A veces vienen por el agua. Esta semana, la Policía Bonaerense arrestó en Laferrere a José Rodrigo Ruiz Díaz Cabaña, alias “El Carancho”, que con 20 años se ganó la acusación de ser uno de los traficantes más movedizos de la zona de la vera del río Matanza, se trasladaba en canoa y usaba una tirolesa para cruzar de un lado al otro de la orilla entre la espesura. El GAD y el Grupo Halcón de la Policía Bonaerense allanaron su organización con nueve cómplices, todos mayores que él, con domicilios en zonas como la villa Las Antenas.
No les encontraron mucha droga: poco más de medio kilo de marihuana, 100 gramos de cocaína, 200 dosis de paco. Sin embargo, su stock más fuerte era en armas: 12 pistolas y escopetas y más de 100 municiones, además de cuchillos, un machete, una balanza, la canoa y 50 mil pesos en efectivo.
El operativo, con siete allanamientos, fue ordenado por la UFI temática de drogas a cargo de la fiscal María Elena Panzini.
En octubre de este año, la Bonaerense detuvo a un narco de características similares que también operaba por la misma zona que “Carancho”.
“Pochito”, era su alias. Operaba a la vera del Matanza en Laferrere y González Catán. Cayó en Virrey del Pino, le encontraron marihuana y una cantidad importante de cocaína, además de una camioneta Toyota Hilux y una Bersa .22 lista para tirar.
Lo acusaban, en principio, de regentear un delivery. Lo cierto es que había mucho más. Esta semana, el resto de su banda terminó de caer tras una investigación del fiscal federal Santiago Marquevich y el secretario Santiago Moore, con más de una decena de allanamientos.
Cuando un equipo de la Policía Bonaerense integrado por miembros de la DDI de La Matanza y de grupos de choque como el Halcón y el GAD allanó uno de los búnkers se encontró con una curiosidad para el narcotráfico bonaerense: 50.400 dosis de LSD, divisibles en cuartos, con la esvástica del Tercer Reich en su fondo blanco y contorno rojo. El mismo modelo de cartón fue encontrado en el conurbano bonaerense en marzo de este año y en 2017. Cada dosis podía venderse a unos 300 pesos.
Había más: una docena de armas con la numeración limada, entre ellas una vieja calibre 32 de 1905, 14 bolsas ziploc con cristal de MDMA, 600 dosis de paco, ketamina líquida. Los bunkers estaban distribuidos de una forma al menos creativa: a la vera del río Matanza, puntos de difícil acceso para policías infiltrados, hasta les encontraron tirolesas de soga para escapar. Uno de los narcos intentó huir con su propia tirolesa cuando vio venir a la Bonaerense. Lo detuvieron igual.
La banda funcionaba de manera aceitada: hacían patrullajes para alertar de la llegada de intrusos.
También tenían sus tácticas de terror psicológico, con un falso video de una ejecución que filmaron para atemorizar a competidores.
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