Hoy, Serkan Kurtulus y su cómplice, Lider Camgoz, esperan sentados en una celda de Buenos Aires, luego de que la división Interpol de la Policía Federal los capturara ayer al mediodía en Puerto Madero. Habían entrado al país en diciembre pasado con una circular roja sobre su cabeza y pasaportes falsos de nacionalidad turca, su propia nacionalidad.
Así, sin problemas relativos, en medio de la pandemia, Kurtulus y Camgoz, el líder y el secuaz, vivieron durante cinco meses en Buenos Aires, la vida paradójicamente callada y cómoda del prófugo internacional de alto vuelo. La oficina de Interpol en Ankara, la capital de su país, los había señalado a la Federal, que les siguió el rastro hasta el edificio de lujo en la calle Petrona Eyle donde vivían y los esperó para arrestarlos en la calle. Kurtulus y Camgoz no hablan español, apenas se hacen entender, estricto turco. El Juzgado Federal N°8 de Marcelo Martinez De Giorgi, a cargo de su arresto y eventual extradición, espera un traductor.
Las autoridades no revelan su ubicación exacta, dónde está su celda porteña: el riesgo es demasiado obvio. Los investigadores hacen chistes, tal vez un poco nerviosos. Tal vez alivian la tensión. No es para menos. La Argentina no está acostumbrado a prófugos así.
Durante al menos cuatro años, Kurtulus y Camgoz, oriundos de Esmirna, integraron una organización criminal temible dedicada al homicidio, al secuestro y al sicariato, con un estilo de vida delirante que incluía posts en Twitter e Instagram de boletas de apuestas a partidos de fútbol en la Premier League, citas al Corán y la exhibición obscena de armas de fuego como ametralladoras AK-47 entre presuntos bandidos en las colinas. Ayer por la tarde, sin saber de su captura, un periódico turco detallaba la nueva imputación en su contra: en noviembre de 2019, un mes antes de su llegada al país, habrían sido contratados para acribillar en Esmirna a un jefe zonal del partido ultranacionalista MHP y luego huir. Antes habían amenazado a otro político. Si hay tal cosa como la mafia turca, Kurtulus y Camgoz la encarnan en los expedientes en su contra.
Hay una advertencia. El legajo de Kurtulus en los registros de Interpol que contiene sus huellas dactilares dice claramente en letras rojas: “ATENCIÓN, armado, peligroso, propenso a la evasión”.
Hay más, por otra parte. Nacido en julio de 1978 en Esmirna, la historia criminal de Kurtulus comienza al menos en 2016, cuando fue acusado de balear a un empresario, luego de un robo en dólares, además de una extorsión a otro comerciante para que le transfiera la titularidad de un terreno, otros empresarios pidieron protección para salvarse de él. Llegó a amenazar, según su legajo, a sus enemigos mediante sus redes sociales, para terminar en enfrentamientos a tiros. En agosto de ese mismo año, fue acusado del secuestro extorsivo de otro empresario, que capturado por sicarios disfrazados de policías: el video con el llanto para pedir el rescate fue enviado en video a la familia de la víctima.
En 2017, fue acusado de ordenar un amenaza, otra vez a tiros, contra el dueño de un shopping: su banda baleó dos sucursales. Otro empresario capturado por la banda también terminó de rehén.
En total, hasta 2018, Interpol le había atribuido 26 hechos armados, con la ametralladora AK-47 como herramienta principal, acusados por un tribunal de Esmirna, o Izmir en lengua turca, de los delitos de homicidio con premeditación, infracción a la Ley Sobre Armas de Fuego, asociación ilícita para delinquir, robo a mano armada, privación ilegal de la libertad, tenencia de materiales peligrosos sin la debida licencia, homicidio doloso, amenazas.
Ya había sido detenido antes de aterrizar en la Argentina. según medios de su país, fue arrestado el 29 de junio de 2018 en la ciudad de Tblisi, Georgia, ex república soviética, en una redada masiva que incluyó 49 allanamientos con 400 policías y una orden de extradición desde Ankara. En esos artículos, se hacía mención otra causa en la que se había visto involucrado, en la que fue absuelto: el derribamiento en 2015 de un avión ruso, lo que generó un incidente internacional. Sin embargo, Kurtulus y su principal cómplice aparecerían dos años después en Buenos Aires, en un edificio de lujo, al sol de Puerto Madero.
Después hay otras cosas, quizás más temibles que ser un mafioso.
Las autoridades argentinas en base a datos internacionales niegan que Kurtulus y Camgoz sean parte de grupos islamistas. Sin embargo, el 14 de mayo de 2018, Kurtulus posteó en su cuenta de Twitter una foto junto a un hombre con el que se mostró en varias ocasiones al que califica como “una persona preocupada por su patria”. Están en una carpa, una ametralladora de alto calibre se ve en la imagen, y una bandera blanca, con una leyenda en árabe.
La bandera, aunque similar, no pertenece a Hamas, a Hezbollah, a ISIS o a Al Qaeda. Correspondería, en todo caso, a rebeldes suníes. La leyenda es la shahada, la profesión de fe islámica: “No hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta".
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