El domingo pasado por la mañana, Julio César González, con domicilio porteño, ex monotributista, 55 años de edad, fue ingresado con las manos a la zona para estudio de coronavirus del hospital Diego Thompson en San Martín. Había sido detenido por el delito de robo a mano armada y portación de arma de guerra, un caso a cargo de la UFI N°6 de la jurisdicción, lo habían encerrado el 15 de febrero en la comisaría número 1 de la zona, una dependencia de la Policía Bonaerense.
González, curiosamente registrado en los rubros de venta de comida y bebida de la AFIP, aseguró tener fiebre, un síntoma que obligó a llevarlo al Thompson para un test de hisopado. Había policías que debían vigilarlo. Hoy, esos policías están bajo sumario en el Ministerio de Seguridad: el relevo indicó que el detenido ya no estaba. Se fugó.
No lo hizo con la ropa que llevaba. “Se vistió de enfermero”, asegura una fuente vinculada a la investigación. Abrió una ventana y escapó por un patio interno, para ganar el acceso a la calle.
Entre las posibilidades, se baraja la chance de una enfermera o enfermero que lo haya ayudado. “Quizás lo robó del entorno”, dicen sobre el uniforme. Por lo pronto, se relevan cámaras para determinar su ruta de fuga.
Su test de coronavirus, por otra parte, dio negativo. El prontuario de González no sería abultado, por lo pronto, los investigadores solo encontraron hechos previos menores.
Un detenido con síntomas compatibles con coronavirus, en el contexto de sobrepoblación de las comisarías y cárceles bonaerenses, puede ser la mecha de un barril de pólvora. A comienzos del mes pasado, Emiliano Alarcón, de 22 años, falleció en una celda de la 1° de San Justo, ya había sido hospitalizado en tres ocasiones previas desde el 20 de marzo con fiebre, cefalea, vómitos, debilidad muscular, malestar general. Según sostuvieron fuentes judiciales, en la comisaría no se realizó el protocolo ante posibles casos de COVID-19. Alarcón regresó a su celda hasta que murió.
El test de coronavirus se realizó después de su muerte. La muestra de saliva se le extrajo en la morgue del Departamento Judicial de Lomas de Zamora y luego se llevó a los laboratorios de la Universidad de Buenos Aires (UBA). La investigación por su muerte estuvo a cargo de un fiscal de La Matanza, un expediente mirado de reojo por autoridades políticas ante la obvia crisis que implicaría el primer detenido en una comisaría provincial con el virus, cuando los motines en penales de Florencio Varela y Devoto ni siquiera estaba en el horizonte. El resultado, finalmente, fue negativo.
En el medio, una serie de audios hablados por un nombre que decía ser un comisario jerárquico de la zona y que circularon por WhatsApp decían lo contrario, audios que llegaron a jueces y periodistas, una noticia falsa.
En la tarde de hoy, fuentes de la causa aseguraron que González fue capturado mientras entraba a la casa de un hermano.
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