La paradoja de “Julito”, el paciente psicótico que cantó con Manu Chao y mató un hombre a golpes en el Borda

Nacido en Perú, pasó más de 15 años internado en el hospital porteño hasta su crimen, cometido luego de abusar de una menor en un colectivo. Las razones de un juez para sobreseerlo y la historia de los criminales psiquiátricos en un sistema que no sabe qué hacer

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2009: "Julito" en el micrófono
2009: "Julito" en el micrófono junto a Manu Chao en el patio del Borda.

“Julito”, oriundo de Perú, lejos de su casa, salió en la tele con una estrella global.

Manu Chao había formado un vínculo duradero con los pacientes del hospital Borda y su radio insignia, LT22 La Colifata. Visita el hospital desde hace años cuando llega Buenos Aires para sus shows, pasa la tarde en el patio arbolado del lugar con su guitarra, con los pacientes, en largas zapadas y entrevistas. Los subió al escenario en un show histórico en el estadio All Boys, año 2005, durante el pico del furor por su música. Dos años después grabó un disco junto a ellos, que La Colifata todavía ofrece gratis en su web.

Así, “Julito” cantó con Manu en el patio del hospital, una cámara los filmó, llegó a un noticiero del prime time peruano, 90 Segundos, uno de los más reconocidos de su país. “Julito”, con una remera negra, toma el micrófono, con el músico con su guitarra.

Cuatro años después, a mediados de 2011, un artículo en el periódico El Comercio habló de su presente. El texto aseguraba que “Julito” estaba supuestamente varado en Buenos Aires. El artículo hablaba de su presunto diagnóstico, esquizofrenia.

“Julito", que había llegado a Buenos Aires en 2005, jamás volvió a su casa en Perú. Abusó también de una menor sobre un colectivo, con sus pantalones bajos, sus genitales a la vista. Ocurrió el 2 de agosto de 2019 sobre un vehículo de la línea 100, cerca de Plaza Constitución. Una semana después, según la acusación formulada en su contra, “Julito” mató un hombre. Fue en el Borda, a golpes en la cabeza, con un fierro de grandes dimensiones, en la zona conocida como “Servicio 14-22”, uno de los puntos más conflictivos del hospital.

Tras matar en plena noche, lo vieron deambular con un pasillo con el fierro en la mano, buscaba otro paciente para agredir. El cadáver de la víctima fue encontrado a la mañana siguiente sobre su cama por un empleado de limpieza, oculto bajo una frazada. El empleado usó el palo de su secador para descubrirlo, al notar la sangre derramada. Una trabajadora social ayudó a señalar a “Julito” y llevó a encontrar el arma asesina, escondida en un vestuario del personal. La víctima dormía junto al acusado. De acuerdo a un testimonio que consta en la causa, se cansó de que el hombre que mató le dijera “violín”, así que tomó una barra de metal y esperó.

Un empleado de limpieza lo encontró en el patio. Notó una mancha de sangre en su mano. “Me mordió un gato”, dijo “Julito”. La división Homicidios de la Policía de la Ciudad lo entrevistó al día siguiente. “Exaltación psicomotriz”, anotó el detective en su planilla, estado de agresión, discurso difícil de entender.

Hoy, con 37 años, “Julito” está detenido, privado de su libertad. Su vida misma representa una paradoja para el Estado y el sistema penal, la paradoja propia de los reincidentes psiquiátricos que cometen crímenes violentos y que no son responsables por sus actos, algo que el Estado mismo, en el siglo XXI, no puede resolver, no de forma unánime, no de forma general, con los derechos y las necesidades de un insano, y el deber del sistema de hacer justicia.

El caso de “Julito”, por lo pronto, se resuelve en tribunales.

El Hospital Borda.
El Hospital Borda.

El 21 de mayo pasado, una sala de la Cámara Criminal y Correccional avaló por segunda vez la decisión del juez Martín Yadarola de mantener internado a “Julito” en el programa PRISMA, a donde fue enviado tras matar en el Borda, el sector para imputados con diagnósticos psiquiátricos del penal de Ezeiza donde se encuentra detenido por ejemplo, Cristian Álvarez Congiú, “El Pity”, procesado y elevado a juicio por el mismo magistrado por violencia de género y por el asesinato a tiros de un hombre frente su edificio en el Barrio Samoré de Villa Lugano.

En sus fallos, Yadarola apuntó lo evidente. Indagarlo tras el delito no tenía sentido, luego de que ordenara una evaluación al Cuerpo Médico Forense, con un diagnóstico de una afección compatible con un trastorno psicótico no especificado. Luego, el juez dispuso una junta integradora, compuesta por el Cuerpo Médico Forense, la Dirección General de Salud Mental del Gobierno porteño y la propia Defensoría Pública Oficial. La evaluación fue más profunda. “Retraso mental leve con antecedentes de descompensación psicótica y de desajustes de la conducta dentro del contexto de consumo y/o situaciones de estrés”, fue el resultado final: “Pronóstico reservado, riesgo a sí mismo y para terceros".

“Julito" bajo ningún punto de vista podía enfrentar un juicio. La decisión de que permanezca en el PRISMA viene de la propia junta revisora -algo plasmado por Yadarola en un fallo firmado a comienzos de abril- que estableció que debe estar en un lugar con un control estricto: los hospitales generales no son de puertas cerradas, sino abiertas, el paciente había dejado el Borda en varias ocasiones.

El juez también recordó su historia. Entró al país de forma clandestina en 2005, sus hermanas lo ingresaron de forma clandestina. Tuvo un domicilio en el barrio Güemes de la Villa 31, acumuló diez causas por arrebatos. Su abuso a una menor en el colectivo número 100 no fue el primero, “Julito” registraba una causa anterior similar. Sus hermanas incluso declararon que terminaba golpeado en los pasillos de la villa por diversos episodios con mujeres, que intentó atacarlas a ellas. Incluso, trató de golpear a sus cuidadores en el Borda, a donde ingresó por primera vez en marzo de 2006.

Un documento del Juzgado Civil N°85, a cargo de su tutela, aseguraba que el Borda mismo resultaba insuficiente. “Consultados por un proyecto de externación, comenta la profesional tratante que como equipo se encuentran desesperanzados”, aseguraba un informe. Las propias hermanas de “Julito” pedían que no saliera. Fueron citadas por Yadarola a su despacho. Dijeron que, básicamente, no podían hacerse cargo. Hay una tercera hermana, también con problemas mentales, en situación de calle.

Se intentó su regreso a Perú, una repatriación con fines humanitarios: el juez ubicó a un hermano, el único que podría ayudarlo. Logró que sea registrado en el sistema de salud mental de su país, sin embargo por cuestiones de burocracia, el intento no prosperó. “Julito” mismo quiso volver. El CELS elaboró un informe sobre él en 2016, con una serie de entrevistas: dijo en esas entrevistas, varias veces, que quería regresar a Perú para estar mejor.

Así, Yadarola escribió en su fallo: “Ha visto vulnerada su condición humana y sus derechos esenciales, a partir de un permanente estado de internación en un sitio inapropiado y con escaso acercamiento y compromiso familiar en pos de su efectiva evolución, lo que constituye una transculturización y un despojo de lazos familiares óptimos. Traduciéndose a su vez, en la privación de un hábitat en la comunidad, de vínculos afectivos, de actividades comunitarias, entre demás pérdidas fundamentales a la dignidad humana”.

Y el paciente siguió siguió allí, con Manu Chao que tocaba la guitarra, con el tiempo, hasta matar. “De no poder este plantel médico dar el alta en función del tiempo transcurrido, 15 años de internación y las secuelas que ello acarreará para la salud integral del paciente, estaríamos incurriendo en una falencia muy grave en función de la Ley de Salud Mental que inhabilita este tipo de situaciones”, dijo un informe posterior.

Dos años antes del crimen, la Defensoría Pública reclamaba por él, para que fuera alojado en una institución “que pueda alojarlo con forma de hogar”. Sin embargo, lo dejaron en el Borda. Salía y volvía por sus propios medios, evaluaciones indicaron que estaba, dentro de todo, bien, sin ideaciones delirantes. Tuvo un proyecto de alta médica. Sin embargo, otra vez, sus hermanas se negaron a recibirlo.

Poco después, abusó de una adolescente en un colectivo y mató a un hombre, según las imputaciones en su contra.

El ingreso al penal de
El ingreso al penal de Ezeiza, donde se encuentra el programa PRISMA (Gustavo Gavotti)

Ahora, ¿es “Julito” inimputable? El juez Yadarola razonó en su fallo que al momento del crimen y el abuso, “presentaba la capacidad psíquica suficiente como para comprender lo que hizo en cada caso y la repercusión jurídico-penal de sus conductas, pudiendo dirigir sus acciones conforme a esa comprensión”. Varios informes de 2017 aseguraban: “Reconoce lo que está bien de lo que está mal”. Sin embargo, la junta médica matizaba con un tono gris: su informe más reciente hablaba de un balance precario. Se negaba a que lo mediquen, pateaba la puerta de la sala, gritaba.

Finalmente, Yadarola lo sobreseyó. Quedó dentro del programa PRISMA.

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