Carlos Ojeda, de Mataderos, trata de hacerse entender entre el ruido de las chapas. El Tribunal Oral N°30, dice él, lo condenó en 2017 en primera instancia a nueve años de cárcel por el delito de tentativa de homicidio en 2017. “Eran lesiones leves, pero me condenaron por tratar de matar a alguien”, dice. Ya no truenan las balas de goma. El techo del penal de Devoto es suyo. Hay otros cien presos amotinados junto a él, que arrancaron las chapas para hacerse ver, para lanzar colchones incendiados al patio, bengalas de humo, facas atadas a palos de escoba como si fuesen lanzas, consignas: “COVID-19 en el penal. Jueces genocidas. El silencio no es mi idioma”, dice su trapo. “Libertad”, dice otro, con el hombre de la cadena del disco Oktubre, de Patricio Rey y Sus Redonditos de Ricota.
La noticia del contagio de un penitenciario, confirmada por autoridades del Servicio Penitenciario Bonaerense y que derivó en el aislamiento de detenidos, les sirvió como excusa para llevar adelante acciones extremas, en medio de una ola judicial de pedidos de excarcelación. Así, tras semanas de batucadas y tensión por WhatsApp en sus teléfonos, los presos se rebelaron. El motín en la Unidad N°23 de Florencio Varela, con un preso muerto de un tiro, ciertamente aceleró las cosas.
Comenzó a la mañana en la planta uno, con narcos y detenidos que estudian en el sistema universitario del penal, hubo fuego, incendios, otros reclusos se sumaron. Los guardias del Servicio Penitenciario Federal no pudieron contenerlo. Del otro lado del perímetro establecido por la Policía de la Ciudad el caos es igual con los familiares de los detenidos. 11 penitenciarios resultaron heridos con quemaduras leves.
Carlos habla por teléfono con Infobae, los presos siguen ahí. La era tumbera del coronavirus en la Argentina explota definitivamente, en una mezcla de violencia, temor y anarquía.
“Pedimos hisopado para toda la población. No nos condenaron a muerte, nos condenaron a las penas que estamos pagando. No pedimos escaparnos, no queremos que nos maten, pedimos salud y el derecho a la vida. No queremos que nos encierren para morir como ratas, no queremos morir”, dice Ojeda.
-¿Creen necesario el motín? ¿No hay otra forma?
-Lo hicimos de otra forma, de todas maneras posibles: habeas corpus, escritos, pedimos huelga. No se puede más, tenemos el virus en el penal. Cortamos la visita para evitar el virus, entran los médicos, la gente de afuera, el guardia de recuento viene con un barbijo así nomás y toca todo, yo no sé si está infectado. ¿Me prohíbo de ver a mi familia para que me contagie un oficial? Para eso me tiro del tercer piso y me mato.
“Pedimos hablar con la jueza de turno”, afirma Ojeda. “Servini, esa”: le corrige otro detrás. Exigen, también, que se revisen sus condenas. Carlos se queja de Casación, que tiene su fallo en tratamiento. “Estoy indefenso, estoy reclamando que se resuelva mi situación", continúa.
Los resultados de la autopsia a Federico Rey, el preso asesinado en Florencio Varela, fueron difundidos por la Comisión Provincial por la Memoria. La bala que lo mató fue encontrada en su cráneo. Su muerte le costó el cargo a toda la cúpula de la Unidad N°23, que fue removida: el director, los tres subdirectores y el jefe de la sección Vigilancia. Mientras tanto, el expediente que investiga el homicidio avanza en la UFI N°9 de Varela.
Poco después de las 15:50, fuentes del SPF confirmaron a Infobae que las negociaciones habían comenzado en Devoto, entre directivos penitenciarios, personal judicial y representantes de los presos. Sin embargo, en los techos, Ojeda filmaba un nuevo video: las balas de goma sonaban otra vez.
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