A comienzos de este mes, G.M.L, nacido en Trujillo, Perú, en 1987, feriante según él mismo, fue detenido por un delito bestial: violar a una niña de 12 años y amenazarla con matar a su padre si contaba lo que le había hecho.
El hecho, de acuerdo a la imputación en su contra, ocurrió el 19 de noviembre del año pasado dentro de su Citröen Berlingo en la zona de Parque Chacabuco. G.M.L vivía en el barrio Rivadavia I del Bajo Flores, lo mismo que la menor. La Policía de la Ciudad lo capturó en Ingeniero Budge, adonde se había fugado, por órdenes del juez Martín Yadarola, titular del Juzgado N°4. Al allanamiento también concurrieron efectivos de la Policía Local de Lomas de Zamora, de la Comisaría 10° de Ingeniero Budge y personal de Criminalística de la fuerza porteña. El acusado no se entregó fácilmente: tuvieron que correrlo por los techos de chapa. Había lanzado su celular por el aire, que fue encontrado entre unas plantas. La Berlingo estaba estacionada a pocos metros de donde cayó.
Así, G.M.L fue encerrado en una alcaidía de la Policía porteña. Asistido por un abogado particular, negó los hechos que le imputan al ser indagado en una videoconferencia.
A mediados de la semana pasada, Yadarola procesó al acusado por los delitos de abuso de menores con acceso carnal y amenazas, decretó la prisión preventiva y ordenó un embargo de medio millón de pesos. Las pruebas en su contra son fuertes.
Los testimonios indican que tras enviarle mensaje durante días desde varios teléfonos y hasta pedirle fotos, el acusado sometió a su víctima: comenzó a tocarla y la forzó sin usar un preservativo. La había citado fuera de la villa, la obligó a ir a la zona de Parque Chacabuco, para luego supuestamente abusar de ella en la zona cercana al hospital Piñero. La menor se quejó del dolor que le provocaba el abuso, gritó, sin embargo eso no detuvo a su atacante.
Así, tras abusar de ella, la llevó de vuelta a su casa, no sin antes amenazarla con matar a su padre, si contaba lo que había ocurrido.
Menos de un mes después, el 4 de diciembre, un mensaje de G.M.L llegaba al teléfono de la menor via WhatsApp: “Extrañándote, bebé", escribió. La madre de la menor vio el mensaje antes que su hija: decidió seguirle el juego. Le respondió con tres emojis de corazones. El hombre continuó, pidió verla. Así, la madre denunció todo a la Policía. La menor al comienzo lo negó, finalmente señaló al hombre, apodado “El Lobo”, G.M.L, vecino suyo hace tres años.
El análisis a la menor en el hospital Piñero, semanas después, no evidenció lesiones, pero la cámara Gesell fue la prueba central. La devolución de los psicólogos forenses indicó que no había signos de fabulación, que la víctima declaró de forma clara y concisa y que las marcas clásicas posteriores a una violación de menores estaban ahí: culpa, vergüenza, depresión, ansiedad, baja autoestima, aislamiento.
Así, el caso llegó a la Policía de la Ciudad. Los detectives llegaron a la Berlingo y su patente, sabían que G.M.L atendía un puesto en la feria El Olimpo, también llegaron al titular de la patente. Se enteraron de que el hombre tenía una pareja. Fue en la casa de la mujer en Ingeniero Budge donde lo encontraron. En su indagatoria, el acusado aseguró que se mudó a Budge porque su familia se había expandido. Negó, incluso, conocer a la familia de la niña.
Sin embargo, los teléfonos lo complican en los cálculos del juez Yadarola, así como la cámara Gesell. El número de celular que G.M.L usó hasta el mes del hecho y el que se usó para enviarle los mensajes a la menor fueron registrados en el mismo domicilio.
Con información de Federico Fahsbender
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