Eran seis en total en el grupo: el padre, su pareja, sus dos hijos, la novia de uno de ellos, y la madre del hombre. Habían llegado esta mañana al Aeropuerto de Ezeiza para sus vacaciones, desde un destino aún desconocido. Una combi blanca que habían contratado los llevó al hotel Faena en Puerto Madero para hospedarse. Ni siquiera llegaron a hacer el check-in. Un grupo de asaltantes de número todavía desconocido apareció para supuestamente robarles mientras bajaban sus valijas.
El padre, de 50 años, recibió una bala en el pulmón izquierdo y murió. Su hijo, de 28 años, también recibió una bala en el muslo. Fue internado en el hospital Argerich, en grave estado. La familia, por lo pronto, pidió que su nombre sea mantenido en estricta reserva.
La causa por el homicidio quedó en manos de la Fiscalía N°32 de Ana Yacobucci y el Juzgado N°8 de Yamile Bernan. La investigación está en manos de la Prefectura Naval Argentina, con jurisdicción en la zona. Las cámaras y testimonios recabados revelaron que los ladrones llegaron en una moto y un auto. Los peritos que llegaron a la puerta del hotel contaron dos vainas servidas y un cartucho entero percutido que no salió, algo que se podría explicar por una falla en la pólvora, o un arma vieja.
Las muestra fueron peritadas. El calibre que se descubrió es infrecuente para un asalto: un .380, similar a una 9 milímetros, pero más raro en el mercado del delito argentino. No las emplean las fuerzas de seguridad. Normalmente, coinciden especialistas, un revolver o una pistola para disparar una bala así se compra en una armería, requiere una licencia del ex RENAR. Los bolseros de armas del mercado negro, proveedores de metal pesado, son un buen punto de partida para preguntarse por un arma de estas características.
Robar en Puerto Madero, la zona con índices históricos más bajos de delito en territorio porteño, también es raro. “No tenés a dónde escapar”, apunta un investigador veterano: “Si te encierran te empujan al río, tenés que llegar a la autopista lo antes posible”. El riesgo de un fracaso en la fuga es obvio. Sin embargo, los asesinos lo lograron.
Dejaron otro rastro, además de las vainas y la bala entera: un fragmento de una manija del freno de la moto, insuficiente para una huella dactilar completa.
Lo que es evidente, coinciden fuentes del caso consultadas por Infobae, es que este no fue un robo al voleo, bajo ningún concepto: los signos de inteligencia previa son claros, hay indicios de un seguimiento de los ladrones en el trayecto previo a llegar al hotel Faena.
La pregunta se vuelve obvia: ¿alguien vendió a la familia de turistas?
Así, la sospecha se centra en la combi blanca que los llevó desde Ezeiza hasta el hotel y su chofer, del cual se espera que dé su testimonio. Las fuentes consultadas no pueden precisar si lo hará en calidad de testigo o de imputado. La jueza Bernan suele manejar sus causas con un estricto hermetismo.
¿Los turistas llevaban dinero? ¿Joyas? Los turistas, al menos según la información con la que cuentan los investigadores, no cargaban nada a la vista que llamara la atención, ningún reloj en la muñeca, ningún aro o collar. El robo en la puerta de un hotel de una zona altamente custodiada habla de una temeridad importante, o de una estupidez sanguinaria del mismo tenor.
La familia, que pasó la tarde en el Argerich, será contenida por psicólogos provistos por la Embajada del Reino Unido. El hijo herido será trasladado a una clínica privada.
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