La semana pasada, el área de Drogas Ilícitas y Crimen Organizado de la Delegación Bahía Blanca de la Policía Bonaerense detuvo a dos hombres en una causa instruida por la UFI Nº 17 de Tres Arroyos con la fiscal Natalia Ramos. El primero tenía 40 años, empleado municipal, oriundo de Merlo, con una fuerte deuda de casi medio millón de pesos a diversos bancos y tarjetas de crédito. El segundo tenía 25 años, y una búsqueda de paradero activa por el delito de encubrimiento agravado de un juzgado de Mercedes. Les encontraron poco dinero, unos 20 mil pesos, dos reales y dos dólares. También, un juego de llaves, tenaza, cinta doble y destornillador, una especie de kit de trabajo. También, un dispositivo muy llamativo, de forma cuadrada.
La Bonaerense buscaba a estos dos hombres por el delito de estafas reiteradas. Las cámaras de filmación de dos sucursales bancarias en las zonas de Tres Arroyos y González Chávez revelaron sus movimientos. Dos personas habían intentado retirar dinero en esas sucursales, montos chicos, tres mil y cinco mil pesos cada uno, pero el dinero no salió. El esquema era sencillo, conocido en el delito global como “cash trapping”, una trampa en el dispenser de dinero de un cajero automático: la cinta y la tenaza entre otros elementos eran parte del aparato de instalación dentro de los cajeros, según aseguraron fuentes policiales a Infobae.
El mecanismo es simple: se violenta la herradura de expendio y se coloca una placa de metal que bloquea el efectivo que sale. El ladrón solo tiene que volver al cajero para recolectar la captura.
Por otra parte, los cajeros de Tres Arroyos y González Chávez no serían los únicos golpeados por el dúo de “cash trappers”, al menos por el más joven de ellos. Se cree que atacó de la misma manera otra terminal a mediados de este mes en Ituzaingó.
El delito es una novedad en el esquema de los delincuentes argentinos dedicados a atacar cajeros, que aplicaron desde robos piraña hasta cuentos del tío y bloqueos a tarjetas con alteraciones en los aparatos para capturar las tarjetas en vez del efectivo, una modalidad perfeccionada por estafadores brasileños en los últimos años que robaban los plásticos para luego clonarlos. El “cash trapping” ya había sido detectado en San Martín en febrero de este año, con una placa metálica en un cajero de un banco estatal.
Más allá de que en Argentina se ven los primeros casos, el “cash trapping” ya es un hecho hace una década en el resto del mundo. Hace cinco años, dos hombres rumanos fueron detenidos en España por 55 ataques a cajeros entre Badajoz y Barcelona. En Inglaterra, la placa de metal fue reemplazada con una barra con garras, con casi 2.500 casos reportados en 2012 de acuerdo a un artículo del Daily Mail. Fuentes en todo el mundo coinciden en que es una modalidad en baja: diversas empresas de seguridad ofrecen mecanismos para contrarrestarla.
La calificación de estafa en el caso de Bahía Blanca, y no de robo o hurto, es por lo menos llamativa y el emergente de una época. Entre 2017 y 2018, las causas por estafa y falsificación de dinero aumentaron más de un 50 por ciento de acuerdo a datos de la Procuración provincial en su relevo interanual de causas, lo que implica para los ladrones mayor ganancia potencial con menos riesgo de penas duras, especialmente para ladrones reincidentes.
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