Fernando Báez Sosa, de 18 años, llegó a Villa Gesell el jueves 16 de enero. Su plan era permanecer unos días allí con sus amigos de la escuela secundaria y con su novia Julieta Rossi, con quien cumpliría 10 meses de relación el domingo 19.
Fernando y sus amigos formaban un grupo numeroso: entre 15 y 16 personas. Todos se hospedaron en el hostel Hola Ola, en Paseo 105 y Avenida 5. Habían alquilado hasta el jueves 23 de enero.
Cerca de las 19 del viernes 17, el grupo de amigos del Colegio Marianista decidió que por la madrugada irían a bailar al boliche Le Brique.
Cenaron en el hotel y luego se dividieron. Fernando quedó junto a seis amigos, cuyas iniciales son L.F., L.B., S.C., J.G., F.T. y J.B.
A partir de las 23, el grupo inició la “previa” en el hostel. Aproximadamente a la 1:30 de la madrugada del sábado 18 de enero partieron hacia el boliche.
Llegaron al lugar cerca de la 1:40. El grupo de 7 amigos había conseguido dos promociones de “pagan 2, entran 3”. Además, un relacionista público del local bailable les dio pases para el sector VIP.
Media hora después, el segundo grupo de amigos de Fernando, integrado por los jóvenes T.D., F.C., G.M., L.B., J.P., I.B. y F.L. ingresó al boliche pagando 700 pesos por cada entrada con consumición.
La novia de Fernando, Julieta Rossi, también había llegado al lugar con un grupo de amigas. En pocos minutos, todos se reunirían dentro.
El grupo de amigos recordó luego que, al llegar, el boliche todavía estaba semivacío. Eso cambiaría drásticamente en el lapso de una hora y media. A las 3:00, el lugar estaba abarrotado.
La noche transcurrió con normalidad para el grupo de amigos del Colegio Marianista, al menos hasta las 3:30, cuando padecerían el primer encontronazo con otro grupo de jóvenes.
F.C. bajó a la pista principal para ver un recital de Neo Pistea, que actuó allí esa noche. Al principio estaba solo, hasta que en el transcurso del show se cruzó con Fernando, que estaba acompañado por T.D. y J.P.
“Caminar ya era imposible. Había que empujar para pasar y la gente te miraba mal”, declaró ante la fiscal Verónica Zamboni el amigo de Fernando F.C.
“En una de las últimas canciones hay que hacer ‘pogo’. Empezamos a hacerlo y por accidente Fernando chocó con otro muchacho. Este, que era más alto que Fer, que vestía una remera o camisa blanca, se le quedó parado como incitando a Fernando a pelear. Fernando le levantaba el dedo como que no había pasado nada y este chico seguía parado ahí. T.D. intervino para separar la situación”, completó el amigo de Fernando, que luego regresaría al VIP con el resto del grupo y perdería de vista a los tres compañeros con los que vio el show.
Fernando, T.D y J.P. siguieron en la pista principal para luego moverse hacia la barra.
Allí se sumó el amigo J.G., quien sería el protagonista de la chispa con la que se empezaría a escribir la trama del asesinato.
“Cuando íbamos caminando, era muy difícil por la gente que había. Se ve que sin querer empujé a alguien. No fue un empujón. En realidad fue un choque por la cantidad de gente que había. Ahí escucho que salta un chico diciéndome que deje de empujar, de mala manera. Y siento que me pegan con un brazo por detrás”, declaró J.G.
T.D., otro amigo del grupo, vio la agresión a su compañero e intentó frenar los golpes.
“En un momento veo a dos chicos que estaban alterados, molestos y que nos incitaban a pelear. Los intento calmar y ahí es cuando recibo golpes de puño, piñas. Me trato de defender y hablo con uno de los agresores. Le digo ‘no nos sirve pelearnos, nos van a echar a los dos’, a lo que este sujeto me dijo: ‘El problema no es con vos, es con tu amigo, me voy a quedar a esperarlo’”, declaró T.D. ante la fiscalía.
T.D. nunca pudo comprobar si ese “amigo” al que aludía el agresor era Fernando, J.P. o J.G. Lo cierto es que al cabo de unos pocos minutos y en una secuencia extraña en la que hubo forcejeos y volaron algunos golpes, Fernando Báez Sosa fue expulsado del boliche por los empleados de seguridad. Lo mismo sucedió con el grupo con el que se había generado el conflicto.
Ese conjunto de amigos estaba compuesto por 10 jóvenes de entre 18 y 20 años, oriundos de Zárate, en su mayoría jugadores de rugby del Club Náutico Arsenal de Zárate, hoy convertidos en una suerte de celebridades del delito, por lo que sucedería pocos minutos después.
Al ver que Fernando era expulsado del boliche, seis o siete de sus amigos decidieron acompañarlo. De acuerdo a sus testimonios, la mayoría consideró que el problema había terminado. Creían que había sido un encontronazo fortuito en el que volaron algunos golpes, empujones y poco más.
Fernando, con el torso descubierto y su camisa negra rota colgada en uno de sus hombros, cruzó al kiosco de la vereda de enfrente y se compró un helado de palito.
“Fernando nos contó ahí que le habían pegado a J.G., que él intentó separar y que le empezaron a pegar también a él”, contó uno de sus amigos.
A las 4:40 del 18 de enero, las cámaras de seguridad de una de las cocinas de boliche Le Brique captaron cómo empleados de seguridad expulsaban a la fuerza al grupo de los 10 rugbiers. El que más oponía resistencia y se mostraba más alterado era Máximo Thomsen, de bermudas y camisa de manga corta oscura. Hizo falta el concurso de dos “patovicas” para controlar los intentos de Thomsen por zafarse.
Detrás de él marchaba el resto de sus amigos. En esas imágenes también se puede percibir cómo Lucas Pertossi, celular en mano, filmaba toda la secuencia.
Este caso tiene la particularidad de que los siete minutos contemplados entre el inicio del ataque y la huida de los agresores quedaron registrados por diferentes cámaras de video, tanto de seguridad, como de los teléfonos de los testigos y de los propios atacantes.
Precisamente, un video recuperado del teléfono de Lucas Pertossi permitió corroborar cómo se inició el ataque fatal.
Mientras Fernando Báez y su grupo de amigos charlaban en círculo sobre la vereda de enfrente del boliche, el celular de Pertossi filmaba el inicio de la golpiza: entre siete u ocho rugbiers se acercaron al grupo del Colegio Marianista y, sin avisar y desde atrás, uno de ellos –Ciro Pertossi, primo de Lucas– le asesta una trompada a Fernando, que lo hace caer de inmediato al suelo.
Eran las 4:44 de la mañana del sábado 18 de enero y el grupo de rugbiers iniciaba la brutal golpiza en la que terminarían asesinando al joven de 18 años.
Los segundos siguientes del video muestran cómo Fernando Báez Sosa permanece tirado en el suelo, arrodillado, boca abajo, intentando defenderse de los golpes que está recibiendo en simultáneo y sin poder responder. El video se corta justo cuando Lucas Pertossi decide sumarse a la agresión.
Los amigos de Fernando y los testigos circunstanciales del hecho son prácticamente unánimes en afirmar que el ataque de los rugbiers se enfocó casi de manera exclusiva en Fernando Báez Sosa. Se encarnizaron con él.
Las testimoniales ante la fiscal Zamponi permiten tomar dimensión del salvajismo con el que se atacó a Fernando. Algunos detalles son estremecedores.
“El chico que llevaba una camisa negra desprendida y que habían sacado de forma violenta parecía el líder del grupo. Era el que iba al frente, el que más pegaba. También vi que le pega una segunda persona, llevaba una remera de color blanca, de pelo corto con rulos, con pantalón largo oscuro, de tez blanca, de contextura robusta, pero más gordo; este chico le pegó a Fernando con piñas y patadas”, reveló el testigo Tomás B., quien observó todo el ataque desde la vereda del boliche.
“Al mismo tiempo el chico de camisa negra queda al lado de la cabeza de Fernando, le pegó dos puntinazos en la cabeza, creo que del lado izquierdo (...) Cuando digo puntinazos me refiero a que le pegaba con la punta de la zapatilla”, aclaró.
Y completó: "Luego esta misma persona arengaba a seguir peleando, manifestaba textualmente ‘Dale, cagón, levantate’”.
Los amigos de Fernando Báez declararon de manera unánime que no pudieron ayudar en ningún momento a la víctima, ya que cada vez que se querían acercar, recibían un golpe o un empujón violento por parte de alguno de los rugbiers. No los dejaban acercarse, impidiendo cualquier ayuda a Fernando.
La testigo Tatiana C. estaba en la puerta del boliche Le Brique al momento del ataque. Asegura que cuando Fernando ya estaba desmayado e inconsciente, los golpes no cesaban. “Era como que le estaban pegando a una bolsa de papas”, declaró.
T.D. es el amigo de Fernando que quedó en el suelo al intentar defenderlo y que también recibió una paliza por parte de al menos tres rugbiers durante el hecho. Una vez que pudo escapar de la golpiza, reconoció a Matías Benicelli, el rugbier caracterizado por el rodete, que gritaba: “¡A ver si volvés a pegar, negro de mierda!”.
La propia testigo Tatiana C. también declaró que, sobre el final de la golpiza, otra persona que observaba la escena y que aparentemente no conocía a nadie, arengó a los agresores al grito de “¡Dale, matalo, golpealo”. Y que Thomsen, al escuchar esas palabras, tomó a Fernando inconsciente del cuello, y respondió: “Quedate tranquilo que me lo voy a llevar de trofeo”.
Quizás el documento de mayor difusión fue el primer video que salió a la luz, filmado por un joven que vio toda la golpiza y grabó los instantes finales del ataque. Fuera del plano, los testigos pudieron ver el golpe final, asestado por alguno de los rugbiers y que provocó un sonido espeluznante. Justo después de ese golpe, quien filmaba se quejó ante los agresores. “Nooo, amigo, lo mataron. Lo hicieron m…, lo hicieron m…, amigo, ¿qué onda?”, dijo, indignado.
Después de realizadas las ruedas de reconocimiento a más de diez testigos, se logró identificar a los rugbiers agresores, tanto a los que le pegaron a Fernando como a los que atacaron a Tomás, el amigo que quiso auxiliarlo.
Entre los agresores de Fernando, los testigos identificaron a Ciro Pertossi, Máximo Thomsen, Matías Benicelli y Blas Cinalli. A su vez, como agresores de Tomás, fueron identificados Enzo Comelli, Luciano Pertossi, Lucas Pertossi, Ayrton Viollaz y también Matías Benicelli.
A Juan Pedro Guarino y a Alejo Milanesi algunos testigos lograron ubicarlos en la escena pero no como agresores.
El salvaje ataque duró apenas dos minutos. Luego, los rugbiers abandonaron el lugar con relativa tranquilidad y en actitud todavía desafiante. El testigo Tomás B. declaró: “Ahí vuelvo a escuchar al que definí como líder, de camisa negra, que gritaba y seguía arengando para que vayan a pelearse, no le gritaba a Fernando, sino a todos. Decía: ‘Dale, cagones, vengan’”.
Eran las 4:46 de la madrugada, cuando una de las cámaras de seguridad del Municipio tomó un plano de la entrada del restaurante Ciprianny, ubicado a sólo 25 metros del escenario del homicidio, sobre la misma vereda. Se ve a los rugbiers reunirse inmediatamente después del ataque. Y a Matías Benicelli abrazando a uno de sus amigos. Se ignora el sentido de ese abrazo. Segundos después, la banda sigue su camino hacia el norte y sale del plano. Poco después, se dividen.
Mientras tanto, los segundos posteriores a la golpiza, en la vereda de enfrente de Le Brique fueron estremecedores.
Fernando yacía en el suelo, sin reaccionar. Los amigos intentaban acercarse y reponerse de los golpes que también habían recibido, mientras uno que otro cruzaba la calle para recriminar a los patovicas del boliche por no haber intervenido para frenar el ataque.
J.B. declaró: “Yo en ese momento crucé hacia el local Le Brique y les pedimos ayuda a los patovicas y no hicieron nada. En este momento observo a un muchacho lastimado en la cara que estaba apoyado en la cerca del restaurante lindero al boliche que decía que había sido golpeado por los mismos sujetos. Y escucho a otro muchacho decirles a los patovicas: ‘Estos son los mismos de siempre’”.
Los amigos de Fernando empezaron a comunicarse entre sí mediante mensajes de Whatsapp; varios de ellos seguían en el boliche y ni se habían enterado del ataque.
“Recibí un mensaje vía Whatsapp de J.G. que me decía ‘Salimos porque lo sacaron a Fer’. En ese momento pensé que lo habían sacado a Fernando al patio por un malestar o algo así. Dos minutos más tarde recibo un mensaje en mi grupo que J.P. publicó que ‘Nos están pegando’. Yo lo entendí como una joda y le puse “jajaja, no jodan”. Mientras G.M. y yo permanecíamos junto a las chicas en el VIP del boliche, F. mandó al grupo un audio que no pude escuchar por el ruido del local y luego un mensaje que decía que Fernando estaba tirado en el piso inconsciente afuera”, declaró el testigo F.C. Mientras, Julieta Rossi preguntaba en el boliche dónde estaban el resto de los chicos.
El hermano de la empleada del kiosco y una testigo de 17 años se acercaron a Fernando y notaron que el joven de 18 años no respiraba. A la espera de la ambulancia, comenzaron a hacerle trabajos de RCP. Esa imagen fue un detonante para la crisis completa del grupo de amigos.
Según varios testigos, los amigos de Fernando estaban en shock. No hablaban entre sí y lloraban sin parar. Estaban dispersos.
Una fuente autorizada contó a Infobae que uno de los amigos de Fernando llamó a su papá a las 5 de la mañana, en pleno llanto: “A Fer le están haciendo reanimación cardiopulmonar. Es que le pegaron mucho”.
Otros amigos, entre los que estaba Julieta, acudieron de inmediato al hospital. El grupo restante fue derivado a la comisaría de Villa Gesell.
Eran las 4:48 de la madrugada cuando un patrullero policial con tres efectivos de Infantería empezó a recorrer la zona aledaña a Le Brique buscando a los agresores. Se cree que el grupo de rugbiers supo que las fuerzas de seguridad estaban a la búsqueda de los responsables y decidió dividirse.
Por un lado, Thomsen, Alejo Milanesi, Blas Cinelli y Ayrton Viollaz aceleraron el paso y escaparon hacia el chalet que alquilaba el grupo, ubicado justo en la entrada al bosque, en la calle Alameda 203.
La testigo A.R., empleada de un hotel de la avenida 3, declaró haber visto a un joven de cabellera rubia y camisa oscura desabrochada pasar corriendo por delante del lugar y meterse en la zona de casas frente al hotel. Dijo que el joven iba corriendo y detrás de él caminaba un grupo de amigos, más de 8 personas. Cuatro o cinco de ellos se quedaron en la puerta del supermercado Marina. Las cámaras de seguridad del establecimiento revelarían que eran Luciano y Ciro Pertossi, Matías Benicelli, Enzo Comelli y Juan Pedro Guarino.
El testigo W.T., empleado de la hostería lindera a la casa alquilada, avaló estos dichos: él también vio a dos jóvenes meterse a las apuradas en el chalet. El hombre dijo que dos chicos ingresaron corriendo a la casa sin siquiera abrir el portón del predio; lo saltaron por arriba. Eso le llamó la atención porque tenían llaves. “Estos locos se mandaron una cagada”, pensó en ese momento.
A las 4:49, el grupo de rugbiers apostados en la puerta del supermercado fue interrogado por tres efectivos de Infantería. Aseguraron no tener nada que ver con la golpiza en la puerta del boliche. Los policías no lo percibieron en el momento, pero las cámaras del supermercado mostraron que al ser abordados por la policía, la mayoría de los rugbiers escondieron las manos en los bolsillos. Se ve incluso cómo Ciro Pertossi se chupa los dedos para limpiarlos.
Cuando se va el patrullero, empieza la actividad en el grupo de Whatsapp “Los delboca3”, del que formaban parte al menos nueve de los diez rugbiers del chalet (Ayrton Viollaz es el único que no lo integra).
La idea de los rugbiers era volver a reunirse. “¿Dónde están?”, preguntó Máximo Thomsen a las 04:53. Ciro Pertossi le respondió con la ubicación: el supermercado Marina.
“¿Los llevó el GAD?”, preguntó Thomsen, en referencia al Grupo de Apoyo Departamental de Villa Gesell. Sólo responde Lucas Pertossi, que había salido de la casa para buscar a su primo Ciro y al resto de amigos. Mientras los buscaba, se topó de lejos con el drama en la puerta del boliche.
Fue entonces cuando Lucas Pertossi grabó un audio estremecedor: “Estoy acá cerca de donde está el pibe y están todos ahí a los gritos, está la policía, llamaron a la ambulancia... caducó”. Para la fiscal, esa última palabra, “caducó”, indica que el grupo completo de rugbiers sabía que Fernando había muerto. La defensa intentará demostrar que ese término era figurativo, dentro de la intimidad de un chat grupal entre amigos.
Luego, la posta es tomada por Alejo Milanesi, a quien ningún testigo pudo reconocer entre los agresores. Intentó reunir a todo el grupo con mensajes escritos a las 4:56: “¿Dónde estamos todos? Machu, Ayrton y yo en la casa. ¿Los demás? Repórtense”.
La respuesta de Ciro Pertossi llegó al minuto: “Ahí estamos yendo. Ahora vamos para la casa, estamos acá a la vuelta… ahora vamos”.
En las últimas horas apareció una nueva imagen que permitió a la fiscalía corroborar que a las 5:10, el grueso del grupo de los rugbiers se encontraban dentro del chalet. Una foto tomada por Blas Cinalli a las 5:11 de la mañana lo mostró a él mismo, a Ayrton Viollaz, Lucas Pertossi, Juan Pedro Guarino, Luciano Pertossi y Máximo Thomsen posando con sonrisas en sus rostros. En la foto también apareció un presunto undécimo integrante del grupo, que hasta el momento no fue identificado.
El restaurante de comidas rápidas McDonald’s, ubicado en la avenida 3, entre paseos 104 y 105, a tres cuadras de Le Brique, aportó 15 archivos de video a la Justicia que contienen un registro entre las 5:10 y las 6 de la mañana. En ellos se ve al menos a cuatro rugbiers comiendo en el local.
Primero aparece Lucas Pertossi (con la ropa cambiada), junto a Alejo Milanesi y Blas Cinelli. A los pocos minutos, aparece en escena Máximo Thomsen, también con atuendo cambiado.
La fiscalía investiga si el cambio de ropa y la ida al local de comida rápida fue una estrategia para obtener una coartada ante una eventual acusación. Thomsen vestía en el McDonald’s la misma remera que en la foto tomada antes por Blas Cinalli.
Thomsen y Pertossi ríen y bromean distendidos. Una actitud llamativa en quienes una hora y media antes habían golpeado con puños y patadas a otro joven hasta matarlo. A las 5:48 de la mañana, los dos amigos enviaron dos imágenes desde el McDonald’s al grupo de Whatsapp. Thomsen agregó la frase “The Police” en un mensaje de texto.
Hacia las 06:06, parte del grupo pareció empezar a tomar conciencia de la gravedad de lo ocurrido. Por eso, Matías Benicelli empezó a retar a los que aparentemente habían comentado el ataque con otros amigos de Zárate.
"Eu, amigo, dejen de Lorear", publicó Benicelli.
“¿Qué están preguntando los otros pibes si nos peleamos?”, agregó.
Fue entonces cuando Ciro Pertossi grabó un audio que para la fiscal Zamboni fue la prueba clara del inicio del armado de un pacto de silencio entre los diez rugbiers: “Chicos, no se cuenta nada de esto a nadie”.
Benicelli, resignado, respondió en el grupo: "Ya contaron, porque Santino preguntó qué onda que nos peleamos. Son re loros, amigo, dejen de flashear".
Se estima que en los minutos siguientes, los cuatro rugbiers que habían ido al McDonald’s regresaron al chalet y se fueron a dormir.
A las 10:38 de la mañana, un numeroso grupo de efectivos policiales llegó al chalet de Alameda 203, justo a la entrada de la reserva “Carlos Idaho Gesell”, para proceder a las detenciones de los 10 inquilinos. Esa circunstancia también quedó reflejada en el chat grupal de los rugbiers.
Ciro Pertossi: “Policía afuera”.
Ciro Pertossi: “Euuuu”.
Blas Cinalli: “Si, mal”.
Blas Cinalli: “Está la poli”.
Ciro Pertossi: “Salgamos”.
La policía había encontrado el domicilio ubicado entre la calle Alameda 203 y el ingreso a la reserva “Carlos Idaho Gesell”, de acuerdo a los testimonios de los empleados del hotel y la hostería. Una vez que los efectivos tocaron la puerta, fue Benicelli quien les abrió.
Las fuerzas de seguridad ya habían tenido acceso a parte del material de las cámaras de seguridad de la ciudad, por lo que reconocieron al rugbier de inmediato por su rodete en el pelo.
Los médicos del Hospital de Villa Gesell constataron la muerte de Fernando Báez Sosa poco después de que el joven llegara inconsciente en la ambulancia. La autopsia corroboraría que el joven de 18 años perdió la vida a causa de un paro cardíaco, producto de un shock neurogénico generado por un traumatismo muy grave de cráneo. Durante el análisis, se comprobó que el rostro de Fernando tenía marcas de la suela de una zapatilla. Según se aseguró en el expediente, las características de la marca coincidirían con el dibujo de las zapatillas de Máximo Thomsen.
A unos 380 kilómetros de distancia, en el barrio de Recoleta, eran poco más de las 5 de la mañana de ese sábado 18 de enero cuando Silvino y Graciela Báez Sosa recibieron la noticia de que su hijo Fernando había sufrido una golpiza y estaba siendo trasladado a un hospital. Habían sido alertados por los padres de un amigo de Fernando que también estaba en Gesell.
Silvino y Graciela empezaron a buscar por internet pasajes de micro para viajar lo antes posible, hasta que uno de los padres se ofreció a llevarlos en auto. Mientras esperaban que los pasaran a buscar, Graciela recibió el llamado de un comisario de Villa Gesell, que le dio la noticia de la muerte de su hijo. El viaje hasta la ciudad costera, que debía haber demorado unas cinco horas, duró casi nueve. Justo era el fin de semana del cambio de quincena.
Video: Rocío Klipphan / Thomas Khazki
Producción: Nicolás Spalek
Infografías: Marcelo Regalado
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