Rosario ofrece escenas de violencia cada día, a cada hora. El pase a disponibilidad de 31 jefes de la Policía de Santa Fe a cargo del nuevo Ministerio de Seguridad de Marcelo Sain fue como patear un hormiguero. Las bandas criminales de Rosario se manifiestan entre desatadas y alertadas por un nuevo escenario, que las obliga a reacomodar sus acciones para no perder (o ganar más) territorio. En el medio, una ola brutal de 20 asesinatos en lo que va del año que agita a la ciudad y a sus inmediaciones.
En ese contexto, el clan criminal Los Monos le dará la bienvenida en la cárcel a otro integrante. A los 19 miembros de la banda encerrados, incluida la cúpula, cuya cabeza es “Guille” Cantero, desde la madrugada del domingo se sumó a los retenidos en la sombra de prisión Emanuel Alexis Cantero, primo del entramado delincuencial familiar.
Emanuel Alexis Cantero estaba prófugo de la Justicia: tenía pedido de captura desde el 23 de mayo de 2017. Dos años y medio más tarde perdió. Cerca de las cinco de la mañana del domingo, un taxista denunció que un hombre y una mujer le robaron la billetera y el teléfono celular en la avenida Lagos al 3900, de Rosario, y que además le pegaron un par de culatazos en la cabeza.
La Policía provincial salió a buscar a los responsables y a cinco cuadras del lugar del hecho, en la calle Centeno al 2600, los agentes detectaron que un grupo de cerca de diez personas se dispersaba en diferentes direcciones apenas vieron que los iluminaba la luz de las balizas de los patrulleros.
No hubo demasiada persecución. Los policías rápidamente detuvieron a siete hombres y a una mujer y además registraron la huida de dos motos.
Dos de los aprehendidos tenían pistolas 9 milímetros con 12 municiones en total. Uno de ellos dijo que se llamaba Ramírez, pero cuando constataron su identidad descubrieron que era el Cantero prófugo. También encontraron el teléfono Samsung J7 y la billetera del taxista. En su interior había 400 pesos.
La Rosario sangrienta no es exclusiva del barrio Las Flores, epicentro del manejo de Los Monos. Trasciende las fronteras barriales y está presente en casi todos lados. Los mercaderes del negocio de la venta de drogas al menudeo se valen constantemente de la necesidad de los más pobres de sus barrios.
En las últimas horas se conoció el caso de Alejandra Ponce, una mujer que con su marido preso empezó a vender drogas y que, como consecuencia, sufrió el asesinato de su nieta de cinco años en 2018 y el atentado reciente contra su hijo.
Alejandra formó parte de la cadena de venta de drogas ilícitas, como el eslabón más bajo. Por causas que aún se desconocen en mayo de 2018, un hombre en moto baleó el frente de su casa. Uno de los proyectiles impactó en la puerta del hogar y se desvió e impactó en la cara de Maite, la nieta, quien murió poco después en el hospital.
Según declaraciones mediáticas, ahora, dos años después, decidió denunciar los hechos en la Justicia. Su hipótesis es que el ataque fue pensado por otra mujer que vende drogas en el barrio y quería hacerse del territorio que Alejandra “manejaba”.
También remarcó que la amenazaron apenas dos horas después de su denuncia. Tanto, que apenas unos días después la escena de 2018 se replicó. Otra vez dispararon desde una moto, otra vez la pesadilla. La puerta de su casa estaba abierta y en el interior estaba el hijo de la mujer, de apenas cinco años. Zafó, la bala le pasó cerca.
Pero la violencia en Rosario es integral y el entramado de bandas y territorios es complejo. A las 48 horas del último ataque a la casa de Ponce, el hombre señalado como el autor de los disparos sufrió un atentado.
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