Ariel Alberto González, alias “Pollo”, de 33 años, es hasta el momento el único detenido y principal imputado por el crimen de Camila Tarocco. El cuerpo de la joven de 26 años fue encontrado en la localidad de Moreno en la madrugada de este martes, en un baldío del barrio Las Catonas, a dos cuadras de la casa de González, luego de que desapareciera durante más de 10 días en plena cuarentena obligatoria por la pandemia de coronavirus.
En las próximas horas González, ex pareja y padre de los dos hijos de la víctima, será indagado por la fiscal Luisa Pontecorvo, titular de la UFI N°3 de Moreno-General Rodríguez, que investiga el crimen y ordenó su detención hace más de una semana tras escuchar las incongruencias en su relato sobre la desaparición de Camila. No fue el único motivo que Pontecorvo tuvo para encerrarlo: también lo detuvo por haber incumplido una pena de prisión domiciliaria en una causa de violencia de género todavía en trámite, que se inició con la denuncia de otra mujer.
Al comienzo de la causa, González aseguró como testigo ante la Justicia que Camila le pidió que se quedara con ella el viernes a la noche porque hacía unos días “le habían robado y estaba asustada”. Dijo que el sábado por la mañana la había llevado en su moto hasta una parada de colectivo para que ella fuera hasta un banco del centro de Moreno a cobrar en un cajero automático la Asignación Universal por Hijo (AUH).
Sin embargo, la Justicia pudo confirmar luego que ese dinero nunca fue retirado de la cuenta de la joven y que ninguna cámara de seguridad registraba el paso de la moto por el trayecto que describió González entre las 6 y las 9 de la mañana. La fiscal dudó de su testimonio y quedó detenido. “El Pollo” claramente mentía.
El clamor por Camila comenzaba en redes, con un femicidio cada 32 horas en la Argentina.
Luego, apareció el cuerpo. Alguien tomó un teléfono y lo señaló.
A principios de esta semana, un llamado anónimo a la Comisaría 1° de Moreno advirtió el lugar preciso donde se encontraba el cadáver de Camila. En paralelo, la división Búsqueda de Prófugos de la Policía Federal había encontrado un testigo que vio a Camila y a González juntos poco antes de la data de muerte, otro hombre de la zona que vio a “El Pollo” con una pala. Había un radio de búsqueda, cinco cuadras aproximadamente, pero los baldíos eran muchos. La llamada cerró todo.
Horas más tarde, apenas pasada la medianoche del martes, los perros de la Policía Bonaerense entrenados para oler y detectar restos humanos marcaron un lugar exacto de tierra removida entre los pastizales de un descampado ubicado en la avenida Monsegur y la calle San Cayetano, en las inmediaciones del ingreso a un predio deportivo sindical de la zona sur de la ciudad, a solo dos cuadras de la casa de González.
Ahí estaban los restos de Camila. Para deshacerse del cadáver, descubrió la Policía Científica, González -si es que es culpable- había atado el cuerpo con cables y en posición fetal y lo había metido adentro de la funda violeta de una “fiaca”, un puf relleno de bolitas de telgopor que se tomó el trabajo de vaciar.
Los resultados preliminares de la autopsia practicada en el Cuerpo Médico Forense de Moreno que llegaron al teléfono de Pontecorvo no pudieron revelar hasta el momento información precisa sobre el asesinato de Camila ni la causa precisa de muerte. Esto es por el tiempo transcurrido entre su fallecimiento y el descubrimiento de sus restos, según informó a Infobae una fuente cercana al caso. El cuerpo tenía un grado de descomposición tal que no fue posible para los peritos forenses advertir a simple vista ningún tipo de lesiones. Lo que sí se pudo constatar es que la fecha de muerte data de aproximadamente 10 días, en coincidencia con la fecha que la familia de Camila denunció su desaparición. En los próximos días se realizarán en La Plata otra serie de pericias que darán a la Justicia una precisión más acabada sobre el crimen.
La familia de González, lejos de encubrirlo, habló. A partir de la declaración de parientes cercanos, la Justicia pudo empezar a reconstruir lo que ocurrió tras el asesinato. El sábado 4 de abril, González fue a la casa de su familia cerca de la 1 de la mañana con su hijo menor, de 5 años y les dijo: “Se los dejo porque maté a Camila”. Luego se fue.
El “Pollo” y Camila habían estado en pareja por 7 años y habían sido padres dos hijos, una nena de 7 y un nene de 5, pero ya se habían separado. Ella había decidido seguir adelante y hasta se había puesto en pareja de nuevo. Hacia varias semanas que ella y Cristian, su novio, compartían fotos juntos y se publicaban mensajes de amor en Facebook.
El celular de González, en cambio, reveló otra cara de la situación. Sus búsquedas de Google y YouTube sugieren para la Justicia una trama de celos enfermizos y obsesión: “Cómo ver las historias de Instagram de alguien sin que se entere”, “Cómo leer los mensajes de WhatsApp de otra persona”, “Cómo entrar a los mensajes de otra cuenta de Facebook”. Estaba obsesionado, creen los investigadores, con la nueva vida de Camila.
La noche previa a su desaparición, ella hablaba en simultáneo con sus amigas y con Cristian por WhatsApp: “Te extraño”, “Te amo”, le escribía al joven de 21 años. Exactamente a las 23:19 del viernes Camila dejó de contestar y no se conectó nunca más. La fiscal Pontecorvo investiga la hipótesis de que González haya descubierto esos mensajes para luego matarla.
Sobre lo que sucedió después la información clave la aportó un nuevo testigo, un vecino del acusado. El “Pollo” había ido a la mañana hasta su casa para pedirle una pala. “¿Una pala? ¿Para que la necesitas?”, le dijo. “Necesito sacar unas lombrices porque me voy a pescar", le contestó el. La explicación era extraña. “¿A donde vas a ir? Estamos en cuarentena”. “No, acá al dique un rato” fue la repuesta.
González había sido visto con una pala por otros dos vecinos en el lugar donde encontraron el cuerpo de Camila. Uno de ellos se acercó a declarar porque les pareció sospechoso. “Lo último con lo que podías ver era con una pala”, dijo el testigo para referir que el imputado, que registró trabajos para empresas tercerizadoras de limpieza entre 2010 y 2014, no tenía un trabajo conocido.
Sin embargo, cuando la Bonaerense allanó su casa en busca de pruebas que lo relacionaran con ese testimonio, la pala no apareció. Hasta hoy. El vecino que se la había prestado vio las noticias y entendió lo que había pasado.
El hijo menor de la víctima y su presunto victimario tuvo una entrevista preliminar con psicólogas para saber, previo a la realización de una Cámara Gesell, si el nene -que estaba al cuidado de sus padres cuando su mamá fue asesinada- pudo ser testigo del brutal ataque. Sin embargo, si bien el chico de 5 años pudo referir de alguna manera a distintas situaciones de violencia de género de su padre hacia su madre, en principio no mencionó nada sobre la noche del crimen.
Ahora, tanto él como su hermana de 7 años están al cuidado de la familia de González, no de la de Camila. El Centro de Asistencia a la Víctima, el municipio de Moreno y organizaciones sociales trabajan con los familiares para definir la situación de ambos que atraviesan el mismo destino que muchos otros hijos de víctimas de femicidio convertidos en huérfanos: la madre muerta y el padre preso.
Si sos víctima o conocés a alguien que sufra violencia de género llamá al 144 las 24 horas.
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