Sebastián Nicora se había criado en el campo junto a su abuelo Rubén. Allí aprendió a andar a caballo, a manejar un tractor. Iba de chico a las jineteadas, como muchos de los que viven en Verónica, cabecera del partido de Punta Indio, a noventa kilómetros de la Capital Federal.
Nunca conoció a su padre. Su mamá, Fernanda, decía que era capaz de hacer cualquier cosa por sus hermanos. A Sebastián, de 16 años, no lo aferraban demasiadas otras cosas. Le gustaba la música pero sus días de adolescente empezaron a ser difíciles: fue expulsado de la escuela y su mamá había pedido ayuda al Consejo Local de Niñez y Adolescencia para internarlo por sus problemas de consumo.
En boca de los vecinos, que lo acusaban por hurtos y lo veían con malos ojos, era un joven peligroso. El rumor en un pueblo es algo asfixiante y más para un adolescente de una comunidad pequeña. Cuando salía a la calle, les contaba a sus amigos que sentía “las luces del patrullero sobre la nuca”. Sebastián no era el único joven que estaba en la mira policial pero su desenlace fue inesperadamente brutal: su cadáver apareció arrojado en la playa El Pericón de Punta Indio entre las últimas horas del 14 y las primeras del 15 de febrero de 2013, en plena temporada de verano.
¿Qué había ocurrido? La primera autopsia hablaba de un supuesto golpe en la cabeza, pero pasó todo lo contrario. Se sabría recién un año y medio después por un segundo estudio al cuerpo que fue Sebastián asesinado de un tiro en la cabeza, en circunstancias que la policía nunca esclareció. Le dispararon de frente y del lado izquierdo. El asesino lo ejecutó a sangre fría, a poca distancia. Punta Indio es uno de los puntos turísticos más convocantes de la costa rioplatense, su rutina se trata de juegos a cielo abierto, kayak, gastronomía y diversión para jóvenes, familias y visitantes que suelen disfrutar del agua en lo que resta del verano. El cuerpo de Sebastián yacía entre las huellas de los cuatriciclos en la arena y decenas de veraneantes que concurrían temprano a disfrutar de las primeras luces del alba en el río se acercaron por curiosidad sin que nadie les pusiera un freno. Parecía una zona liberada.
Ahora se cumplen siete años del crimen que cambió el ritmo de una zona tranquila, bucólica, acostumbrada a vivir de puertas abiertas a la calle, la cual sin embargo empezó a mostrar los signos de lo siniestro cada vez con mayor desconcierto. El año pasado, sin ir más lejos, las cámaras alteraron la rutina del lugar con las noticias del femicidio de la joven Noelia Maldonado -y el posterior suicidio de su asesino, Ariel Baldomero Sives, quien era su pareja- y, tan sólo al mes siguiente, con la desaparición y posterior aparición de una niña secuestrada por una pareja de vecinos, justamente en la playa donde mataron a Sebastián Nicora.
Ya pocos lugareños de Verónica y Punta Indio son indiferentes ante los hechos. En una recorrida por sus calles, el rostro de Nicora aparece en stencils pegados en muros callejeros bajo la consigna de “no olvidar”, “ni un pibe menos” o “sin justicia, hay impunidad”. Hay alguien que irá a juicio, por lo pronto. El 22 de junio, en el Juzgado Correccional nº 2 de la Plata está previsto el comienzo del juicio contra el ex médico policial de Punta Indio, José Daraio, quien realizó la primera operación de autopsia al cuerpo. La expectativa de la querella del caso es que el médico, imputado por falso testimonio, confiese por qué supuestamente falsificó el informe y que diga, puntualmente, qué clase de órdenes obedeció para decir que Nicora murió de un golpe en la cabeza cuando, en realidad, le habían disparado a quemarropa. Es la punta de un ovillo intricado que podría llegar a las altas esferas del poder.
Las causas relacionadas con el asesinato de Sebastián Nicora, en rigor, son tres.
“La principal es la que investiga el homicidio y no tiene movimientos" dice Margarita Jarque, abogada de la familia Nicora y directora del Programa de Litigio Estratégico de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM). "La falta de testigos directos ha dificultado la identificación del o los autores del crimen. La otra causa es la denuncia por encubrimiento contra los policías que actuaron en el lugar del hallazgo del cuerpo, quienes contaminaron la prueba existente y realizaron maniobras impropias sin orden de la fiscal. Y la tercera es la del juicio que arranca contra el médico Daraio por falso testimonio”, continuó Jarque.
Los abogados de la CPM hablan de “espíritu de cuerpo”, un mecanismo policial que ha sido revelado en casos emblemáticos de gatillo fácil como los de Miguel Bru, un espíritu corporativo cuya finalidad fue obstruir a la Justicia, asegurar impunidad, algo que la fiscal del caso, Ana Medina, no habría sido capaz de enfrentar según los abogados de la CPM.
En efecto, la querella busca encuadrar los expedientes de Sebastián Nicora como un posible caso de gatillo fácil, que según sus cálculos ha sido fraguado en sus evidencias para garantizar un pacto de impunidad. “Es algo típico en un caso de violencia institucional como el de Sebastián que se altere la escena, se borren las pruebas fundamentales y que luego el accionar judicial se vuelva cada vez más lento. Nos quedó pendiente sentar en el banquillo a ocho policías que tenemos ubicados en el encubrimiento. Y por supuesto falta esclarecer quién mató a Sebastián”, precisa Jarque.
En las causas judiciales se comprobó que los policías contaminaron la escena. No hicieron el perímetro, movieron el cuerpo, permitieron que entraran desconocidos al lugar del hecho. Incluso, antes de que llegara la fiscal ya tenían un presunto culpable y un posible móvil: un amigo de Sebastián, con el que éste había ido a Punta Indio a pasar la noche. Le dijeron a la madre que había muerto por un golpe en la cabeza. “Empecé mi lucha sola, horas y horas en la fiscalía, en la comisaría. Entendí que la policía me mentía, que estaba involucrada”, dijo en su momento Fernanda Nicora, la mamá de Sebastián, que falleció en 2017 sin conocer justicia por su hijo.
Las irregularidades del expediente empezaron a ser detectadas por ella el mismo día de la muerte. La lucha solitaria de Fernanda se asemeja a la de madres con pocos recursos a las que les mataron a sus hijos -no casualmente las víctimas predilectas del gatillo fácil son los jóvenes pobres- y que, sin su obstinada búsqueda, los casos parecen estar condenados a desaparecer. Sin embargo, a Fernanda el pueblo la acusó de “mala madre”, señalándola por no cuidar a su hijo.
“Golpeé puertas, le puse garra, luché por la inocencia del amigo, organicé marchas y me puse a estudiar derecho. Mis pedidos eran desoídos. Uno tiene que lograr que la Justicia te crea y después, encima, convencerla de que investigue, porque si la familia no se pone la causa en la espalda, no se investiga”, decía Fernanda. El nombre de su hijo hoy es rememorado por los vecinos de Punta Indio, hacen un festival en su nombre, también piden justicia.
La madre de Sebastián criticó la pesquisa de la fiscal platense Ana Medina, quien según ella, delegó la investigación en la Policía, tardó en ir al lugar del hecho y permitió que los oficiales pisotearan pruebas y descuidaran la escena del crimen. A finales de 2013, la Comisión Provincial por la Memoria se sumó a la querella, acompañados también por la Campaña Contra la Violencia Institucional.
Aun así, la fiscal sólo imputó al médico Daraio por realizar “…la operación de autopsia sin respetar, a sabiendas, los cánones mínimos de calidad que componen la entidad y saber propios del proceder de un médico forense, ni tampoco observar los protocolos que rigen la actividad, producto de lo cual concluyó e informó falsamente como causal del deceso la existencia de una fractura traumática (…) secundaria a contusión con elemento punzante, que ingresó por la región frontal en su sección media”. Infobae buscó el punto de vista de Medina: no ofreció respuesta a los mensajes y llamados.
La fiscal concluyó que el accionar de Dairao derivó en el desvío de la investigación. La segunda autopsia, realizada en octubre de 2014, a un año y medio del crimen, fue la que reimpulsó el caso. “La causal de muerte de Nicora Sebastián se produjo por traumatismo craneoencefálico con destrucción de masa encefálica, producido por proyectil de arma de fuego que ingresando por región frontal izquierda realizó una trayectoria de adelante hacia atrás, levemente de izquierda a derecha y levemente de arriba hacia abajo”, certificaron las médicas Nora Viviana Sotelo y María Andrea Pons, de la Asesoría pericial de la Suprema Corte de Justicia bonaerense.
Hoy, la comunidad de Punta Indio parece dividida. Hay quienes defienden al médico, amparándolo en su trayectoria como médico del pueblo y su estirpe de buen vecino. Otros protestan porque continúen los festivales y las marchas sobre algo “que ya pasó”, como si los siete años transcurridos por el crimen resultaran un borrón y cuenta nueva necesario para olvidar el pasado. “Nosotros decimos que mientras la mentira siga organizada, la verdad estará dispersa. No creemos que el encubrimiento fue realizado por de dos o tres policías sino que es algo corporativo, donde todavía actúan fiscales, policías, jueces. A la playa de Punta Indio la gente a veranear, todo divino. Pero acá colocaron un cuerpo a la vista de todo el mundo y hasta que no haya justicia, no vamos a parar”, dice Vanesa Carbajal, docente de la zona e integrante del Consejo para la Prevención de la Violencia Institucional.
Sebastián Nicora se convirtió en un ícono de la lucha contra la violencia institucional en Punta Indio y en toda la zona de la costa rioplatense pese a que una parte del pueblo actúa como si nada hubiera pasado. Allí, a metros del río, hay una Base Aeronaval. Y en la playa El Pericón, un mástil y una placa en su memoria bajo un interrogante que sigue sobrevolando a cielo abierto, tal vez incómodo para el veraneante ocasional: ¿quién lo mató?
Fotos: Comisión Provincial por la Memoria y Comisión de Vecinos y Vecinas de Punta Indio
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