Un error torpe pudo haber derrumbado al robo del siglo, el más ingenioso de la historia. El 18 de noviembre de 2004, un año y dos meses antes del asalto, el líder, Fernando Araujo, fue junto a su secuaz Sebastián García Bolster a sacar fotos al Banco Río de Acassuso, la misma sucursal que saquearon el 13 de enero de 2006.
La dupla quería ver los movimientos, analizar el lugar y sacar algunas fotos.
Bolster era cliente de ese banco. Araujo llevaba una máquina de fotos colgada del cuello y fotografiaba el lugar con disimulo, sentado en un sillón. Hasta que descubrió que el custodio comenzó a mirarlo.
Dejó de sacar fotos, se asomó por la ventana y vio que llegaban dos patrulleros de la Policía Bonaerense.
En la máquina también tenía fotos de otro banco de la zona. Podía echar todo a perder por un descuido impensado para alguien que estaba en todos los detalles. Si lo descubrían, el plan podía diluirse.
Ese día, del patrullero bajaron dos policías, entraron en el banco, hablaron con el custodio y en un momento lo señalaron a Araujo.
Los uniformados se le abalanzaron.
– ¡Contra la pared!
–Está prohibido sacar fotos en un banco –dijo uno de ellos.
–Esta cámara no funciona. Estaba mirando el menú –les explicó Araujo y como un hábil prestidigitador sacó el chip, sosteniéndolo con dos dedos por detrás de la máquina.
Los policías se quedaron mirando la máquina, un modelo japonés que le había regalado un amigo, y tenía el flash tapado con una cinta para que no se disparara. Araujo se guardó el chip y levantó la voz, como si eso le diera la razón:
– ¡Señores, están perdiendo el tiempo! No saca fotos, no tiene la memoria, como ustedes pueden ver.
Los policías miraron la máquina un buen rato, no entendían nada, pero se dieron cuenta de que no había ninguna imagen. Igual no se quedaron conformes y lo llevaron al baño de arriba para revisarlo.
Araujo trató de no perder la calma. Lo positivo para él es que involuntariamente le iban a mostrar una parte del banco que no conocía. Aprovechó para sacar fotos con los ojos. Y se hacía el tonto, hasta los apuraba:
–Qué papelón esto que me hacen hacer.
Trataba de ponerlos nerviosos: los policías eran jóvenes. No podían saber que ese hombre al que revisaban tiempo después entraría en el mismo banco, disfrazado, y se iría con un botín millonario.
Los policías le pidieron que se sacara la ropa. En la campera, en su bolsillo izquierdo, había guardado el chip. Bastaba que uno de ellos lo encontrara. Ese sencillo acto hubiera sido intrascendente ante otros hechos policiales del día. Para los policías era un procedimiento de rutina, acaso la anécdota de la semana. Para Araujo era la perdición.
Este episodio aparece en la película El robo del siglo, dirigida por Ariel Winograd y protagonizada por Diego Peretti (Araujo) y Guillermo Francella (Luis Mario Vitette Sellanes). Pero esa mañana, Araujo se salvó. Pudo sostener el chip y lo llevó a la palma de su mano.
Comenzó a gesticular y a mover las manos. Pero los policías no lo miraron. Ahora estaban entretenidos en el cuaderno que le encontraron. Otra vez el riesgo: si llegaban a ver las anotaciones del plan y del banco, los dibujos del túnel, su sueño de robar un banco iba a quedar trunco.
–Soy artista –les dijo cuando uno de ellos miraba con atención el dibujo que había hecho del río en el sector donde desembocaba el desagüe.
Los policías asintieron con la cabeza.
–Señor, le pido que nos disculpe.
Eso dijeron. Pero tuvieron que dejar asentado el episodio. Tenían la obligación de dejar por escrito cualquier situación anormal.
¿Ese hecho podía afectarlos en un futuro? No era momento de pensar en eso. Había superado una prueba de fuego. El chip seguía en su mano. Mejor dicho: pegoteado en su mano transpirada.
Bolster había aprovechado la situación para irse del banco.
Luego pensó que si el día del gran robo les tocaba los mismos policías, se tenía que quedar tranquilo. Si los había engañado con simpleza, podía dominarlos a su conveniencia.
En rigor, Araujo no les mintió. Además de dar clases de jiu jitsu, tenía un atelier donde pasaba el día pintando y fumando marihuana. Hasta que un día decidió robar un banco. Sin armas y buscando la forma de que el hecho no se pareciera a ningún otro asalto de ese tipo en el mundo.
En su cuaderno (en esta nota se reproducen algunos croquis en exclusiva), Araujo anotaba frases célebres, palabras sueltas, dibujaba, escribía un resumen de los debates con sus compañeros, la lista de cosas que necesitaba comprar la banda, las etapas del robo y hasta los croquis del banco, de las herramientas a usar. Es decir: el paso a paso que debían ejecutar los ladrones para que el plan no tuviera fisuras.
En el cuaderno donde anotaba sus impresiones, escribió:
“Mi dosis diaria era fundamental para buscar ideas y creatividad. Fumaba y escuchaba a Beethoven. Al proyecto despojativo le puse Donatello, no por el famoso artista del renacimiento, sino por una de las tortugas ninjas. Eran verdes como el cannabis, marciales como yo, les gustaban los riesgos y por sobre las cosas, se la pasaban en las alcantarillas. Al proyecto de robar el banco lo llamé así. Donatello project”.
En ese cuaderno, además de sus impresiones y comentarios, había escrito estas frases del libro El arte de la guerra, de Sun Tzu:
“En líneas generales, dirigir a muchas personas es como dirigir a unas pocas. Todo se basa en la organización”. “El arte de la guerra es el arte del engaño“. "La mejor victoria es vencer sin combatir”. “Lo supremo en el arte de la guerra consiste en someter al enemigo sin darle batalla”. “ Si tu plan no contiene una estrategia de retirada, con toda seguridad caerás prisionero”. “Si utilizas al enemigo para derrotar al enemigo, serás poderoso en cualquier lugar a donde vayas”.
En su plan, pensaba aplicar todo eso. Someter al enemigo (la Policía), sin darle batalla, engañarlo, vencer al rival usando su mismo veneno. También anotaba los detalles del plan, además de los dibujos del túnel, del desagüe y del banco.
La noche del 6 de diciembre de 2005 bajaron al desagüe Araujo, Debauza (el ladrón que nunca fue detenido), García Bolster y Vitette. Tenían tres misiones claras y concisas que Araujo anotó en su cuaderno de apuntes:
1) Descender los dos gomones desinflados y el motor fuera de borda.
2) Comprobar que el dique hubiera funcionado.
3) Navegar con los gomones.
Al salir, Araujo se sintió aliviado. Tenía la cabeza aireada. Entró en un café, pidió un licuado de durazno y en su cuaderno anotó una frase que le daba aún más motivación para cometer el asalto. “Si tenés un arma podés robar un banco pero si tenés un banco podés robar a todo el mundo”.
En el mismo cuaderno, anotó los 12 pasos para robar el banco.
1) Cerrar la puerta del banco.
2) Sacar al policía que está en el búnker.
3) Cerrar estacionamiento.
4) Rompé pepe (Romper pared para el boquete).
5) Armar cañón power.
6) Iniciar cuenta regresiva (dos horas).
7) Iniciar acción de cañón power (Herramienta especial que abría las cajas de seguridad en segundos).
8) Etapa Machine (Robar una máquina contadora de dinero del banco).
9) Etapa incinerador.
10) Cloropelo (Cloro para borrar posibles pruebas y pelo obtenido en una peluquería para despistar).
11) Fugazzeta (Pedir pizza para preparar la fuga).
12) Huida.
El cuaderno lo dejó en un lugar muy seguro. Tan seguro que le costó recuperarlo cuando salió en libertad.
Sin deudas con la Justicia, convertido en inspirador y guionista de la película, en esos papeles quedan descubiertos los métodos o la cocina de un hombre que, sin antecedentes, decidió robar un banco y retirarse del delito.
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