El 18 de diciembre de 2017, después de un año de juicio, Santiago Corona fue sentenciado a cadena perpetua por el asesinato de Roberto Fernández Montes, su suegro, a quien mató el 21 de enero de ese año en el barrio porteño de Caballito. Esta mañana, la Sala I de la Cámara Nacional de Casación Criminal y Correccional rechazó el recurso interpuesto por los abogados del condenado sobre la pena y confirmó la perpetua.
Hace tres años, el empresario español había estado varios días desaparecido tras indicarle a su familia, aquel mediodía, que volvería a su casa para bañarse, comer algo y regresar por la noche a cenar. La frase la escuchó María del Carmen Liñeira, su pareja desde hacía 13 años, quien horas más tarde comenzó una búsqueda desesperada que involucró a a Natalia y Giselle, las hijas del empresario, y a Santiago, marido de Natalia, quien también concurrió al departamento para dar con su paradero. En el lugar sólo faltaba un acolchado: el mismo que utilizó Corona -junto a otro hombre- para envolver el cuerpo, subirlo al auto y escapar de la propiedad.
El cuerpo del empresario apareció en un descampado de la zona de Cañuelas, provincia de Buenos Aires, a menos de dos kilómetros de la Ruta 3. Fernández Montes, de 67 años, fue incendiado dentro de su vehículo, un Suzuki Fun que los investigadores reconocieron al instante. Matías Morla es el abogado de Giselle y destacó el fallo de la Justicia que confirmó la pena impuesta por el Tribunal Oral N° 5 a fines de 2017. La defensa de Corona interpuso un recurso en casación para que su pena sea rebajada, hecho que los jueces Jorge Ruiz Rimondi, Patricia Llerena y Gustavo Bruzzone rechazaron.
Corona, condenado por homicidio agravado por alevosía, contó con la complicidad de Raúl Fernández Torres, quien aún permanece prófugo. El fiscal Juan Fernández Buzzi pidió que se intensifique la búsqueda del otro autor del crimen. “No teníamos dudas de que se iba a confirmar la sentencia por homicidio agravado por alevosía. Las pruebas que conseguimos en su momento eran contundentes y por eso estamos satisfechos con el fallo, aunque todavía los familiares no pueden estar en paz porque en la causa hay un prófugo que participó directamente del asesinato”, expresó Morla.
Torres, carnicero de nacionalidad paraguaya, aparece en los videos llevando el cuerpo del empresario junto a Corona. Desde el momento mismo de la detención de Corona, se buscó a Torres pero la Justicia nunca pudo dar con su paradero. Giselle, la hija mayor de Montes, siguió de cerca la resolución de la Cámara y si bien está satisfecha, continúa pidiendo por el total esclarecimiento del homicidio.
“Siento que por parte se hizo Justicia. La resolución me deja en paz, pero también me obliga a seguir luchando para que se encuentre al otro asesino de mi padre. Ojalá este nuevo gobierno pueda encontrarlo para que mi padre pueda descansar en paz”, manifestó Giselle. Las cámaras de seguridad del edificio permitieron observar cómo Corona y Fernández Torres arrastraron el cuerpo y huyeron en el automóvil posteriormente prendido fuego.
Corona estaba casado con Natalia y “colaboró” con la familia en el intento por dar con el paradero de la víctima, es decir, su suegro. Participó de los llamados a los hospitales y de las denuncias, pero no contó con los videos de las cámaras de seguridad de edificio ubicado sobre la calle Aranguren.
Al día siguiente de la desaparición, mientras Natalia iba camino a su departamento (donde la esperaban su marido y sus dos hijos), su hermana reconoció a su cuñado en las grabaciones. Lo vio cargando el cuerpo de su padre muerto. Desesperada, Giselle llamó a Natalia y le dijo: “Estás comiendo con el asesino”. Natalia disimuló los nervios, le dijo a su marido que tenían que hacer un trámite en la comisaría y logró que quedara detenido.
¿Por qué lo hizo?
Corona y la hija de Fernández estaban en pareja desde 2003 y se casaron en 2007. Ambos trabajaron en la empresa de la víctima hasta que acordaron que Natalia se iba a ocupar únicamente de la casa y de sus dos hijos.
Las cuentas de la empresa “Mini Vial”, que el empresario español había creado a principios del 2000, quedaron a cargo de Corona, que era contador y una persona en quien Fernández confiaba. Sin embargo, la relación entre ambos empezó a tensarse cuando las ganancias cayeron, los números rojos evidenciaron un mal manejo y el empresario descubrió que Corona había robado casi un millón de pesos del negocio. Lo había dejado al borde de la quiebra.
Si bien la víctima estaba seguro de la estafa no se animaba a denunciarlo porque Corona era el marido de su hija y el padre de sus dos únicos nietos, de 1 y 2 años por aquel entonces. Aún así dejaron de verse y Roberto no podía ni acercarse a sus nietos. “Es un estúpido, no puede matar a nadie”, le decía a sus hijas cada vez que Corona lo amenazaba. “Decile a tu papá que deje de ensuciarme porque el que va a terminar preso es él, voy a llevar todo a la Justicia. Que no se meta conmigo”, le había dicho Corona en un mensaje de voz que le envió a Giselle, su cuñada, previo a asesinar a su suegro.
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