La última vez que estuvieron juntos fue ante una mesa llena de dólares. Esos hombres con la cara manchada, la ropa sucia y los ojos chispeantes, parecían más extenuados que hechizados. Vaciados de adrenalina y de palabras. Habían burlado a más de 300 policías, pero estaban en el living de un misterioso lugar, donde había una mezcla de aromas: billetes sucios o embarrados, marihuana y sudor. Pasaron casi 14 años, pero los seis miembros de la banda que el 13 de enero de 2006 robó al menos 20 millones de dólares del banco Río de Acassuso, no volvieron a verse las caras.
“Algunos se encontraron por separado, pero el elenco estable jamás volvió a reunirse y veo difícil que eso ocurra”, dice Rubén Alberto de la Torre, uno de los asaltantes. A diez días del estreno de la película El robo del siglo, un proyecto que contó con la participación excluyente de Fernando Araujo, el cerebro y líder del gran golpe, el resto de sus cómplices tiene expectativas diferentes con la historia que aparecerá en la pantalla grande y promete pegar fuerte con las actuaciones de Guillermo Francella y Diego Peretti.
Un empresario millonario, cuyo nombre se mantiene en reserva, fantaseó con reunir a la banda al menos para una foto o un viaje. Se inspiró en una idea que no prosperó: los miembros del robo del siglo, cometido en 1964 contra el tren postal de Glasgow-Londres, liderado por Ronald Biggs, nunca pudieron reencontrarse.
El que más se opone a una reunión es Luis Mario Vitette Sellanes, el llamado “Hombre del traje gris”, la cara triunfante y visible de la banda. Por nada en el mundo piensa reencontrarse con sus ex compañeros.
-¿Se reuniría con el resto de la banda?
-De ninguna manera. Antes me hago vegano. Además no somos un grupo de egresados clase 67 que se reúne para recordar anécdotas de escuela.
-¿Por qué su negativa?
-Me reservo cosas que no pueden trascender en el ámbito público. Es más, mire lo que le voy a decir: Hasta estoy arrepentido de haber formado parte de esa banda. Porque hubo gente que no fue profesional. No hablo de traiciones ni de vueltos. Quizá sea cuestión de química (tono irónico).
-Usted entró en la banda gracias a uno de los ladrones que nunca cayó.
-Es así. En mi libro se llama Ernesto. En el otro libro y en la película creo que Debauza. Le dije: “No me diga el ilícito a cometer, si usted va, yo voy”. A él sí lo sigo viendo cada tanto. Cada muerte de obispo, le diría.
-¿Y tiene algún proyecto con él?
-La confianza, en principio. Pero me ha venido a ver la productora Anima Films y me propuso participar de un documental del robo. Y le comenté a Ernesto y le interesó. Del resto no sé.
-También recibió propuestas para cine y televisión.
-Sí. Para ficcionalizar mi libro El ladrón del siglo, el documental del banco Río y la historia de mi vida. Pero todo está en manos de mi mánager y representante, Guillermo Otero.
-Insisto, ¿no quiere saber nada con volver a ver a la banda?
-Ni por todo el oro del mundo. Ni aunque me hagan firmar un pacto en el que sea joven. Por nada. Le digo más: ¿Sabe con quién me volvería a juntar? Con mi “enemigo” en el robo. El señor ex Grupo Halcón Miguel Sileo, porque pese a ser policía demostró más códigos que muchos ladrones.
La lucha entre Vitette y Sileo mantuvo la tensión del robo más importante de la historia criminal argentina. Vitette se manejó con habilidad con el hombre que más sabe de toma de rehenes. Pero cuando entró el Grupo Halcón, la banda se había ido. Y en la bóveda quedó este mensaje escrito por Fernando Araujo: “En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es sólo plata y no amores”.
Uno de los códigos delincuenciales es que después de cometer un delito que es descubierto, los integrantes de la banda no vuelven a verse. “Sería como levantar sospechas. La Policía sigue a los que son liberados y si se vuelven a reunir con sus compañeros de causa piensan que es para volver a delinquir”, dice De la Torre, ex pistolero de la mítica superbanda, que en los 80 y 90 robaba bancos y blindados a punta de fusil. “De hecho -recuerda- casi ninguno de ese grupo numeroso nos volvimos a ver. A lo sumo algún reencuentro en algún penal o en la calle, pero solo para un cafecito y recordar viejas fechorías”.
Hasta ahora son pocos los ladrones del siglo que se han vuelto a ver. El reencuentro, en la mayoría de los casos, fue para hablar de la película. "No hay enemistades. Pero cada uno está en la suya", dicen desde el entorno de Araujo, abocado cada vez más al cine y la pintura. Es un rara avis del delito. Un intelectual que un día decidió que un robo a un banco podía ser abordado como una obra artística. Sin lastimar ni usar armas reales.
“Yo no arreglé con los productores por una cuestión económica. Pero si alguien pone la plata para que la banda se reencuentre, para una foto, un viaje o un documental, escucho ofertas”, dice Julián Zalloechevarría, uno de los asaltantes del robo del siglo. Sebastián García Bolster, alias el Ingeniero, tampoco tendría problemas. “De todos modos sé que hay un par de la banda que no me quieren porque no me consideran asaltante, sino un gil”.
Del botín nunca se supo nada. Y, probablemente, no se sabrá.
Cada miembro de la banda, al salir en libertad, reinició su vida. Vitette, el más famoso, puso una joyería (Verde Esmeralda) y escribió un libro. Está casado y tiene un pequeño hijo. “Ah, me olvidaba, Jacobo Winograd y Silvia Suller me encargaron las alianzas para su boda. Alianzas del siglo para la boda del siglo”, dice, como al paso. Además escribió letras para Los trovadores de Venus, una banda musical, y actuó en un videoclip.
Beto de la Torre analiza manejar un Uber (es el único al que le sacaron el botín, poco más de un millón de dólares) y disfruta haciendo bolos en series y películas, entre ellas Un gallo para Esculapio, dirigida por Bruno Stagnaro, y la película El Robo del Siglo. En una hace de gendarme corrupto y en la otra, de policía. Además escribe su libro de memorias delictivas.
García Bolster también escribe un guion, no relacionado al gran golpe, y sigue arreglando motos en su taller mecánico.
Zalloechevarría está por recibirse de abogado. Su hijo, que había escrito un guion del robo, sigue preso.
Araujo, como se dijo, quedó fascinado con el mundo del cine y volvió a pintar en su atelier, además de practicar artes marciales y meditar.
Eso son por separado.
¿Juntos? Por ahora, eso es una utopía. Sería mucho más sencillo reunir a Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
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