El clima dentro de los penales bonaerenses volvió a violentarse este lunes con un enfrentamiento en el Unidad Penal N°32 de Florencio Varela. Desde que comenzó la pandemia de coronavirus y se conocieron los primeros contagiados en los penales hay un una “tensa calma”, cuentan las fuentes oficiales. Así, al más mínimo conflicto cotidiano, por ejemplo, entre internos se puede desatar un enfrentamiento con final incierto.
Así, este lunes a la mañana, en la cárcel de Florencio Varela, según afirmaron fuentes del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB) a Infobae, se dio un conflicto entre detenidos de ocho pabellones de esa Unidad.
Las fuentes relataron que aún se investiga cómo se iniciaron los disturbios. Aunque sí se sabe el desenlace que tuvo. Según dijeron, distintos internos de ocho pabellones, entre los que se encuentran “los hermanitos”, que en la jerga tumbera son los presos evangélicos, comenzaron a pelearse con “elementos contundentes”.
Los informantes relataron que los detenidos tenían en sus manos esa arma tipo “arpón” carcelero y se lanzaban facazos. Una vez que la pelea comenzó, los efectivos del Grupo de Intervención Especial (GIE) del SPB tomaron intervención para disuadirlos con escopetas y empezaron a disparar balas de goma, según indicaron, y tras 40 minutos de batalla en uno de los patios de esa Unidad se los logró enviar a todos los que participaban de vuelta a las celdas.
Por el incidente una decena de efectivos penitenciarios y cerca de 30 detenidos resultaron con heridas de carácter leve producto de palazos, piedrazos y perdigones, los que fueron asistidos en la Sección Sanidad, indicaron en el SPB. Además, intervino el fiscal Cristian Granados y con la ayuda de la comisaría Quinta de Florencio Varela.
Tras apaciguar el enfrentamiento, salieron a la luz videos captados por otros reclusos donde se ve al GIE en el momento que entra en acción para frenar la pelea entre los internos.
A pocos metros de donde sucedió el conflicto de esta mañana, fue donde se conoció el primer preso del país con COVID-19 postivo. El caso fue detectado en la Unidad N°42 de Varela, el 19 de abril pasado. El detenido, Julián Arakaki, condenado a cadena perpetua por el delito de homicidio agravado por el vínculo, el asesinato de su propia hija de 8 años ocurrido en la zona de Martínez, tiene 49 años y una afección renal crónica que lo obliga a realizarse tratamientos de diálisis tres veces por semana. Las autoridades creen que el contagio ocurrió en un tratamiento en un hospital fuera de la cárcel, el Interzonal General de Agudos Presidente Perón, de Avellaneda, el mismo hospital donde el detenido se realizaba diálisis los días lunes, miércoles y viernes. Arakaki ya se encuentra fuera de peligro.
Luego del caso de Arakaki, dentro de los penales al rededor del país, el miedo a contagiarse coronavirus comenzó a esparcirse a lo largo del país. Y tuvo su punto culminé el 24 de abril pasado, donde se dio el violento motín en la famosa cárcel de Villa Devoto. En esa oportunidad, los presos de Devoto tomaron los techos del penal para exigir que no se querían morir allí dentro por el virus. El conflicto duró varias horas hasta que se logró apaciguar tras la creación de distintas mesas de dialogo entre los internos y las distintas autoridades.
La última reunión se dio el 6 de mayo pasado donde se dio por terminado el conflicto. Allí, en ese comité del que participó el gobierno nacional, el Servicio Penitenciario y los representantes de los pabellones involucrados, se comprometieron a retomar el funcionamiento normal de establecimiento en todos los aspectos de seguridad, alojamiento y disciplina. Además, se acordaron siete puntos para evitar contagios masivos de coronavirus dentro de la cárcel. Hasta el momento, son nueve los contagiados dentro de Devoto que están siendo asistidos en la Unidad Hospitalaria N°21 del Hospital Muñiz, en la Capital.
El conflicto dentro de Devoto fue el termómetro para el resto de las cárceles del país, porque lo que consiguieron los detenidos, valió para el resto. Y para las autoridades fue de igual manera. Sabían que si negociaban con los detenidos de la famosa prisión iban a calmar a la población carcelaria de todo el país. Aunque, según contaron distintas fuentes, aun, dentro de las prisiones reina esa “tensa calma” envuelta en el miedo al virus.
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