Las víctimas en la sala aplaudieron mientras se iban. El Tribunal Penal Colegiado Nº 2 de Mendoza había condenado luego de casi cuatro meses de juicio a los curas Nicola Corradi y Horacio Corbacho Blanc y al jardinero Armando Gómez, los acusados de abusos cometidos contra niños y niñas en el Instituto Antonio Próvolo durante 12 años, desde 2004 hasta 2016. Daiana es una de esas víctimas. “Estoy feliz, cuando leían la sentencia me emocioné. Gracias a Dios están presos los tres. Ellos son curas, pero son curas falsos. Tienen doble cara. Yo tengo fe en Dios, pero no de estos curas. Ellos no tienen interés en nosotros. Ahora que están presos, doy gracias a Dios”, aseguró.
No todas las víctimas fueron al Tribunal esta mañana en la capital mendocina. Hay quienes prefirieron no confrontarlos, quizás seguir adelante.
Corradi, en una silla de ruedas, con su audición disminuida y glaucoma en un ojo, recibió 42 años de cárcel, el cura de mayor jerarquía y responsabilidad. Horacio Corbacho Blanc, acusado originalmente de 16 hechos de abuso simple y con acceso carnal con agravantes como estar encargado de la guarda de los menores y su rol como ministro de culto, recibió la pena más dura: 45 años.
Entre los casos por los que fue condenado Corbacho, según pudo saber Infobae, hay un hecho de abuso con acceso carnal sumamente particular. Su víctima decidió no estar hoy. El abuso que sufrió dañó profundamente a su familia. El dolor todavía es demasiado.
La víctima, hoy de 23 años, nació en Misiones y tenía 8 años cuando entró al instituto religioso para chicos sordos Antonio Próvolo de Mendoza. A esa edad comenzaron también sus peores padecimientos. De todos los casos que fueron llevados a juicio en el Tribunal Penal N° 2, el suyo demostró un nivel de atrocidad particular: según su relato, fue violado al menos ocho veces mientras estuvo en el instituto, en ocasiones hasta llegaba a desmayarse por el dolor que sufría durante esos ataques. La filmación de la declaración en cámara Gesell, hecha en 2017, del joven fue proyectada en la sala a comienzos de septiembre, uno de los relatos más crudos en todo el proceso. Prefirió no repetirla en persona. Lo que dijo en su momento fue suficiente
De acuerdo a su relato, este ex alumno –de condición humilde, lejos de su familia en un pueblo cerca de la Triple Frontera– fue violado en simultáneo por el ex jardinero Gómez (49) y por otro ex trabajador del instituto, quien no llegó al juicio ya que fue declarado inimputable.
Durante algunos de esos tantos episodios de abusos, la víctima (quien es sordo) logró exteriorizar como pudo todo el sufrimiento en su cámara Gesell, lo hizo con gritos que evidenciaron su angustioso dolor. Contó cómo en una de las oportunidades el cura Nicola Corradi, de 83 años, encontró a los dos violadores mientras atacaban al ex alumno. Lejos de hacer la denuncia correspondiente, la reacción fue la de ordenarle a Gómez y al otro ex empleado que se retiraran a sus habitaciones. A eso se limitó la acción y reacción del cura italiano, como si se tratase de un padre que pone en penitencia a sus hijos.
Durante su declaración –registrada en 2017, que duró más de cuatro horas y media– el joven también relató otra ocasión en que fue abusado sexualmente y con acceso carnal por Corbacho.
El modus operandi se repitió durante varias de las violaciones que sufrió. Luego de ser abusado el joven sufría múltiples lesiones y desgarros. En ese momento entraban en escena Corradi, la monja Asunción Martínez (imputada por omisión en otra causa) o el ex monaguillo Jorge Bordón (ya condenado tras reconocer la autoría de 11 abusos) y se encargaban de trasladar al joven misionero al médico; la consulta ocurría siempre fuera del instituto, de acuerdo al relato del joven.
Más allá de esto, no existen registros en la causa ni ninguna denuncia de un profesional de la salud referidas a atenciones a un ex alumno del Próvolo por lesiones de este tipo, por lo que no se descarta que la Justicia guíe parte de los focos a estos episodios.
Ya atendido por los médicos, lo llevaban generalmente a un local de comidas rápidas y allí le compraban una hamburguesa con papas fritas. Incluso, en varias oportunidades le compraron el menú que trae un juguetito de regalo. El mismo juguetito que luego le quitaban –entre tantos otros maltratos– y por el que llegaban a forcejear con un niño de 8 años que no quería darlo.
La víctima estuvo en el Próvolo mendocino entre 2004 y 2009, apenas salió regresó al Litoral junto a su familia. De hecho, mientras estaba de vacaciones en el lugar –aún siendo alumno– su madre lo llevó a un control médico porque evidenciaba dolores. “La víctima cuenta que cuando salió del chequeo, la mujer tenía un papel. Y agrega que viajaron ese mismo día a Mendoza, porque ella fue a pedir explicaciones en el instituto por lo que había observado el médico”, relató una fuente de la investigación.
Esa fue la última vez que el joven abusado pisó el Próvolo, y la penúltima que pisó suelo mendocino. La última fue en junio de 2017, cuando los abogados de las otras víctimas lograron dar con su paradero y consiguieron que regresara a la provincia de Cuyo para presentar su denuncia por lo vivido en el instituto. Lo hizo en cámara Gesell, en presencia de profesionales del Equipo de Abordaje de Abuso Sexual (EDEAS). La entrevista fue clave en la prueba acusadora que se exhibió en el proceso.
Tras la lectura del fallo, los familiares de las víctimas posaron en las escalinatas del tribunal. Desplegaron sus pañuelos naranjas que decían: “Iglesia y Estado, asuntos separados”. En cinco días se conocerán los fundamentos de la sentencia.
Con información de Ignacio de la Rosa
Fotos: Axel Lloret (desde Mendoza)
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