“Estábamos en la cocina de mi casa. Ella estaba sentada con la rodilla doblada y el codo apoyado en la rodilla, como se sentaba siempre. La vi pálida, con el pelo más corto y mirando un punto fijo. Hablaba en un tono neutro. No estaba ni contenta, ni feliz, ni triste, ni nada. Me dijo ‘mamá estoy bien, no te preocupes, estoy en otro plano, estoy cerca y estoy trabajando mucho’. Meses más tarde volví a soñar con ella y tenía una sonrisa muy luminosa y le pregunté quiénes fueron los que la mataron. Y con la misma sonrisa me dijo ‘ya está ma, olvidate, no tiene la menor importancia’".
Silvia Pérez Vilor habla con calma de los primeros sueños en los que, asegura, recibió señales de Anahí Benítez, su hija de 16, que desapareció el 29 de julio de 2017 y fue hallada muerta seis días después en la reserva Santa Catalina de Llavallol. Pero asegura que aquella vez, tras despertarse, se quedó “helada”. Luego supo que no era la única madre que tenía ese tipo de conexión con un hijo muerto.
Casi tres años más tarde, a días de que se defina una parte de la historia relacionada al femicidio de su hija, en el juicio oral en el Tribunal Oral Criminal N°7 de Lomas de Zamora contra Marcos Bazán (36), el único imputado en el banquillo de los acusados, la mamá de la víctima le dijo a Infobae que tiene la convicción de que el crimen no quedará impune. Pero que a la vez mucho no le importa por su hija porque “donde está ahora no hay rencores, no hay angustia ni dolor”, sino “para que esta banda no le haga lo mismo a otras chicas”.
Es que Pérez Vilor ya no siente. Lo resume así: “Nada me va a causar placer".
El debate oral por el femicidio de Benítez retomará su acción este lunes en los Tribunales de Lomas de Zamora. Son los capítulos finales. Vendrán los alegatos de las partes (la querella, la defensa y la fiscalía) y luego el veredicto del tribunal, conformado por los jueces Roberto Conti y Roberto Lugones y la magistrada Elisa López Moyano.
Cuando comenzaron las audiencias los acusados eran dos. Bazán, que podría ser condenado a prisión perpetua si se lo encuentra culpable de ser coautor del delito de “privación ilegal de la libertad agravada, homicidio agravado por alevosía, criminis causa y por mediar violencia de género” y, alternativamente, como partícipe necesario de “abuso sexual agravado por acceso carnal”. Y Marcelo Sergio Villalba (42), quien estaba acusado de “robo, abuso sexual agravado por acceso carnal” en carácter de autor -porque su ADN fue hallado en el cuerpo de la víctima-, y “privación ilegal de la libertad agravada y homicidio agravado por alevosía, criminis causa y por mediar violencia de género” en calidad de coautor. Pero a fines de febrero, este hombre fue apartado del juicio por problemas psiquiátricos.
Bazán participó por videoconferencia desde la Unidad Penal 9 de La Plata, donde la semana pasada le habló directamente a Pérez Vilor: “Señora, yo entiendo que perdió a su hija de la peor manera que una madre puede perder a una hija, pero verifique bien señora, porque si yo quedo detenido, el asesinato de su hija va a quedar impune. Porque yo, Marcos Bazán, no tengo nada que ver con tal crimen que se ha cometido”.
— ¿Qué le generó escuchar a Bazán hablarle directamente?
— A esta altura de mi vida lo único que me faltaba era recibir consejos de Bazán. Desde el minuto cero estuve investigando. Sé que hay más personas, de hecho hay testigos que involucraron a más personas. Y daremos con esas personas. Tuvo la oportunidad de hablar, nos hizo convocar a todos en esta época de pandemia y juicios atrasados. Nos generó una expectativa de que iba a hablar de algo, quizá relacionado al encubrimiento agravado, pero lo único que dijo fue que era inocente.
Pérez Vilor cree que en el femicidio de su hija no hay actores individuales, aunque los únicos señalados sean Bazán y Villalba. “Sé que hay más personas pero Bazán es uno de ellos”, insiste.
“Mi hija se fue de acá y no sé cómo pudo pasarle lo que le pasó. No lo sé porque no soy adivina. Pero de la investigación y los testigos de identidad reservada que fueron a declarar de manera voluntaria sale que Anahí había sido llevada a otra casa, y que ahí fue violada por cierto número de personas que sé quiénes son”, advierte la mujer de 57 años.
Para ella, desentrañar cómo operó la cadena de secuestro, abuso, muerte y desaparición será “la segunda línea de investigación”. Pero explica que, en ese grupo estaría Villalba, “como uno de los que fue”.
“Según estos mismos testigos, cuya información la obtuvieron por parientes o amigos que iban a comprar droga a esa casa donde ella fue secuestrada, el 31 de julio a Anahí la trasladan a la casa de Bazán porque ya la estaba buscando todo el mundo y la casa donde estaba secuestrada estaba en un barrio populoso. Y la otra casilla, la de Bazán, estaba en la reserva. De la investigación se desprende que Anahí estuvo en al casa de Bazán, no solamente por el perro (de la Policía) Bruno”, comenta.
La defensora del acusado, Rosario Fernández, insistió durante el juicio que Bazán “está preso injustamente, no hay pruebas que lo incriminen así que esperamos que sea absuelto por el Tribunal”. La posición de la defensa es que sólo el rastro que detectó el perro en su casa es la única prueba. Sin embargo, para Guillermo Bernard Krizan, representante de la madre de Anahí, hay al menos “diez indicios” que prueban que “directa o indirectamente participó del crimen”.
En ese sentido, la mujer, que durante la instrucción había pedido que se permitieran incorporar evidencias durante el juicio advierte: “Hay otras pruebas reservadas para los alegatos”.
Bazán fue detenido dos días después de la aparición del cadáver de Anahí, luego de que el can Bruno, un perro rastreador, marcó su casa, ubicada a 300 metros del lugar del hallazgo. En la casilla donde vivía se encontró una olla con arroz similar al encontrado en el estómago de la víctima, ropa de mujer, pelos y manchas de sangre. El acusado siempre sostuvo que no conocía a Anahí, que su casa no tiene medidas de seguridad que impidan el acceso de terceros, que la ropa femenina era de su novia y los pelos y manchas sospechosas podían ser de alguno de los animales que andaban por el predio.
“Las pruebas ratifican que mi hija estuvo ahí. Y si él vivía ahí, considero que es una coautoría o partícipe necesario. No sé qué hizo él específicamente. La violaron, la torturaron y la mataron. No sé qué hizo él. Pero está probado que él la enterró. Y él al hablar tenía la oportunidad de admitir su participación, quizá involuntaria, porque él pertenece a un submundo de drogas y quizá hay que pagar favores”, entiende Pérez Vilar, para quién Bazán “perdió la oportunidad de la segunda alternativa de acusación y ahora va a todo o nada. No lo entiendo”.
En la última audiencia la Policía aprehendió a un grupo de manifestantes que, pese al decreto de aislamiento obligatorio en medio de la pandemia, protestó contra el Tribunal 7 porque considera que Bazán es un “perejil” en una causa armada contra él para proteger otros intereses. “Bazán y sus allegados me hicieron la vida imposible. Me insultaron de arriba abajo, me han dicho cosas irreproducibles. Yo no tengo al culpa de nada. Si fuera una causa armada tampoco la armé yo. Ni me interesa que se condene a alguien inocente. Sería la primera que lo defendería si supiera que es inocente. Es lo que me quiso decir él. Y yo sé perfectamente que el crimen no va a quedar impune. Y sé que hay muchas más personas implicadas”, remarca la mujer.
Pérez Vilar sospecha del rol que podrían haber jugado policías en la desaparición y muerte de su hija: “Si todas las fuerzas de seguridad no pudieron encontrar a una nena desaparecida por seis días a unas cuadras de su casa no sirven para nada. Pero hay cosas muy raras. La lógica indica que la Policía sabe más o está metida. Es probable que esté vinculado con el negocio de las drogas”.
— ¿Cómo se vive después de una tragedia así?
— Básicamente, la persona que yo era ya no existe más. Cuando te matan a un hijo como persona te moriste con él. Después tenés que juntar los pedazos que quedaron y le añadís las cosas nuevas hasta formar una persona nueva. Esta persona nueva que yo soy, está viviendo porque el corazón le late. No tengo expectativas de ser feliz jamás. Jamás voy a ser feliz. Nada me va a causar placer.
— ¿La tranquilizaría una condena perpetua a los culpables?
— Según mis creencias Anahí está en otro plano de existencia. Y está muy bien. Me lo hizo saber de mil maneras diferentes. Ella no necesita este juicio ni que la gente vaya presa porque ella vive otra vida. Yo lo estoy haciendo por las futuras víctimas. No quiero que haya más. Me importa un rábano los delincuentes, me importa que no lo hagan más. A ella no la voy a volver a tener. Lo que me motiva es que no haya otra chica víctima de esta banda.
Pérez Vilar cuenta que a veces se “olvida” de la realidad cuando mira algún programa pasatista de televisión. Se autodescribe como una ávida lectora pero que ya no puede concentrarse, así que recurre a los audiolibros. A veces hace juegos de lógica o de palabras “para desenchufarme por un rato pero realmente nada me interesa”.
A los 52 años, esta mujer que trabajaba en el área de Hemoterapia de un hospital local se jubiló por insalubridad. Creyó que el resto de su vida sería dedicado a sus hijos. “Pensaba tener una vida tranquila, evidentemente es la prueba de que no controlamos nada porque nena más cuidada que mi hija te aseguro que no había. Y ahora estoy viviendo esto como lo que me tocó. Lo único que me incentiva un poco es tratar de ayudar a los demás”, asegura y cuenta que la cuarentena no la afectó: “Para mí es lo mismo estar en cuarentena o estar muerta”.
Silvia convive con “un dolor que no se puede explicar” y evita los recuerdos de su hija porque la ponen triste. “Anahí era una artista, era muy inteligente. Tenía un enorme porvenir y los recuerdos me duelen”, confiesa. Su refugio son aquellos sueños donde pudo volver a escuchar la voz sosegada de su hija.
Tiene, en su mente, un consuelo: "Sé me voy a volver a encontrar con ella. Mientras esté acá me falta ella y me sobra el mundo”.
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