(Enviado especial a Zárate) Es joven y tiene miedo. Mucho miedo. Después de que se le desinflamaron los ojos y le cicatrizó la lengua partida en dos como la de una serpiente producto de las piñas y las patadas que recibió, nunca habló más del tema. Con nadie. Ni su madre ni sus hermanos pueden siquiera aproximarse a la cuestión cuando está él. Este verano, después de la muerte de Fernando Báez Sosa, a punto él de irse de vacaciones a la costa, le dijo a su mamá algo que sintetiza el pavor: “Quedate tranquila, ma, que están presos, no me va a pasar nada”.
Con ese temor sobre la memoria anda este chico de 21 años. Ya pasó más de un año del 21 de enero de 2019, la madrugada que él terminó en la guardia del hospital de Zárate, y sin embargo no se le va el terror de que, si cuenta lo que pasó, lo vuelvan a castigar como aquella madrugada a la salida del boliche Apsara. “En Zárate nos conocemos todos y ya pasamos por el sufrimiento de los Pertossi”, dice a Infobae un familiar para explicar la actitud del joven, cuya identidad se omite por razones obvias.
Casi exactamente un año antes de que los mismos que lo molieron a golpes a él mataran a Fernando Báez Sosa en Villa Gesell, este chico salía del boliche de moda de Zárate. Había sido una noche rara. No era de ir a bailar, pero estaba en pleno proceso de separación de su novia y fue.
Cuando pisó la calle, según cuenta él, Lucas Pertossi (uno de los ocho detenidos por el episodio de Villa Gesell) y Alejo Milanesi (uno de los dos rugbiers liberados el lunes por el juez de Garantías David Mancinelli) lo atacaron sin mediar palabra: un alud de piñas y patadas que lo dejaron knock out y en el hospital.
Este joven y su familia están seguros de que la paliza fue una ejecución determinada por Lucas Pertossi, quien al menos en ese momento era amigo de la ex novia. Hay fotos y videos de esa madrugada, no exactamente de la golpiza. “La separación era normal, nada traumática, como se separan los adolescentes, por supuesto que nada justificaba semejante paliza”, comentó un familiar.
En el hospital, el médico que lo atendió a las 7:15 de la mañana del 21 de enero constató las lesiones: traumatismo facial y traumatismo ocular izquierdo. “Cuando vimos lo que pasó en Gesell, nos volvió el terror al cuerpo. Pensamos que así podría haber terminado él, o peor, porque son chicos que en Zárate todo el mundo conocía su violencia y gozaban de impunidad”, comentó a este medio uno de sus familiares.
El chico no quiso volver a salir más por Zárate, sigue con miedo. Pero el hecho se hizo conocido en esta ciudad bonaerense. Tanto, que la familia cuenta que el padre de Lucas Pertossi los llamó con un fin extraño: “Primero nos dijo que su hijo no había sido y después nos invitó a su casa. Nos dijo de ‘arreglar’. Nosotros le respondimos que iba a tener que arreglar con nuestro abogado".
Sin embargo, por pedido de la víctima, su familia desistió de hacer la denuncia. En su casa sabían a esa altura del prontuario del hermano de Lucas Pertossi, preso por intentar robar una quinta de la zona. “Tienen una fama de pesados, incluso de cometer hechos delictivos, de apretar gente, de robar motos. No sabemos si lo hacen, pero acá es vox populi eso”, comenta un familiar.
Ahora se arrepienten de no haber ido a la Justicia. Conservan las fotos de cómo el chico quedó desfigurado, pero no quieren mostrarlas por miedo.
Los Pertossi son primos de Alejo Milanesi por sus lados maternos. El joven liberado el lunes parece estar fuera del foco de quienes mataron a Báez Sosa. Al menos, nadie lo identificó en las ruedas de reconocimiento y no se lo observa en los registros fílmicos de aquel momento. Pero en Zárate también tiene fama de peleador.
“Este grupo es famoso en Zárate por pegarle a la gente”, explica otro familiar del chico golpeado aquella madrugada de un año atrás. Y comparte el tuit que Lucas Pertossi escribió desde su iPhone a las 6 de la mañana del 21, probablemente segundos después de dejar grogui a este chico: “3 noches seguidas a las piñas, si no hay piñas no pudo haber sido alta nocheeee jajajaja”.
Aquí en Zárate, todos relatan que era una costumbre de este grupo de amigos castigar a golpes a otros a la salida del boliche Apsara (que después del crimen de Fernando cambió de nombre, ahora se llama “Zeta”, y se sospecha que su propietario es Norberto Henricot, socio de Hugo Tomei, abogado de los rugbiers), llamativamente ubicado frente a la sede de Prefectura, aunque eso no ha sido impedimento para ser escenario de agarradas cada madrugada.
“¿Qué era lo que el padre de Pertossi quería arreglar?”, se pregunta un familiar del joven agredido. Y responde: “Estaban acostumbrados a tapar con plata los desastres de sus hijos”.
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