Tras juntar valentía y ponerle fin a una complicada relación que duró tres años, Gabriela Fernández Abertastain (36), profesora de fitness en la capital de San Luis se propuso valorarse como mujer y dejar atrás esa oscura etapa de maltratos y agresiones. En octubre de 2018, empezó a realizar sesiones de angeología, una terapia que, según ella, le ayuda a encontrar el equilibrio y la tranquilidad. Una vez que pudo sanar su mente, Gabriela se propuso fortalecer su cuerpo.
“Hice un trabajo muy espiritual de introspección, trabajé sobre mis acciones y mis intenciones y llegué a sentirme muy bien conmigo misma”, recordó Gabriela, quien a partir de 2019 volvió a los entrenamientos y en diciembre se consagró Campeona Argentina de Fitness en la categoría Wellness Senior.
Estaba en la cima, había alcanzado su mejor versión y lo que menos se imaginaba era que dos meses después su vida volvería a derrumbarse por culpa de su ex, Diego Oliveri (40).
A partir de febrero de este año, Gabriela empezó a recibir mensajes de él donde le decía que había cambiado, que quería volver con ella y le pedía una nueva oportunidad. Luego de bloquearlo de todas las redes sociales empezó a llamarla de números privados y tuvo que bajarse un programa a su teléfono para rechazar ese tipo de llamadas.
Gabriela estaba firme en su decisión y no había vuelta atrás. Su determinación hizo que Oliveri, según su relato, se violentara aún más y la amenazara con difundir un video íntimo que le había mandado cuando estaban en pareja. Lo curioso es que en ese momento, él estaba de novio con una otra mujer, Tatiana Yacarini (42). Gabriela denunció todo en la Justicia penal puntana. Habría sido Yacarini la que llevó a cabo la viralización, según según sugiere los resultados preliminares del peritaje que pidió el fiscal Leonardo Navarini Busti, que interviene en la causa.
De acuerdo al relato de la profesora de fitness, la mujer actuó enajenada por los celos al creer que ella aún seguía manteniendo una relación clandestina con Oliveri al enterarse de la existencia de un video, que en realidad era viejo.
Tanto Yacarini como Oliveri están siendo investigados por los delitos de amenazas, distribución indebida de correspondencia, que engloba las conversaciones en las redes sociales, y distribución de material pornográfico a menores de edad ya que el video también le llegó por mensaje privado al perfil Instagram del hijo de Gabriela, que tiene 9 años.
Meses después, para Gabriela, la historia, la vida después de la pornoextorsión que sufrió, es otra.
“Nunca en mi vida había tocado fondo de esta manera. Es como si me hubiera violado todo un pueblo delante de mis hijos. Me siento muy vulnerable y víctima de la injusticia de una sociedad machista que cree que me merezco lo que me pasó por haber hecho ese video”, se lamenta Gabriela en diálogo con Infobae. Ya no vive en su casa decidió mudarse a otro punto dentro de la provincia en busca de un poco de paz.
Hoy está sin trabajo y vive de prestado en la casa de la abuela de su hijo menor, en una zona de chacras. "Vine por mis dos hijos porque tienen miedo de que ‘aparezcan los malos’ y me sigan haciendo daño”, contó parafraseando los dichos de su hijo menor, de 4 años.
“Todos quieren saber sobre el puterío pero nadie se interesa realmente cómo estoy, cómo están mis hijo so si tengo para comer. Es lamentable, pero la gente tiene dos caras”, se indignó.
A sus perfiles de Facebook e Instagram le llegan alrededor de cien mensajes por día. Se armó como una especie de “grieta”, donde hombres y mujeres opinan por igual. “Son comentarios positivos y negativos. Hay un perfil truchísimo que me agrede todo el tiempo y postea que soy una insegura y que tengo operada la nariz y la boca. Todo el tiempo critica mi figura y deja bien en claro el odio hacia mi persona”, aseguró. Gabriela, por su parte, cree saber quién montó ese perfil.
Si bien muchos creen que ella aprovechó lo que le pasó para buscar fama, hoy Gabriela sufre de ataques de pánicos y no tiene fuerzas para sanarse. “Se me fue el apetito y duermo todo el día. Son mis hijos los que me hacen levantar de la cama. Hasta me pidieron que me arreglara porque no les gusta en verme en piyama. Trato de salir adelante por ellos”, admitió muy angustiada.
Sus alumnas también la motivan para que vuelva a dar clases virtuales, como muchos profesores de actividad física a lo largo del país, pero todavía no tiene las fuerzas suficientes para retomar sus actividades. ”Es durísimo. No tengo ánimo, siento vergüenza, no quiero que me vean. Además, no tengo más mi celular porque tuve que dejarlo en el juzgado para que le hagan las pericias correspondientes. Estoy usando un viejo teléfono mío y encima no funciona bien. Me están ayudando mis viejos y los padres de mis hijos con la cuota alimentaria. Vivo de mis ahorros”, contó con preocupación.
Además, se lamenta que su actual pareja también se vea involucrado en esta penosa situación. “A mi novio lo cuestionan un montón y le preguntan ‘¿qué busca Gaby?’. Todos sus amigos le dicen que no se lo bancarían. San Luis es como un pueblo y nadie puede pueden creer que haya llegado con mi reclamo hasta los medios nacionales. La mayoría piensa que busco fama”, se indignó.
“Yo estoy defendiendo mis derechos. Y así como hicieron pública mi intimidad quiero que ambos se disculpen conmigo públicamente. Esto no es una pelea entre mujeres. Se trató de un plan macabro de una señora obsesionada por un hombre y de un violento que se le escapó la presa”, concluyó esperanzada con que la Justicia le termine dando la razón.
La investigación, mientras tanto, avanza.
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