porque tampoco tenía nada que recibir. Decidió abrir la puerta: esos dos hombres fue a los últimos que vio en su vida, porque lo llevaron a la muerte. Eran en realidad ladrones y la entrega, un cuento del tío. Tan solo unos minutos tardaron en golpearlo hasta asesinarlo.

Ese mismo día, cerca de las 4 de la tarde, un agente de la policía rural de Entre Ríos observó una camioneta Toyota Hilux al costado de la autovía 14 que conecta Villa Elisa y la ciudad de Colón, muy cercana una de otra. Cuando se acercó, noto que estaba abierta y que en el interior no había nada ni nadie. La habían abandonado. El efectivo dio aviso a la comisaría local que por la chapa pudieron identificar identidad y domicilio del dueño: la camioneta era de Pascual Viollaz.

Dos patrulleros se acercaron hasta la casa de la víctima, ubicada en la calle Churruarín al 400. Se trata de una zona rural periférica a la ciudad, con calles de tierra y con casas bien espaciadas unas de otras. Los policías tocaron timbre pero nadie atendió. Se asomaron por la ventana y vieron el cadáver de Viollaz, tendido en el piso, con precintos en sus muñecas y tobillos y con una bolsa de tela en la cabeza.

El caso, entonces, fue un homicidio. Quedó en manos del fiscal Alejandro Perroud.

“Inmediatamente se dio aviso a la fiscalía y se entró a la casa. El cuerpo tenía sangre seca por lo que en ese momento supimos que llevaba algunas horas muerto. En la casa estaba todo revuelto. Como el hombre vivía solo y no tenía visitas frecuentes no se pudo determinar cuánto le habían robado pero encontramos una caja fuerte abierta y vacía”, señalan fuentes cercanos al caso.

Pero en medio de la inspección, el equipo de criminalística comandado por el fiscal Perroud encontró un elemento que se convirtió en la clave de la investigación. Sobre una de las mesas de la casa, los delincuentes habían dejado olvidada la caja que habían usado de señuelo para engañar a la víctima haciéndose pasar por falsos empleados del correo, un error grosero.

La casa de Viollaz, donde ocurrió el hecho.
La casa de Viollaz, donde ocurrió el hecho.

La caja correspondía a una pastelería de la ciudad de Colón que en su interior tenía solo pedazos de cartón para simular mejor el bulto y hacerlo más creíble. Además, colgaba de ella una esquela con el nombre manuscrito de la víctima. La división de criminalística de la Policía de Entre Ríos encontró, además, una huella dactilar sobre la caja. Tras analizarla con un software de reconocimiento y compararla en el sistema de antecedentes descubrieron que esa impresión pertenecía a una mujer llamada Andrea E., de 25 años, con domicilio en Concepción del Uruguay.

Las preguntas fueron obvias. ¿Quién era esa mujer? ¿Qué vinculación tenía con los delincuentes? ¿Podía ser ella una de las personas que ingresó a la casa y luego asesinó a golpes a Pascual?

En paralelo, mientras los detectives empezaban a atar cabos, llegó a la oficina del fiscal el resultado de la autopsia. El documento detallaba una gran cantidad de golpes de puño en la cara y el cuerpo y varias costillas fracturadas.

“Literalmente le pegaron hasta que lo mataron. Fue sin piedad. Probablemente lo golpearon incluso estando ya atado de pies y manos. No hay lesiones de arma de fuego ni de arma blanca y tampoco asfixia. La bolsa en la cabeza probablemente fue porque no se bancaron ver lo que le hicieron”, conjeturaba uno de los forenses en un diálogo informal con la fiscalía.

Por esas horas llegó otra información importante que ayudó para formar el rompecabezas. Mediante trabajos de inteligencia, que incluyeron distintas medidas reservadas en el expediente, se identificó a un sospechoso llamado Luis Sebastián Herrlein que vive en la ciudad de Colón. El dato fundamental: es el esposo de Andrea, la mujer de la huella en la caja.

Con la orden de realizar un allanamiento urgente, tres móviles de la Policía de Paraná llegaron a la casa del matrimonio sospechoso. Cuando ingresaron se encontraron con los dos acusados y con una tercera persona, también, cree la Justicia, integrante de la banda. Los tres quedaron detenidos. Dentro de la casa encontraron precintos similares a los que tenía en su cuerpo Pascual, y trozos de cartón similares a los encontrados dentro de la caja empleada señuelo. Además, se secuestraron distintos manuscritos que servirán en un futuro para cotejar la letra de los acusados con la que figuraba en la tarjeta de la caja.

Pero había algo que no terminaba de encajar en la investigación: el auto en el que llegaron los delincuentes no venía en dirección desde Colón a Villa Elisa. Por eso se empezó a seguir el rastro con distintas cámaras de seguridad privada. Se determinaron dos cosas: que el vehículo en el que llegaron los delincuentes era un Citroën C5 y que antes del robo había salido de una vivienda ubicada en una localidad cercana llamada Colonia El Pantanoso.

Cuando la policía entró a esa casa con una orden de allanamiento se encontró con Raúl José Graton, un jubilado de 72 años que vive solo. Fue inmediatamente arrestado y los investigadores creen, aunque aún no fue probado, que era el cabecilla de la banda. En ese momento, para su sorpresa, descubrieron que el detenido ya estaba preso, con arresto domiciliario.

Rosendo La Rosa había sido condenado a 7 años de prisión en el 2013 acusado de robo agravado por el uso de arma de fuego en al menos dos oportunidades. Estuvo encarcelado en la Unidad Penal 4 de Concepción del Uruguay hasta abril de este año cuando fue enviado a domiciliaria. Las razones por las cuales el juez lo mandó a su casa tuvieron que ver con ser paciente de riesgo por tener diabetes y con estar cerca de cumplir su pena, que terminaba este 7 de julio. En este caso la fiscalía llegó a él por distintos trabajos de inteligencia.

De los cinco imputados, La Rosa fue el único que se negó a declarar.

Pascual Viollaz era una suerte de ciudadano ilustre en Villa Elisa. Ingeniero Químico e investigador categoría 1 del CONICET, hacía más de 20 años que había vuelto a vivir a la casa donde terminó encontrando la muerte. Además, tenía una extensa trayectoria con numerosas publicaciones en revistas de prestigio internacional y hasta su asesinato era consultado por distintos estamentos académicos.

En la fiscalía creen que esto no se trató de un robo al voleo. Todo lo contrario. Viollaz era, además, productor ganadero y los días anteriores a su homicidio había realizado algunas importantes transacciones y había vendido una importante cantidad de vacas. La principal hipótesis apunta a ese dinero. Además, uno de los hermanos de la víctima asegura que el viernes anterior al asesinato Pascual había ido al banco, posiblemente a retirar dinero.

¿Sabían los delincuentes de esos movimientos bancarios? ¿Cómo?

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