El miércoles pasado, 48 horas antes del caos en Devoto, el motín más violento de la historia bonaerense reciente estalló en la Unidad N°23 de Florencio Varela: doce horas extremas durante las cuales los detenidos ganaron el control de la cárcel ante los disparos de bala de goma de los penitenciarios, con 20 presos heridos en el marco de los reclamos por la pandemia del coronavirus en las cárceles, pedidos de higiene, de análisis y de liberaciones adelantadas o prisiones domiciliarias.
La revuelta comenzó en el ala de máxima seguridad, según testimonios recolectados por funcionarios de organismos de derechos humanos: dos presos se alteraron al escuchar el audio de un supuesto médico del penal en donde oyeron que todos se contagiarían de coronavirus, en la misma cárcel en la que estuvo preso Julio Arakaki, el único detenido del país con un contagio confirmado a nivel oficial. Así, en medio de su desesperación, ganaron los techos. La respuesta de los penitenciarios fue inmediata: cascos, escudos y cartuchos antitumulto.
Los pabellones se sumaron uno por uno al violento estallido, incluso el de los presos evangélicos. Poco después del inicio del motín, sobre los techos del pabellón 6, un joven acabó muerto: Federico Rey, 23 años, condenado por robo calificado, a disposición de un juzgado de ejecución penal. Los penitenciarios inicialmente les dijeron a sus jefes que el motín había comenzado por un enfrentamiento entre presos, que Rey había perdido la vida atravesado por una faca. El cuerpo fue trasladado a la Morgue Judicial de Lomas de Zamora al final del día, con una investigación por homicidio a cargo de la UFI N°9 de Florencio Varela.
La autopsia indicó que no había ninguna puñalada. Rey, herido por postas de goma, murió con una bala de plomo en el cráneo a la altura de la mandíbula. Poco después, la fiscal Roxana Giménez ordenó que se secuestraran las escopetas 12/70 que se usaron en la jornada, capaces de cargar cartuchos antitumulto y cartuchos con perdigones. El informe de autopsia, por su parte, no especificó un calibre de ese plomo, algo que deberá determinar una pericia balística. Mientras tanto, el SPB ordenaba decapitar a la cúpula de la Unidad N°23: cinco jefes eran apartados de sus cargos y cien penitenciarios recibían sumarios administrativos.
Hoy, la división Asuntos Internos del SPB colaboró con la causa y aportó a la Justicia una prueba clave: las vainas servidas del plomo disparado, tres en total. Esas vainas no fueron encontradas de casualidad, en el extenso levantamiento de rastros el motín. Todo lo contrario. Hay una trama.
Los tres cartuchos rojos, según fuentes cercanas a la causa, fueron encontrados originalmente en el muro perimetral entre dos garitas, lejos del techo del pabellón 6, lo que indica que el disparo mortal puede haber venido de una garita en el muro. Las postas de guerra, aseguran fuentes internas, pueden haber sido cargadas deliberadamente. El calibre de las vainas es, efectivamente, 12/70.
Asuntos Internos, otra vez según fuentes cercanas a la causa, llegó a lo que pueden ser las pruebas clave para desentrañar quién mató a tiros a Rey luego de que una penitenciaria se quebrara y confesara que otros compañeros de la Unidad N°23 le habían pedido que las ocultara en un escritorio de una oficina administrativa. La penitenciaria aseguró que uno de sus jefes le había entregado las tres postas: “Guardalas”. Luego, el jefe le pidió: “Hacelas desaparecer”.
Las postas, tras ser encontradas en el muro, pasaron por varias manos. La agente que señaló fue el último eslabón. La localización de las garitas cerca de donde aparecieron originalmente las postas puede indicar un posible penitenciario sospechoso.
El jefe ya fue desplazado. La agente penitenciaria ya declaró ante la Justicia. Hay otros cuatro testimonios. Por otra parte, se conoció un video filmado por detenidos desde otro pabellón en donde se puede ver el momento de la muerte de Rey.
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