El inconfundible sonido de las máquinas de coser que funcionan incansablemente en el taller de costura de la Unidad N° 46 de San Martín le trae recuerdos a Ernesto. Con algo de melancolía le vienen a la memoria las jornadas en donde trabajaba entre la maquinaria de una de las plantas automotrices más importantes del país. Ese fue su último trabajo antes de que lo detuvieran por haber asesinado a un hombre a puñaladas en 2009. La Justicia lo condenó a 25 años de prisión, con un agravante particular en la pena: su víctima era un funcionario público.
Ernesto, ya con 40 años, quiere dejar el pasado a un lado. Se anotó como uno de los 75 presos dentro del sistema bonaerense que fabrican barbijos y kits sanitarios mañana y tarde en los talleres textiles de 9 de las 57 cárceles bonaerenses para combatir la pandemia del coronavirus.
Según datos oficiales, producen unos 2.200 barbijos por día y en total llevan realizados 24 mil productos que son distribuidos por el mismo Servicio Penitenciario Bonaerense en las restantes cárceles para que puedan ser usados por los guardias, personal médico y por los mismo reclusos.
Los talleres llegaron después de un período de tensión: la pandemia llevó al cierre de visitas, en gran parte acordado por los presos mismos que adherían a la cuarentena a lo largo de todo el sistema, lo que llevó a un corte en el ingreso de mercadería y de productos de higiene que familias y amigos llevaban a los detenidos en sus visitas. Esto generó reclamos y confrontaciones en unidades como Batán, donde el SPB tuvo que aplicar la fuerza para contener una revuelta en la alcaidía del penal marplatense. En paralelo, internos de cárceles como Urdampilleta fabricaban sus propios barbijos con lo que tenían a mano: pedazos de ropa, bolsas de compras.
Con el correr de los días, las autoridades comenzaron a hacer concesiones: autorizaron el ingreso de mercaderías con salvoconductos para que las visitas puedan circular, sistemas de videoconferencias para que detenidos puedan hablar y ver a sus familiares. Luego, la Justicia bonaerense aprobaría el uso y blanqueo de teléfonos en las celdas.
El titular del SPB, Xavier Areses, explica: “Desde que tomamos conocimiento de la pandemia instauramos la modalidad que denominamos ‘mesas de diálogos’, de la que participan las autoridades penitenciarias y de Salud junto a referentes de los pabellones. De esos encuentros surgió la iniciativa de producir barbijos y elementos de protección”.
La historia de Ernesto, que cometió uno de los delitos más graves en el Código Penal, se replica en distintos presos con condenas similares que se comprometen con la compleja situación actual para comenzar a redimirse e intentar aportarle algo a la sociedad desde el encierro.
José Luis también está detenido en la misma unidad de San Martín y sabe que va a pasar los próximos 10 años en una celda. En el año 2013 salió a la puerta de su casa en Grand Bourg y se trenzó en una pelea con su yerno hasta que lo asesinó violentamente. La Justicia lo condenó a 16 años. Según fuentes penitenciarias fue uno de los primeros en anotarse para fabricar no sólo barbijos sino también kits sanitarios que incluyen cofias, camisolines y cubrezapatos.
La fragilidad del sistema carcelario bonaerense, sumada a la superpoblación con 45 mil detenidos en total y unidades que superan incluso el doble o casi el triple de su capacidad –el penal de Dolores, el más sobrepoblado de la provincia según la Comisión Provincial por la Memoria; debería tener 330 detenidos por capacidad y llegó a más de 850 a comienzos de este año– no es un tema menor para las autoridades ante la circulación local del COVID-19.
“Las consecuencias de que ingrese el virus a las cárceles de la provincia son inimaginables. Hay que extremar los cuidados. No solo con los internos sino también con el personal que los vigila. Deberían vacunarlos a todos contra la gripe. Lo de los celulares es una buena medida porque lo que se necesita en este momento en los penales es paz y el preso encuentra eso cuando se comunica con su familia”, dice Leandro Halperin, legislador porteño y especialista en cárceles.
La semana pasada Infobae dio a conocer que los 19 defensores generales de la Provincia de Buenos Aires solicitaron de manera oficial, mediante hábeas corpus, que todos los presos que estén en grupo de riesgo, es decir mayores de 60 o con enfermedades graves, sean liberados. Según el escrito que presentaron, justifican su pedido en que el hacinamiento en que el viven los detenidos no permite el distanciamiento social y en que las pocas condiciones de higiene “los colocan en posición de enfermarse gravemente y con consecuencias fatales”.
Es posible que esta semana la Cámara de Casación deba decidir si acepta el planteo que además pide que la libertad se haga extensiva a personas que hayan cometido “delitos leves, sin que haya mediado violencia sobre las personas, o cuando la prisión cautelar ha alcanzado las dos terceras partes del mínimo de la pena del delito que se imputa” y para quienes tengan penas menores de 5 años y ya hayan cumplido la mitad.
En medio de esta situación sumamente preocupante, el trabajo de los reclusos para producir los barbijos y los kits de higiene es una señal entre tanta oscuridad. Además de la Unidad N° 46 de San Martín también se producen en tres cárceles de La Plata, una de Azul, Magdalena, Sierra Chica, Saavedra y Dolores.
Desde la Subdirección de Trabajo Penitenciario, explican que parte de la producción de barbijos y kits se almacenará para que quede en stock y sea utilizada en caso de necesidad y se distribuya únicamente a pedido del resto de los establecimientos carcelarios de la provincia.
Antes del comienzo de la fabricación de los barbijos, los detenidos recibieron una capacitación por el personal de la Subdirección General de Trabajo del SPB donde les enseñaron las medidas de higiene necesarias. Los turnos de trabajo se dividen en dos: de 8 a 12 y de 13 a 18.
“La producción por ahora se ha destinado al personal penitenciario y los profesionales de la salud que trabajan en las cárceles, pero en los próximos días vamos a anunciar la donación a hospitales y para la Policía”, agrega Areses.
Se espera que en los próximos días se sumen más internos y más cárceles para seguir fabricando uno de los insumos que más se requieren no sólo en la Argentina sino en todo el mundo. El objetivo es fabricar la mayor cantidad posible de barbijos, teniendo en cuenta los fríos meses que se vienen donde, según los especialistas, el virus se siente más cómodo.
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