La humilde casa del barrio Matheu en Escobar tenía paredes de ladrillo hueco y techo de chapa, con un solo ambiente. Toda la familia estaba reunida allí.
“Lo voy a prender fuego”, dijo Héctor Esteban Montero, un jardinero de 28 años, mientras miraba el cadáver de Uriel, su hijastro de apenas dos años a quien supuestamente acababa de asesinar de un golpe en la cabeza.
“No, quemarlo no. Por favor. Vamos a enterrarlo”, le respondió su pareja y madre del chico y que en ese momento estaba embarazada, a punto de dar a luz.
También estaban junto al cuerpo del niño los otros dos hijos biológicos de la mujer: C. de 11 años y R., de 14.
Minutos más tarde, el hombre cargó el cuerpo del chico y junto al resto de la familia cruzó al descampado que está justo frente a la casa. “Vos ayúdame a hacer el pozo o te fajo”, le dijo al chico de 14 que no tuvo otra opción que obedecer. Entre los dos dejaron el cuerpo bajo tierra.
Al volver, una frase del padrastro retumbó en los oídos de todos: “El que llega a decir o contar algo termina igual que el nene”. Los chicos juraron no decir nada para sobrevivir. La madre también calló. Sin embargo, el pacto de silencio se rompió casi cuatro meses más tarde. El viernes pasado, R., mendigaba algo para comer cuando se quebró ante la dueña de una fiambrería con la que había entablado algo de confianza. Le contó del crimen y de la sepultura. Luego, el chico lo repitió ante la Policía Bonaerense.
Algunas horas más tarde, gracias a las indicaciones del chico, los efectivos encontraron el cadáver y detuvieron al padrastro. Por orden del fiscal Gonzalo Ferreiros, a cargo de investigar el caso, la madre de Uriel quedó en libertad. Ferreiros la considera una víctima de la violencia de género de Montero. Sin embargo, esa situación podría cambiar.
“Era casi la noche del viernes y yo estaba atendiendo el negocio cuando lo vi al chico en la puerta. No era la primera vez que venía a pedirnos. Esta vez lo vi bastante desmejorado, como triste. Estaba mal. Lo hice pasar. Le pregunté que le pasaba y me dijo que si no llevaba plata a la casa le iban a pegar. Acto seguido se puso a llorar y me dijo que el padrastro había matado a su hermanito y que lo habían enterrado en un baldío. No podía creer lo que estaba escuchando. Le pregunté si se animaba a repetir lo mismo con la policía y me dijo que sí. Entonces llamamos a la comisaría”, cuenta a Infobae Roxana, la dueña de la fiambrería.
Cuando el fiscal Ferreiros llegó al comercio y se entrevistó con el chico, escuchó la versión con sus propios oídos. El crimen había ocurrido mucho antes: “Mi padrastro mató a mi hermanito, lo mató de hambre. Yo llegué a mi casa 5 minutos después de que se haya muerto. Tenía un golpe en el labio pero se murió porque no le dieron de comer. Fue el 17 de agosto. Yo les puedo decir dónde está enterrado. Tienen que llevar linternas porque está muy oscuro de noche”, contó el chico.
“Inmediatamente nos fuimos al lugar. Nos acercamos con varios patrulleros. Efectivamente no había luz. También llevamos perros de búsqueda pero no hicieron falta. El chico nos marcó con exactitud dónde estaba el cadáver. Una vez que identificó el lugar se lo llevaron los psicólogos y nosotros nos pusimos a excavar. No nos costó mucho encontrar el cuerpito, estaba envuelto en una sábana. Estaba a unos 30 centímetros de profundidad”, relata uno de los investigadores que participó del hallazgo.
En la declaración informal que realizó R. ante el fiscal, el chico fue claro en señalar que el asesino de su hermano había sido Montero. También contó que su madre estaba al tanto de todo pero que no había participado del homicidio. Luego relató una serie de maltratos y situaciones de violencia vividas durante muchos años que pusieron en contexto la situación familiar en la cual se produjo el crimen.
“Cuando no llevaba plata a casa o me portaba mal, mi padrastro me pegaba. Muchas veces nos ponía contra un rincón y no nos dejaba dormir. Estábamos parados toda la noche. Tampoco nos daba de comer, a veces era solo agua. Mi hermanito estaba empezando a dejar los pañales y a veces se hacía pis encima, entonces él se enojaba y no le daba de comer o le pegaba. Yo creo que mi hermano se murió de hambre”, dijo el chico a los investigadores.
En otro de los pasajes, R. contó que en pleno invierno su padrastro lo castigaba a él y a sus hermanos dejándolos desnudos en el patio con temperaturas que a veces llegaban a ser bajo cero.
La forma en que el padrastro fue detenido fue un tanto curiosa. Casi al mismo tiempo en que la policía descubría el cadáver del bebé, y los efectivos se preparaban para buscar a Montero para detenerlo, llegó una comunicación desde la comisaría de la zona. El propio padrastro se había presentado junto a su pareja en la seccional para denunciar la desaparición de R. que, por supuesto, no había vuelto a su hogar. El fiscal ordenó que se los demore a ambos. Finalmente en el lugar se ordenó la aprehensión solamente de Héctor Esteban Montero acusado del delito de homicidio doblemente agravado por ensañamiento y alevosía.
“¿Por qué? ¿Qué hice?”, fue lo único que llegó a decir el acusado antes de que le pongan las esposas.
Según indicaron fuentes de la causa, la mamá de la víctima declaró en condición de testigo. En su relato contó una serie de maltratos y vejaciones a las que fue sometida por parte de su pareja durante años. Estas situaciones coincidieron con los dichos de R., lo que le dio mayor verosimilitud al relato. Entre otras cosas, expresó que era permanentemente golpeada y que cuando su pareja salía de la casa, la dejaba encerrada con un candado. Sin embargo, nunca realizó ninguna denuncia.
En la testimonial, la mujer confesó que sabía del asesinato y que lo ocultó durante todo este tiempo por miedo a su pareja. En base a esas palabras, el fiscal Ferreiros decidió no imputarle ningún delito a la mujer y dejarla en libertad por el momento.
“Desde la fiscalía entendieron que, a pesar de que la mujer estaba al tanto y ocultó el crimen, lo hizo por estar sometida a violencia de género y amenazas. Es una decisión que genera polémica y que es posible que sea revertida en base a las pruebas y los testimonios que vayan surgiendo en los próximos días”, cuentan desde tribunales.
Los vecinos de Matheu, sin embargo, la consideran una cómplice y no víctima: "Ella no era ninguna santita. Sabía perfectamente lo que pasaba y nunca la vimos golpeada como sí vimos a los chicos. Yo una vez fui a la casa y me encontré con la nena de 11 arriba del padrastro y el tipo le estaba acariciando la pierna de manera muy fea y ella al lado le cebaba mate como si nada. Eso lo vi yo, no me lo contó nadie”, dice una vecina que prefiere no decir su nombre.
Por su parte, Lorena, que vive junto a la casa donde ocurrió el crimen, relató su experiencia como vecina: “Los dos maltrataban a sus hijos, no era él solo. Yo vi cuando ella le pegaba al nene diciéndole que no vuelva si no le daban plata. Ella dejaba mucho que desear como madre. Ella no hacía nada cuando los nenes se quedaban afuera muertos de frío en penitencia porque se portaban mal”.
Finalmente Montero se negó a declarar y quedará alojado en una dependencia policial hasta que sea trasladado a un penal. Por su parte, la madre de Uriel fue separada de sus hijos, que quedaron bajo resguardo del Estado en un hogar de abrigo hasta que se resuelva la situación judicial.
Las causas de la muerte del bebé todavía no son claras. Si bien el documento completo de la autopsia todavía no llegó a manos del fiscal, un resultado preliminar indica que el cráneo tenía un fuerte golpe que le pudo haber provocado la muerte. Además, el cuello tenía marcas, por lo que no se descarta un posible ahorcamiento aunque por el estado de descomposición eso se podrá conocer con los resultados definitivos que estarán listos en las próximas horas.
A los investigadores les costó encontrar los documentos con los datos del bebé, recién lograron realizar una correcta identificación consultando bases de datos. Ahí descubrieron que fue asesinado dos días antes de cumplir los tres años de edad.
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