Los acusados de matar a golpes a Fernando Báez Sosa, de 18 años, un grupo de jugadores de rugby del Arsenal Club de Zárate, habían alquilado dos unidades en “Departamentos Los Horneros”, un chalet de dos plantas y techo de tejas a dos aguas, ubicado a solo 300 metros del lugar donde ocurrió el ataque. El complejo tiene denuncias de vecinos por incidentes y ruidos molestos desde el año 2013.
La entrada principal, un portón corredizo sobre Paseo 203, deja ver poco y nada del interior del chalet. Sin embargo, un segundo ingreso, tras una loma donde termina la calle, da acceso visual a la casa que alquilaron los rugbiers. En el lugar todavía están el resto de los inquilinos que ocupan el complejo, que escuchan música y se preparan para un día de playa en medio de la temporada.
Pasando una tranquera de madera se alcanza a ver un pequeño farol junto a la puerta y una guarda color ladrillo en la base de la pared. Los detalles confirman que es el lugar, son los mismos que aparecen en los registros policiales del día de la detención, donde se ve a los acusados boca abajo en el piso, con las manos en las espaldas.
El grupo se estaba quedando en dos de las unidades de “Los Horneros”, a las que volvieron inmediatamente tras el ataque a Báez Sosa y donde fueron detenidos poco después por la Policía de la Provincia de Buenos Aires. La propiedad pertenece a una familia muy conocida en Villa Gesell y se alquila durante todos los meses del año, con la particularidad de que en el mes de enero solo a grupos de jóvenes. Infobae intentó comunicarse con sus dueños, pero no hubo respuestas.
Sin embargo distintos vecinos de la cuadra confirmaron haber realizado denuncias en el pasado. En la documentación a la que pudo acceder este medio constan presentaciones al menos desde el 2013, a raíz de los ruidos, las improvisadas fiestas a las que ingresaban personas ajenas al lugar y las previas que es moneda corriente que se extiendan hasta la madrugada, sin ningún tipo de control y alterando la vida del barrio.
En este contexto detallaron que se volvieron comunes durante el mes de enero escenas de jóvenes y adolescentes alcoholizados deambulando por la calle y, muchas veces, dañando o ensuciando las propiedades de alrededor.
Como consecuencia, uno de los huéspedes de una hostería lindera decidió abandonar el lugar tras pasar ahí el último fin de semana. Otro huésped llamó a la policía en la madrugada del sábado por el excesivo volumen y los gritos que llegaban desde la casa.
En el libro de quejas se repiten los comentarios y las denuncias: “Son unos irrespetuosos con la música a cualquier horario”, “no se puede descansar sean las 8 de la mañana o la madrugada”, “no dormir por ruidos molestos”. Las frases varían pero el contenido es similar. Las quejas son permanentes.
Los vecinos advierten que por las noches se organizan fiestas en las que pueden llegar a haber hasta 100 personas. Al día siguiente la calle queda tapada por vasos de plástico, botellas y papeles. Imágenes que desde hace al menos siete años engrosan las denuncias en contra de “Los Horneros”, al igual que los listados de firmas para que intervenga el municipio.
El último fin de semana fue otro capítulo en el historial del lugar. Hubo una nueva previa, alcohol, mucho ruido, quejas y llamados a la policía. Pero existió una diferencia sustancial que modificó el escenario con respecto a los días anteriores. Uno de los grupos de jóvenes que estaba instalado había cometido un crimen y unas horas más tarde serían detenidos en ese mismo lugar.
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