“Lo que le han hecho es algo imperdonable. Que se haga justicia por todo el daño que nos han causado a toda la familia. Destruyeron a toda la familia Espinoza. ¿Cómo vuelvo a casa y le digo a su madre que su hijo ya nunca más va a cuidarla? ¿Cómo le explico ahora? Destruyeron el cuerpo, lo tiraron en Catamarca. Nunca podríamos imaginar que lo tiraran tan lejos, que desde la zona de Chicligato se vinieran tan lejos. Encima lo tiraron, el cuerpo está comido por los animales. Es algo muy doloroso encontrarlo a él así. Ahora ni su madre va a poder verlo, porque él va a volver en un cajón cerrado”.
Habían pasado apenas unos minutos de la aparición del cuerpo de Luis Armando Espinoza, de 31 años. Hacía frío, unos seis grados. La niebla en ese sector de la localidad catamarqueña de Andalgalá, a 200 metros del límite con Tucumán era abundante. Y ella, Patricia Cueva, con una campera azul, el pelo recogido y un tapabocas casero de tela marrón que ni siquiera le cubría la nariz, hablaba desconsolada a los medios tucumanos sobre la aparición del cadáver de su cuñado.
A 85 km del hogar de la familia, encontraron el cuerpo de Espinoza, quien llevaba una semana desaparecido y por el que fueron detenidos 9 policías de la localidad tucumana de Monteagudo, quienes son los principales sospechosos del asesinato del trabajador rural.
La vida de la familia Espinoza comenzó a arruinarse el viernes 15 de mayo, poco después de las dos de la tarde. Juan Antonio Espinoza, uno de los 17 hermanos de la familia, regresaba a caballo a su hogar, en Rodeo Grande, en Simoca, bien al este de la provincia Tucumana.
Juan Antonio había ido a Monteagudo para cobrar en el correo un dinero por un trabajo rural. Al regreso, decidió acercarse a la zona de El Melcho, para visitar a una de sus hijas. Justo en un tramo del recorrido, en una calle interna, se cruzó con su hermano Luis, quien también transitaba la zona.
El encuentro entre ambos fue ameno, pero duró apenas unos minutos. A pocos metros de allí, se estaba disputando una carrera de caballos ilegal, la tradicional carrera cuadrera, y ambos hermanos quedaron en el medio de una situación tan trágica como imprevista.
Al menos unos siete policías de la comisaría de Monteagudo llegaron el lugar en dos autos. Todos vestían de civil y se desplazaban en vehículos sin identificación policial. No eran patrulleros. La versión de la fuerza es que los agentes se acercaron al lugar para dispersar la carrera ilegal, denunciada de manera anónima.
Según el relato del propio Juan Antonio, los efectivos pensaron que él y su hermano Luis participaban de las carreras, por lo que quisieron detenerlos. Sin mediar palabra, uno grupo de policías empezó a pegarle a Juan Antonio, que no sabía cómo defenderse.
“A mí me separaron a un costado del camino, donde me seguían pegando. Me llevaron a un descampado para pegarme. Ahí escucho que él (Luis) grita que dejaran de pegarme y veo que uno de los policías levanta la mano con su arma y dispara hacia donde estaba mi hermano. No vi si le dieron. Ahí justo me volvieron a pegar y perdí el conocimiento. Yo tenía la esperanza de que se hubiera podido escapar a mi casa, pero no fue así”, relató Juan Antonio a los medios locales.
“Yo sé muy bien quién le disparó a mi hermano. Si tuviera que hacer reconocimiento, no tendría problema porque sé cuál fue el policía que lo hizo”, completó Juan Antonio.
Desde ese momento, la familia Espinoza no supo nada más de Luis Eduardo. El interrogante y la incertidumbre durarían una angustiante semana.
Luis era uno de los 17 hermanos Espinoza. Una familia muy humilde de la zona de Simoca, trabajadores rurales que nunca tuvieron problemas con ningún vecino del lugar. De hecho, eran muy queridos por los lugareños.
Luis era peón rural. Desde hacía años trabajaba para sostener a su numerosa familia con changas. Estaba casado con Soledad, una chica tímida y muy introvertida, que el último jueves se descompensó durante una de las protestas públicas de la familia y debió ser atendida en plena vía pública.
Luis tenía seis hijos: la mayor, de 13 años, y el menor, de apenas uno y medio. La familia contó que él era quien más se ocupaba de cuidar a la madre, que padece una insuficiencia renal grave y debe someterse a diálisis un día por medio.
Esta muerte podría significar una página negra en la historia de la Policía de la Provincia de Tucumán. Los ocho policías detenidos no sólo están acusados del crimen, sino que también se los investiga por haber pergeñado un plan para cruzar prácticamente la provincia de Este a Oeste y deshacerse del cadáver: después de la desaparición, ocurrida en las inmediaciones del límite con Santiago del Estero y las Termas de Río Hondo, se investiga cómo el cuerpo fue trasladado desde allí 80 kilómetros hacia el Oeste, hasta la entrada a la provincia de Catamarca.
Cuando Luis Espinoza desapareció, hace una semana, la familia comenzó el reclamo en la comisaría de Monteagudo, donde prestaban servicio los responsables del hecho.
La búsqueda policial se inició más de 24 horas después de denunciada la desaparición, por lo que se sospecha que pudo haber contaminación de pruebas y alteraciones en la escena del crimen.
Recién cuando la familia comenzó con los cortes de ruta y las protestas en grupo junto a decenas de vecinos, el caso captó la atención de toda la provincia.
La investigación dio un giro rotundo el martes, cuando especialistas científicos comprobaron la existencia de restos de sangre en un punto de el Melcho que correspondía exactamente al relato de Juan Antonio Espinoza. Se trataría del sitio donde Luis recibió el balazo mortal.
Luego, dos perros especializados de la Caballería de la Policía de Tucumán detectaran olores y restos de sangre en el interior de dos vehículos de los efectivos de la Comisaría de Monteagudo. Uno de ellos pertenecía nada menos que al comisario Rubén Montenegro, a quien se sindica como ideólogo del plan de encubrimiento del crimen y descarte del cuerpo.
En tanto, el agente al que se señala como potencial autor del disparo mortal es el oficial auxiliar José Alberto Morales.
Montenegro y Morales son dos de los nueve policías de Monteagudo detenidos por la muerte de Espinoza. Los otros son los sargentos René Ardiles y Víctor Salinas; los cabos José Paz, Claudio Zelaya y Miriam González; el agente Esteban Rojas González y el vigía comunal Sergio Santillán. Además, también se detuvo a un civil que se encontraba dentro de la comisaría de Monteagudo durante el fin de semana del incidente, y que está sospechado por encubrimiento.
Por cuestiones lógicas, la policía tucumana y el grupo de efectivos especializado en búsquedas de personas desaparecidas, enfocaron su trabajo en el sudeste de la provincia. Más precisamente en el embalse del Río Hondo y en las inmediaciones de Yalapa.
Sin embargo, tras un sinfín de frustraciones, la llave hacia el hallazgo del cadáver de Espinoza surgió de las palabras de los mismos sospechosos.
Según la abogada de la familia de la víctima, Cinthia Campos, dos de los policías detenidos se quebraron en sus declaraciones del último jueves y revelaron que el cuerpo del trabajador rural de 31 años estaba en el otro extremo de la provincia, al Oeste, en la zona de Alpachiri.
Así, un grupo especializado de policías se desplazó hacia el lugar, cortejado por una caravana de familiares y amigos de Luis Espinoza, que buscaban darle un final a tanto martirio.
En una rotonda de entrada a la ciudad de Concepción, un control policial frenó a la comitiva e impidió que la mayoría continuara su camino hasta Alpachiri. En Tucumán todavía rige la cuarentena obligatoria y si bien no se registraron contagios de coronavirus en los últimos días, las autoridades optaron por reducir al máximo la circulación en las carreteras.
Sólo se autorizó el paso del grupo especializado de búsqueda y de algunos hermanos de Espinoza y sus respectivas parejas.
El viernes por la tarde, con 6 grados de temperatura y bajo una niebla muy espesa, se inició la búsqueda.
El destino quiso que fuese uno de los hermanos Espinoza, Manuel, quien gracias a la ayuda de un perro de la familia, el que encontrara el cuerpo de Luis. Desde el borde de un precipicio de unos 80 metros, alcanzó a distinguir un bulto de considerable tamaño envuelto en dos bolsas: una negra, que cubría las piernas y otra blanca que ocultaba el torso y la cabeza.
Después de descender con ayuda de cuerdas, los familiares dicen haber reconocido de inmediato el cuerpo de Luis, gracias a una cicatriz grande en una de sus manos.
Parte del cuerpo de Espinoza había sido devorado por animales y, según las primeras pericias, sólo llevaba la ropa interior.
Fuentes de la investigación le revelaron a la agencia Télam que, de acuerdo al análisis preliminar de la autopsia, el cuerpo de Espinoza recibió un balazo en el omóplato izquierdo. Al parecer, los médicos que realizaron el procedimiento pudieron rescatar el proyectil, que fue puesto a disposición de la Justicia.
El siguiente punto que la fiscal Mónica García de Targa, de la Fiscalía 1ª del Centro Judicial de Monteros, deberá investigar es cómo se produjo el proceso de encubrimiento del crimen.
En principio, se cree que los policías de la Comisaría de Monteagudo guardaron el cuerpo de Espinoza en el establecimiento policial al menos dos días, hasta resolver dónde arrojarlo.
Una de las pistas que se investiga es la de una cámara de seguridad de una casa cercana al punto de control de ruta de la entrada de la ciudad de Concepción, sobre la Ruta Nacional Nº 65. Esa cámara habría captado en la tarde del domingo a un vehículo con características muy similares a la camioneta del comisario Montenegro, circulando hacia el Oeste. Esa camioneta roja, presuntamente propiedad del comisario, fue uno de los dos vehículos donde se hallaron rastros de sangre.
En tanto, en las últimas horas, también salió a la luz que dos de los policías detenidos, Claudio Zelaya y Esteban González Rojas, fueron acusados en octubre de 2018 de haber dado una salvaje golpiza al joven Alan Andrada, a la salida de un baile, también en Simoca. El joven de 20 años murió al cabo de dos días, debido a las hemorragias internas causadas por los golpes.
La familia Espinoza velará a Luis Armando a partir de las 10 de la mañana de hoy, domingo, en Rodeo Grande.
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