En el pabellón 3H del Complejo Penitenciario Federal N° 1 de Ezeiza, tres detenidos miran las noticias.
En el resumen del noticiero pasan videos de distintas cárceles del país, viralizados por los presos mismos, en Coronda y Las Flores en Santa Fe, la N°54 en Florencio Varela, el penal de Batán, Concepción del Uruguay en Entre Ríos. Se ven revueltas, mensajes con tono apocalíptico de hombres con la cara cubierta con mantas. Hay disparos, amenazas, un muerto, luego otro, carbonizados en incendios, apuñalados.
Uno de esos detenidos es Martín Lanatta, condenado a prisión perpetua por el triple crimen de la efedrina y parte de la triple fuga de la cárcel de General Alvear, por la que pactó 13 años de cárcel junto a su hermano Cristian y Víctor Schillaci el mes pasado en el Tribunal N°1 de La Plata. Los otros dos son Juan Adduca y Raúl Millozzi, cuya historia como ladrones de bancos, quizás los más grandes de la historia argentina en su rubro del delito, fue contada por Infobae. Ahora no hablan de sus causas. Están preocupados por el virus en el aire.
“Acá hay muchachos con problemas de salud que corren riesgo, ni alcohol en gel nos dieron, sólo una botella de lavandina”, dice Adduca a Infobae. Pero el vocero del grupo será Lanatta. “Esto puede ser una masacre", dice el hombre del triple crimen.
-¿Es una amenaza a las autoridades del Servicio Penitenciario Federal?
-¡No! De ninguna manera. Digo que si el coronavirus entra, va a causar una masacre.
-¿Ustedes no van a tomar ninguna medida?
-No, pero en una situación alarmante es obvio que vamos a luchar por nuestra vida.
La situación en las cárceles del país es alarmante. El lunes, en forma simultánea, hubo revueltas en Coronda y en Las Flores con un saldo de cinco muertes. En un video que circula por teléfonos, unos diez presos con el rostro cubierto y facas, que dicen ser de la cárcel de Olmos, anuncian que responderán al virus a balazos. “Que vengan, les presentaremos batalla”, dice el líder parafraseando a Galtieri.
Lanatta asegura que la postura de sus compañeros, muchos de ellos veteranos del delito con condenas largas, es pacífica.
“Cuando vimos que decretaron la cuarentena, tomamos medidas inmediatamente. Y decidimos aislarnos de los otros pabellones porque no quisimos salir más a trabajar. Nosotros mismos nos pusimos en cuarentena”, asegura Lanatta.
-¿Cuál es la mayor preocupación?
-El riesgo no es el interno, el problema es el personal penitenciario que entra y sale. Cumplen las guardias y los relevos, pero vienen desde sus domicilios, y lo mismo pasa con el tema de los médicos, que vienen de hospitales púbicos, de cumplir servicio con pacientes infectados con el coronavirus y después entran acá. No lo podemos controlar nosotros, solo podemos aislarnos, tomando las medidas de higiene con insumos que nos han quedado y fueron traídos por nuestras familias.
-¿En el penal no les dieron nada?
-Acá la falta de insumos es total, sabemos bien que hace mucho tiempo el Servicio Penitenciario Federal está en emergencia, lo que estamos diciendo no es nada nuevo. Estamos en riesgo, y además estamos pidiendo que cumplan con los informes médicos de los pacientes de riesgo y que notifiquen a los juzgados. Les habían dado un plazo de 96 horas, pero no han llamado a nadie. En este pabellón somos seis enfermos de alto riesgo, yo por ejemplo tengo afecciones cardíacas y presión arterial alta. Otros muchachos tienen diabetes. La prisión domiciliaria tiene que ser una alternativa para los casos más graves.
-¿Son examinados por médicos?
-Acá el personal médico ni siquiera pasó a tomar nota a ver quién padece alguna enfermedad. Más allá de que se manejen por los legajos, no hubo ningún control.
-¿Cómo los afectó la falta de visitas?
-Es una decisión que también la tomamos nosotros. Por el bien de todos. Cuesta. Pero era un peligro. Eso llevó a otro problema. Porque antes comíamos lo que nos traían nuestros familiares. Ahora estamos en riesgo hasta con la entrega de comida, que la hacen empresas de catering que tienen empleados que también vienen desde afuera, y los alimentos son trasladados hacia los módulos por personal y repartidos por otros internos que tienen contacto en otros pabellones. Pasan por varias manos. Escuchamos las noticias a diario, que tenemos que estar bien alimentados pero las viandas que vienen no cumplen los valores nutricionales. Las bandejas, muchas veces, van a la basura, la comida muchas veces viene en mal estado.
-¿Qué opina de las revueltas?
-Era previsible. Pasó en otros países, como Brasil y Colombia. Nosotros no queremos eso. Ahora advertimos sobre algo que tiene que saber la sociedad.
“Está por explotar todo”
“Estamos al tanto de lo que pasa en los penales, pero acá nos estamos manejando con cautela. Lo importante es contenernos y llegar a un buen diálogo con quienes tienen que cuidarnos”, cuenta a Infobae uno de los miembros del CUD (Centro Universitario) del penal de Devoto.
En la medianoche de hoy jueves 27 en la cárcel porteña, un grupo de presos comenzó una batucada que se oyó desde las cuadras aledañas. Fue una protesta programada que no sorprendió a las autoridades, hace tiempo que los tambores suenan en el penal, con telas y mantas colgadas de las rejas. Los objetivos, cuentan autoridades, eran los mismos que apunta Lanatta: medidas para la población de riesgo y ante la situación general por el virus, lograr posibles excarcelaciones, con un petitorio que llegó por WhatsApp a los teléfonos de diversos jueces.
Pero no en todas las cárceles se vive ese clima.
“Acá falta que se encienda un fósforo para que explote todo, hay mucha tensión, no vuela una mosca", dice un hombre que cumple condena por robo calificado. Está detenido en la cárcel de Dolores, donde llegaron a estar los rugbiers acusados de matar a Fernando Báez Sosa, la más sobrepoblada de la provincia según la Comisión Provincial por la Memoria. Así como en Devoto, "hubo batucadas porque tenemos miedo de que acá se pudra todo. Acá ni un ibuprofeno hay, son todos manosantas, te curan de palabra. Mi mujer cree que no va a volver a verme, hay mucha bronca y miedo”, se queja.
Julián Zalloechevarría, flamante abogado y ex miembro de la banda que robó el Banco Río el 13 de enero de 2006, tiene un hijo detenido. “Estoy preocupado por los privados de su libertad. Pero la culpa principal la tienen los jueces, que están en sus casas de lujo mientras los detenidos no saben si van a sobrevivir a todo esto”, asegura.
“No sé nada de mi hijo, ni llamar puede", dice Rubén Alberto de la Torre, uno de los ladrones del Robo del Siglo, cuyo hijo está detenido en el penal de Junín. “He hablado con otros muchachos privados de la libertad. Está todo medio caliente. Yo les digo que en lo posible traten de aguantarse, pero no podés meterte mucho en este momento porque uno estando en cana actúa por inercia, hacés lo que te dicta el corazón y a veces la furia. Si tenés ganas de explotar, explotás y si venís barajando un montón de problemas, de salud, por el encierro y te cortan las visitas, el asunto se vuelve más grave. Por lo que sé, hay alimentos que se pierden en el camino, no hay limpieza, y esto está generando un caos que si sigue así va a terminar mal, lamentablemente. Estuve preso muchos años, pero nunca vi algo igual”.
Las medidas llegan de a poco. Días atrás, el Servicio Penitenciario Bonaerense admitió luego de protestas que los familiares de los presos lleven comida y productos de higiene y limpieza. El Servicio Federal, por su parte, elevó a la Justicia una lista de 1280 presos en situación de riesgo, sin formular recomendaciones: represores y condenados por delitos de lesa humanidad como Alfredo Astiz y “El Tigre” Acosta se encuentran en ella.
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