Las 15 mujeres encerradas en las celdas de la Distrital Noroeste 3º de La Tablada en La Matanza tuvieron que calcular el tiempo por la luz del sol. No tenían ni siquiera relojes, se los habían quitado, como antes les habían quitado la tele y la radio. Las mujeres, detenidas por delitos menores, todas ellas de poco más de 20 años, madres de hijos que eran poco más que bebés, algunas con problemas de consumo de drogas o enfermedades crónicas, ni siquiera podían llamar hacia afuera, les llegaban cartas que las leían los policías de la Bonaerense a cargo de su encierro en voz alta. Si al policía no le gustaba la carta, la rompía. Las detenidas no les conocieron los nombres, caminaban sin su apellido en la camisa, se llamaban por seudónimos entre sí.
El aislamiento era lo peor: a las que les tocaba, debían hacer sus necesidades en una botella de plástico o en una bolsa de supermercado en sus celdas, defecar en baldes, que luego comenzaban a fermentarse. No podían ducharse a solas, si es que se duchaban, un policía las veía bañarse, un hombre. Luego quitaron la roseta de la ducha. Tuvieron que bañarse con baldes. Tenían conservadoras de telgopor para la comida, pero se las quitaron. No había agua fría, solo caliente, de un termotanque a alta temperatura, debían enfriarla para beber en botellas de plástico. “Ja, ja, mirala, como la Difunta Correa”, se reían los policías. Una de las detenidas pidió ir al hospital. “Si vas al hospital engomo a todas tus amigas”, le respondieron. Prefirió no ir.
Esto no ocurrió hace 35, 40 años.
Ocurrió el mes pasado.
Alguien o algo rompió el cerco: a mediados de este mes, el problema llegó hasta Mario Coriolano, titular de la Defensoría de Casación de la provincia de Buenos Aires, que nuclea a los defensores oficiales y elabora informes anuales que detallan la violencia en comisarías y penales. Luego, llegó a la Comisión Provincial por la Memoria, con la potestad por ley de ser el mecanismo local de prevención de la tortura. La Comisión realizó una inspección sorpresiva, encontraron condiciones miserables, un olor a cloaca nauseabundo, las detenidas les dijeron que ellas mismas tenían que destapar el inodoro colectivo no con una sopapa, sino con sus manos descubiertas, los colchones eran finos y húmedos, cosas sucias.
Poco después, hicieron una presentación ante el Juzgado de Garantías Nº2 de La Matanza, un hábeas corpus colectivo, luego una denuncia penal. Hoy, por decisión de la Justicia con un fallo firmado el 22 de enero, la 3º de La Tablada está clausurada: el Ministerio de Seguridad decidió intervenirla con la Auditoría General de Asuntos Internos, se secuestró documentación y se desafectó a sus efectivos. El ministro Sergio Berni le comunicó las novedades a las autoridades de la CPM en una reunión reciente.
Hay testimonios de las víctimas recolectados por la CPM que la Justicia de La Matanza plasmó para sus decisiones, Infobae accedió a la resolución firmada por el Juzgado de Garantías Nº2, que consideró la situación como un conjunto de “graves violaciones de derechos humanos y son una forma de abuso sexual y tortura colectiva”. Las denuncias giran alrededor de dos hechos en particular. Uno ocurrió el 19 de diciembre, otro el 5 de enero. El primero involucró a una falsa requisa, con una mujer policía con un guante de goma.
En sus relatos, las detenidas la apodaron “La Ginecóloga”.
Sobre el primero, la resolución firmada por el juez Agustín Gossn que resolvió clausurar la comisaría asegura: “Que en este episodio, los agentes policiales comenzaron a decirle a las mujeres detenidas en la comisaría ese día, alrededor de 12, que vayan ingresando a las celdas con las puertas abiertas en donde la agente policial, con un guante en su mano, les hacía bajar la bombacha, ponerse en cuclillas y les introducía la mano en la vagina y en el ano. La mujer realizó este procedimiento con todas las mujeres detenidas, usando el mismo guante”.
Según los relatos, 30 hombres miraban, todos policías, llamados “paleros”, supuestamente de un grupo antidisturbios, se reían mientras algunos las golpeaban con tonfas. Fueron amenazadas para que no cuenten nada, de acuerdo a sus testimonios.
El 5 de enero, otra vez frente a policías varones, fueron desnudadas en un baño común. “Las hicieron poner en cuclillas, en donde debieron permanecer durante más de dos horas”, afirma el documento. Algunas atravesaban su período menstrual. “Sucias, son un asco, qué olor hay acá”, decía un policía. Las que se rebelaban recibieron golpes en las costillas para que acaten.
A "La Ginecóloga” la podrían identificar. La CPM aseguró ante la Justicia que estuvo de guardia el día de la inspección, el 20 de este mes, de estatura mediana, pelo castaño, poco menos de 30 años. No llevaba su identificación en la camisa.
Varias de las detenidas ya fueron trasladadas a dependencias del Servicio Penitenciario Bonaerense. Otras recuperaron su libertad. Mario Coriolano, titular de la Defensoría de Casación, asegura que las víctimas ya comenzaron a ser entrevistadas por especialistas del programa de ayuda a víctimas de tortura de la ONU a lo largo del fin de semana pasado.
Coriolano asegura: “Estamos muy preocupados por la efectividad de las medidas de protección. Me preocupan las represalias. Estamos consternados, esto es horripilante”.
Precisamente, fuentes cercanas a la causa hablan de una falta de medidas de protección a las mujeres abusadas y humilladas. Todavía no hay policías detenidos.
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