Las fotos de él en su dobok, su uniforme característico, van décadas atrás, comienzos de los 80s, antes, ya con su cinturón negro, alzando trofeos. Sus alumnos le firman los álbumes en Facebook y se dirigen a él con su máximo título honorífico, sabonim, la señal de respeto para un instructor. Después hay otros álbumes, más personales, con una mujer que sería su pareja, en una segunda luna de miel por París y Barcelona, a más de 25 años de casados. Carlos Jorge Filippa, con sus 64 años, acumuló generaciones de estudiantes, su propio gimnasio en Villa Crespo, una distribuidora de indumentaria, su propio torneo y su propia federación, trofeos en toda Latinoamérica, hay quienes dicen que marcó un antes y un después en el taekwondo argentino, entrenó a la Selección nacional del arte marcial, se codeó con la elite de su deporte.
Filippa se codeó con otro tipo de gente en los últimos días: durmió en la noche del jueves en una alcaldía de la Policía de la Ciudad tras ser detenido por la misma fuerza. En la mañana del viernes, enfrentará a Daniela Dupuy, la fiscal que llevó a la cárcel a Ricardo Russo, el ex pediatra del Garrahan condenado por producir material pedófilo con sus propios pacientes.
El instructor de taekowndo, básicamente, está acusado de lo mismo, detenido por pedido expreso de Dupuy. Una denuncia fue recibida en septiembre pasado por el Ministerio Público Fiscal porteño. Así, Filippa fue investigado por el CIJ, el Centro de Investigaciones Judiciales. Los testimonios en su contra se acumularon, el material que él mismo habría filmado llegó a ojos de Dupuy y su equipo. Hay fotos de hace nueve años, las últimas datan de apenas meses, 2009 a 2018. Hay chicos, aseguran, de 12 a 16 años, sus alumnos, en lugares a determinar. “Se lo ve a él, a Filippa”, dice un investigador del caso: “Y lo que se ve es un abuso”.
Hay, por otra parte, un tono peor: los testimonios indican que Filippa habría compartido ese contenido. Primero, a través de WhatsApp, no solo entre contactos, sino supuestamente en grupos de consumidores de material sexual infantil de la red telefónica. También le habría ofrecido esas fotos a hombres mayores de edad que contactó en Grindr, una aplicación de citar similar a Tinder, empleada por la comunidad gay.
Hay víctimas identificadas, con nombre y apellido: todavía no se produjeron sus declaraciones en cámara Gesell. También se buscará identificar el punto exacto de donde ocurrieron los abusos, si fueron en el gimnasio de Filippa en Villa Crespo, o en otra escena frecuente de la vida cotidiana del instructor, su motorhome, donde viajaba con sus alumnos a torneos y competencias. La fiscal Dupuy tendrá que esperar para inspeccionarlo. El vehículo quedó varado en Mendoza, incautado por la AFIP hace dos semanas cuando Filippa fue acusado de un pequeño contrabando al volver de Chile.
No es la primera vez que el profesor es acusado: Filippa ya había sido señalado en 2009 por supuestos abusos a un alumno, una causa que recayó en Morón y que generó un debate sobre su competencia, el expediente quedó estancado. El padre de ese ex alumno, sin embargo, declaró ante la fiscal Dupuy. Es posible, por otra parte, que ese expediente sea acumulado a la causa en el fuero porteño.
Los relatos, básicamente, hablan de confianza, de un instructor noble y respetado que después del torneo llevaba a su equipo a comer hamburguesas con papas fritas. Se le incautaron varios teléfonos y computadoras, así como armas, que deberán ser peritados en busca de otras conversaciones, más contenido: lo que se le encontró al pediatra Russo más allá de las primeras investigaciones, por ejemplo, resultó su ruina en los tribunales. La causa, Dupuy sabe, recién comienza: la fiscal espera que la explosión del caso anime a otras víctimas a presentarse en su fiscalía. Cuenta con los medios para protegerlas y que sus casos lleguen a la Justicia.
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