En octubre de 2019, al menos dos delincuentes entraron a robar un local de venta de celulares en la avenida Rivadavia al 11400, zona de Liniers. Una agente de la comisaría 9B estaba de servicio junto al local. Según información de la agencia Télam, la oficial dio la voz de alto, pero uno de los delincuentes apuntó con un arma: la oficial disparó dos veces, el delincuente cayó gravemente herido, luego murió. Una mujer apareció, de la nada e intentó asistirlo. Al final no pudo, se llevó el arma que el delincuente tenía y corrió.
Después estaba el otro hombre, que tomó una mochila, corrió, y a los 150 metros fue capturado: se supo que ese detenido, Sebastián Vidal, había robado el mismo local nueve días antes, un asalto miserable, 13 teléfonos y dos mil pesos de botín. A 30 metros del local, la fuerza porteña secuestró poco después un revolver calibre .32. El caso, a cargo del Juzgado N°41 de Damián Kirszenbaum, parecía cerrado.
Esa fue la historia al comienzo. Después, se supo, había un hombre más.
En la madrugada de este lunes, la división Homicidios de la PFA lo capturó más de seis meses después.
Jonathan Nahuel Zurita fue encontrado en una casa de la zona de Ingeniero Budge donde vivía junto a su familia, tres mujeres y un menor de edad. Había, entre otras pertenencias, una pistola con el mango atado con cinta y dos motos con pedidos de secuestro, robadas o hurtadas en Capital Federal o Lomas de Zamora. Todas las personas mayores de edad terminaron detenidas.
Identificar a Zurita requirió un cruce de información. Los mensajes en los teléfonos del ladrón muerto y del primer detenido revelaron que se coordinaba con un tercero, un tal “Nahuel”, que estaría en las inmediaciones del local.
Así, registraron los contactos, dos coincidían con la descripción. Los números habían impactado en la antena cercana al local en los mismos días que fue asaltado. Así, el juez Kirszenbaum autorizó el allanamiento, que ocurrió en territorio bonaerense con el apoyo de un juzgado de garantías local.
No es la única captura de la división Homicidios en tiempos recientes.
La semana pasada, se capturó a “Sorbete” Lizarraga, señalado como barra de Almirante Brown, hijo de un concejal condenado a perpetua por homicidio, que en 2012 mató a una vecina de su zona en Isidro Casanova a tiros por error, mientras intentaba matar a otro vecino que lo había acusado de ser dealer. “Sorbete” cayó siete años después en el mismo barrio del crimen, semanas después de que la Federal recibiera el pedido de colaboración. Todavía usaba el mismo Chevrolet Astra con el que huyó tras asesinar de una bala en la cabeza a su vecina.
Días después, detuvieron a Víctor Ariel Cayetano Zarza, alias “Ciru”, carbonero de oficio, 25 años de edad. Lo buscaban por un crimen algo desagradable. Había ocurrido el 23 de enero del año pasado. Zarza y su hermano mantuvieron con una discusión con Gastón Sánchez, un primo, mientras estaban borrachos los tres. Gastón terminó apuñalado en el lado izquierdo del pecho. Murió en un hospital de la zona casi quince días después, una agonía larga. Zarza y su hermano escaparon.
La Policía Federal había caminado el barrio de “Ciru”, para enterarse que estaba de vuelta, que había trabajado, y que no tenía remordimientos. Así lo dijo mientras lo esposaban, reconocía su parte en el crimen de su primo.
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