El entusiasmo que tenía Fernando Báez Sosa por visitar la costa argentina durante el fin de semana era doble: la felicidad por compartir unos días en la playa con sus amigos de la escuela primaria y secundaria había quedado en un segundo plano. Su gran ilusión era poder celebrar su primer año de noviazgo con Julieta, quien también vacacionaba en Gesell junto a otras amigas.
Este domingo 19 de enero, Fernando y Julieta cumplían un año de novios. Ella le había escrito dos cartas para entregárselas durante la tarde y ambos habían planificado hacer panqueques caseros para comerlos en la playa mientras veían el atardecer.
Pero la historia se torció de la manera más trágica e inesperada.
Durante el mediodía de este domingo, 10 minutos antes de las 13, Julieta llegó a la cochería Escalada Velatorios. Vestida con una campera deportiva de la selección de fútbol de Polonia, envuelta en un hilo de llanto constante y sostenida en sus dos brazos por dos familiares, subió a la Sala Dalí, del segundo piso de la casa velatoria para darle el último adiós a su novio muerto. El mismo día de su aniversario y en una situación que ningún joven de 18 años imaginó que iba a atravesar.
Fernando Báez Sosa murió en la madrugada del sábado, después de ser víctima de una golpiza en plena calle por parte de al menos cinco jóvenes jugadores de rugby de entre 19 y 20 años, oriundos de la ciudad de Zárate.
"Ellos se habían conocido en el Colegio Marianista de Caballito. No iban al mismo curso, ella iba a una división de 'Gestión' y él, de 'Naturales'. Ambos se conocieron a través de una amiga en común, Camila, y desde ahí hicieron infinidad de proyectos juntos. Hacían todo juntos", se lamentó Alejandra, la madre de Julieta.
“Ellos tenían un noviazgo de no salir. Mucho de ir a mi casa, de que mi hija fuera a la casa de él y su familia. Era un chico bueno, deportista, tranquilo… y mi hija está destrozada, realmente no sé cómo la voy a sostener”, agregó la mujer entre lágrimas.
El vínculo entre los dos adolescentes era tal que ambos decidieron anotarse en la carrera de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Cursaron y aprobaron todas las materias del Ciclo Básico Común a lo largo del 2019 y se preparaban para afrontar la carrera.
Incluso, durante el período escolar, Fernando y Julieta participaron durante años de un plan solidario del colegio Marianista llamado Proyecto Servir, en el que se ayuda a reacondicionar las instalaciones de escuelas públicas en diferentes puntos humildes de la provincia de Buenos Aires.
Se puede decir que Fernando Báez no encajaba en la media sociocultural del colegio Marianista de Caballito al que acudía. Sus padres, inmigrantes paraguayos, no tenían auto y pensaron en comprar dos pasajes de micro para ir a Gesell a recuperar el cuerpo de su hijo antes de ser llevados por el padre de otro estudiante, se las rebuscaron durante años con ingresos muy humildes. Su papá, Silvino, probó unos años en la construcción, pasó casi un año desocupado y a lo largo del 2019 había conseguido trabajo como encargado de un edificio en el barrio de Recoleta. Él, su esposa Graciela y el único hijo Fernando vivían allí.
La familia Báez no disponía así de los medios económicos como para poder afrontar la cuota del colegio Marianista. Sin embargo, lograron que en la escuela primaria Fernando pudiera conseguir una beca completa gracias a la llamada "Fundación Germinare", una organización solidaria que otorga becas educativas a diferentes alumnos de bajos recursos en distintas escuelas privadas del país.
"Éramos como ocho familias que formábamos parte del plan Germinare. Nos conocemos desde hace diez años con esa familia y tanto mi hija como nosotros con sus padres nos sentimos como una gran familia. Esto que le pasó a Fernando los destrozó. No sé cómo van a levantarse", afirmó un matrimonio jujeño que también acudió al velorio del joven de 18 años para brindar sus condolencias.
Fernando tampoco tenía los recursos para pagarse el viaje de egresados hace un año y medio. Por lo cual, el esfuerzo y el amor de sus compañeros sirvió para que se juntara el dinero necesario y pudiera realizarlo.
Esta realidad había generado un sentimiento de agradecimiento por parte del joven a su institución y a sus amigos del colegio que resultaba incondicional.
Las dificultades económicas también le habían impedido a Fernando acudir toda la segunda quincena de enero a la casa de Villa Gesell que sus amigos Julián, Federico, Juan Manuel, Ignacio, Nahuel y dos Lucas habían alquilado en la ciudad costera. Su gran consuelo era pasar esos cuatro días con los otros jóvenes y con Julieta, quien alquilaba un departamento a pocas cuadras.
Durante las primeras cinco horas de la ceremonia velatoria, ninguno de los amigos que compartió la trágica noche con Fernando Báez se hizo presente en la cochería del barrio de Caballito, ya abarrotadas por padres del colegio (incluso de otros años y cursos), de familiares y de amigos del joven asesinado.
Sí estaban algunos integrantes del grupo del colegio secundario que, de acuerdo a diálogos por teléfono y Whatsapp con aquellos que viajaron a Gesell, intentaban entender qué ocurrió entre las 3.30 y las 4.30 de la madrugada del sábado en el boliche Le Brique.
De acuerdo al testimonio de los amigos del grupo, el problema se inició por un hecho menor dentro del boliche. Los compañeros de la víctima aseguran que Julián, uno de los amigos de Fernando, tropezó con uno de los jóvenes de Zárate y en ese incidente volcó el líquido del trago que llevaba en un vaso sobre la camisa de uno de los rugbiers.
Eso provocó una agresión inmediata por parte de al menos dos deportistas contra Julián. Fue allí cuando Fernando Báez apareció para defender a su amigo y para intentar frenar el ataque. Una vez que la pelea se desató, aparecieron los patovicas del boliche, quienes sacaron del lugar al grupo de rugbiers y a Fernando. Al notar que su amigo había sido expulsado, el grupo del colegio Marianista decidió también abandonar el local bailable.
De acuerdo al relato de los amigos de la víctima, al cabo de unos minutos, Fernando y sus amigos estaban sentados en la vereda de enfrente, cuando uno de los integrantes del grupo recibió un nuevo ataque de atrás por parte de los rugbiers.
Entonces se inició una nueva pelea y el fatal desenlace quedó registrado a través de diversos videos filmados por testigos. El cuerpo inerte de Báez sobre el asfalto, mientras los rugbiers continuaban con los golpes y las patadas en la cabeza.
Hasta el momento, hay 11 detenidos por la muerte de Báez Sosa. Diez de ellos fueron apresados en un chalet de Villa Gesell: Matías Franco Benicelli, de 20 años; Ayrton Michael Viollaz (20); Máximo Pablo Thomsen (20); Luciano Pertossi (18); Ciro Pertossi (19); Lucas Fidel Pertossi (20); Alejo Milanesi (20); Enzo Tomás Comelli (19); Juan Pedro Guarino (19) y Blas Cinalli (18). Mientras tanto, el onceavo detenido es Pablo Ventura (21), quien fue aprehendido en la propia ciudad de Zárate y a quien los diez restantes señalan como el responsable de haber aplicado el golpe mortal.
El fiscal Walter Mercuri, de la UFI Nº 8 de Madariaga y quien caratuló la causa como “homicidio agravado por el concurso premeditado de dos o más personas”, intenta comprobar si Ventura efectivamente se encontraba en Villa Gesell durante la noche del viernes o si descansaba en Zárate, como así afirma su familia.
"Es injusto que le pase algo así a un joven de 18 años, pero fue especialmente injusto por Fernando. Porque nosotros sabíamos del esfuerzo que tuvo que hacer en su vida para llegar adonde había llegado. Ahora, ninguno de nosotros va a parar hasta que la Justicia actúe contra estos asesinos. No vamos a parar hasta que se haga justicia", afirmó Sergio, uno de los profesores del colegio Marianista en la puerta de entrada del velatorio.
Mientras, en el interior del recinto, Julieta se mantenía ahogada por la angustia y sin encontrarle explicación al destino, sin poder entender cómo el día de la celebración de su gran amor se convertiría en el más triste de su vida.
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