El 14 de enero pasado, la Sala de Feria de la Cámara de Casación del fuero correccional se reunió con los jueces Patricia Llerena, Gustavo Bruzzone y Pablo Jantus para decidir sobre Rodrigo Eguillor, preso en el penal de Ezeiza. Su defensa había pedido por él.
Eguillor, que dijo ser relacionista público y no lo era, que escandalizó a parte de la sociedad con sus videos de Instagram y sus provocaciones en la calle, iba a enfrentar un juicio por partida doble. El año pasado, el joven fue enviado a un tribunal oral por la violación de una joven en un balcón de San Telmo en noviembre de 2018, una acusación que incluye los delitos de privación ilegítima de la libertad agravada por violencia de género y amenazas, además de daños y lesiones leves. El caso fue investigado por Eduardo Cubría, a cargo de la Fiscalía Nº22. Eguillor se presentó en la fiscalía de la calle Cerrito con gritos e insultos, amenazó a personal del equipo de Cubría, mujeres que trabajaban en el lugar. Lo denunciaron: esa causa por el delito de amenazas también se incorporó al juicio en el expediente por violación.
De vuelta en Casación, su salud mental era el problema. Con el tiempo, tras recibir la prisión preventiva en diciembre de 2018, Eguillor aprendió a calmarse en la cárcel. No le resultó sencillo.
Había empezado un tanto díscolo en el penal de Marcos Paz, donde fue destinado al Programa de Ofensores Sexuales, en el pabellón que ocupan detenidos acusados de abuso de menores de alto perfil como Christian Aldana, el líder de El Otro Yo, o el ex futbolista Jonathan Fabbro. “No me toques”, les decía a los penitenciarios, se negaba hasta a una simple pericia médica, mientras trataban sus síntomas de abstinencia. Le habían dado una celda individual, una condición que mantiene hasta hoy, pero compartía el pabellón. Llegó a pelearse con otros internos en Marcos Paz, apenas intentos, cruces de arañazos en vez de golpes de puño, dice alguien que sigue de cerca su encierro. Luego se deprimió, perdió ánimo, algo común en quienes llegan a la cárcel por primera vez.
Su hostilidad fluctuó con el tiempo. A comienzos de este año, luego de que una sala de turno en feria de la Cámara Criminal y Correccional integrada por los jueces Eugenio Sarrabayrousse, Horacio Días y Daniel Morín se negara a a conceder un recurso de casación para excarcelarlo, Eguillor montó una escena insólita y rompió un inodoro.
"Lo rompí yo, y no pienso limpiar nada de acá, eso lo van a hacer ustedes”, le dijo según documentos judiciales al penitenciario que miraba sorprendido el charco de agua sucia en la celda. Un jefe del penal lo denunció por daños en el Juzgado Federal Nº 2 de San Martín, la Sala I de la Cámara de la jurisdicción reguló un embargo de 50 mil pesos.
Luego fue enviado al PRISMA, el hospital psiquiátrico del penal de Ezeiza, donde sigue hasta hoy, junto a ladrones detenidos que pelean para salir de su adicción al paco, o junto a “El Pity” Álvarez.
El abogado de Eguillor insistió a la Cámara de Casación con llevarlo fuera de la cárcel, enviarlo a una clínica psiquiátrica privada provista por su servicio de medicina prepaga para poder tratarlo con una tobillera electrónica en su pie, para que pueda enfrentar las causas en su contra en un tribunal. El pedido fue denegado por los tres jueces; en un escrito al que accedió a Infobae, fundamentaron que un psiquiátrico privado no reunía las condiciones de seguridad de un sistema penitenciario, además de la existencia de un riesgo de que entorpezca la causa.
Sin embargo, el proceso contra Eguillor quedó suspendido por decisión judicial: el juicio oral se vuelve algo incierto.
El fallo también incluye un dato revelador. En octubre del año pasado, fuentes cercanas a su encierro decían que su problema “no era psiquiátrico”, sino que se trataba de “su personalidad”.
Ese mismo mes, el Cuerpo Médico Forense dijo todo lo contrario.
Un informe elaborado por especialistas con fecha del 2 de octubre de 2019 aseguró que “las facultades mentales de Rodrigo Eguillor... no encuadran dentro de los parámetros considerados como normales desde la perspectiva médico-legal; presenta una aflicción psíquica compatible con un trastorno”.
El informe aseguró que Eguillor presentaba un riesgo para sí mismo y para terceros. Un informe posterior del mismo Cuerpo Médico aseguró que ese riesgo había desaparecido al aceptar “un tratamiento psiquiátrico/psicológico”.
El riesgo para otros se fue. Sin embargo, su trastorno persistía.
Cerca de Eguillor hablan de una “inimputabilidad sobreviniente”. Sin embargo, el fallo de Casación no confirma la posibilidad, sino que sugirió que los jueces del tribunal del caso analicen dar intervención a la Justicia civil para una eventual curatela.
En el entorno del joven dicen que está fuertemente medicado en un cuarto del PRISMA, que le preguntan y responde monosílabos, “boludeces”. Conserva, curiosamente, su pelo largo.
Su víctima de San Telmo, la mujer que lo acusó de una violación aberrante, estuvo presente en la audiencia de Casación.
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