El drama de la agente de la Policía Federal que sufrió violencia de género y fue echada de la fuerza

María de las Mercedes Martínez fue separada de la institución en 2006. Había revelado que el padre de su hija, también efectivo de la fuerza, la golpeaba y amenazaba con su arma. Hija de policías, ruega que la reincorporen: “Llevo la vocación de servicio en la sangre”. Qué dice el Ministerio de Seguridad

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(Gustavo Gavotti)
(Gustavo Gavotti)

Aguantó golpes, amenazas, gritos, persecuciones, escenas de celos en el ámbito laboral, que le espíe las conversaciones telefónicas, y hasta que su pareja le apoyara un arma en la cabeza. Lo que no pudo manejar María de las Mercedes Martínez (49) fue el momento en que su hija Fiamma, a los cuatro años, intercediera ante el ataque de su papá, Ángel Notarfrancesco.

La nena interrumpió una de las escenas de violencia cotidiana, se puso en el medio de la pareja, abrazó la pierna de Martínez y le dijo a él: “No le pegues a mi mamá”.

Esa escena cambió la perspectiva de Mercedes, dejó de sentir culpa y miedo y activó un cambio radical en su vida que, de todos modos, no sería suficiente. “Eso me hizo un click en la cabeza. De repente pensé ‘cómo puede ser que una nena de cuatro años tenga que sacar la cara por mí'", cuenta a Infobae, 17 años después de aquel episodio, pero aún con las heridas emocionales abiertas y las secuelas físicas a la vista.

Entonces María de las Mercedes Martínez destrabó un bloqueo que llevaba más de cinco años y denunció a Notarfrancesco. Corría el año 2002. Ambos eran agentes de la Policía Federal. “Efectivos” de pura cepa, hijos de policías que se conocieron en una comisaría, y sin embargo, la reacción de la fuerza no fue la que ella esperaba.

En lugar de sancionarlo a él, la pasaron a retiro a ella, en vez de creerle a la mujer, ignoraron su reclamo y ascendieron al hombre, como una especie de premio macabro.

María de las Mercedes con sus dos amores: el uniforme de la Policía Federal y su hija Fiamma, a fines de los '90
María de las Mercedes con sus dos amores: el uniforme de la Policía Federal y su hija Fiamma, a fines de los '90

Hace casi dos décadas ya que Martínez lucha y ruega que la reincorporen a la PFA, después de haber pasado años ocultando la violencia que Notarfrancesco ejercía sobre su cuerpo: fue a trabajar maquillada, con gafas de sol, inventó excusas y motivos con tal de no dejar jamás de trabajar pero la Policía Federal la condecoró en 2006 con un sumario administrativo, 15 días de arresto y finalmente el pase a retiro obligatorio ¿La razón? Que con sus problemas “familiares” ella “desprestigiaba a la Fuerza”.

“Yo quiero volver, ser policía es mi vocación de servicio, está en mi sangre”, reclama ella. Martínez tiene lo que en la jerga policial se conoce como “sangre azul”. Su papá fue comisario mayor, su mamá fue agente y ella nació en febrero de 1970 en el Hospital Churruca. Apenas terminó la secundaria decidió que quería continuar la dinastía familiar y se incorporó a la Federal.

Cuando tenía 26 años conoció a Notarfrancesco, en el momento en que ambos trabajaban en la comisaría 23°. Él tenía 37 y se gustaron enseguida. Un año y medio más tarde, ya tenían una relación de noviazgo y ella quedó embarazada. Lo que hasta ese momento era una linda relación, según relata Martínez, pasó a niveles infernales. Comenzó una historia que nunca se terminó hasta que él murió tras un ataque cardíaco, en 2012.

“Cuando le dije que estaba embarazada él me sugirió que abortara porque no quería hacerse cargo”, cuenta. Mercedes transitó la gestación de su hija sola, acompañada por sus padres, quienes en el transcurso del embarazo le compraron un PH en el barrio de Mataderos a sabiendas de que criaría a su hija como una madre sola.

Martínez y la pila de hojas que integra el expediente de su denuncia contra Angel Notarfrancesco (Gustavo Gavotti)
Martínez y la pila de hojas que integra el expediente de su denuncia contra Angel Notarfrancesco (Gustavo Gavotti)

Un par de meses antes del nacimiento de Fiamma, Notarfrancesco reapareció. Le pidió una nueva oportunidad. Martínez estaba enamorada de él y se la dio. Creyó que el nacimiento de la beba sería un cambio radical en la relación de ambos. Se equivocó.

“Cursando el séptimo mes de embarazo intentó aproximarse en encuentros breves. Yo lo tenía al tanto, le dije que iba a ser una nena. Y eso hizo que cuando iba a tener a la nena en el Churruca me acompañara a tenerla. Yo seguía enamorada. Siempre creí que capaz que él, como era grande y no tenía hijos, porque uno intenta justificarlo, le sorprendió la noticia de que iba a ser padre”, explica Mercedes.

Eso no fue así hasta que la noche anterior a que Fiamma naciera vía cesárea, Notarfrancesco le dijo a Martínez que él la llevaba al hospital. “Se enamoró de su mirada, se fascinó”, cuenta Mercedes. Y entonces volvieron. La pareja estuvo bien hasta que ella quiso retomar el trabajo. Esa idea despertó el monstruo violento que dormía dentro del cuerpo de Notarfrancesco.

“Me ilusioné mucho, veía que había un cambio en él respecto de la vida familiar, estaba embelesado con la nena. Pero cuando me tengo que reintegrar al trabajo, él empieza a enojarse conmigo. Empezaron las discusiones, al principio lo tomé como escenas de celos, porque todo era conflictivo, tenía que trabajar, cuidar la nena, hacer las compras y él trabajaba todo el día y cuando llegaba quería tener la comida lista. No me daba el tiempo y me sobreexigí un poco”, relata. “Y él empezó a enojarse subiendo de nivel. Me gritaba que yo quería ver a otros tipos por eso me iba a trabajar. Siempre hice adicional, siempre trabajé y fui independiente”, agrega Mercedes.

Esa “subida de nivel” de Notarfrancesco tuvo su primer pico una tarde de 2002 cuando ella sostenía en brazos a su hija para hacerla dormir y él empezó a gritarle hasta que le dio una bofetada y Martínez golpeó su cabeza contra el marco de una puerta, lo que no sólo le provocó una caída al suelo sino que además le rompió un tímpano que la dejó sorda de un oído para siempre.

Martínez durante su promoción como agente de la Policía Federal
Martínez durante su promoción como agente de la Policía Federal

La violencia fue tanta que después de eso vinieron tiempos de presunta calma. Y la culpa operaba en Mercedes. Como suele ocurrir con las víctimas de violencia de género, ella creyó que era la responsable de la violencia de su pareja. Notarfrancesco lloraba y le decía que él no quería pegarle, pero que ella lo “ponía así", que lo provocaba: “La culpa de su violencia era mía, eso sentía yo”.

La violencia nunca paró. Mercedes empezó a ir a trabajar maquillada y con anteojos de sol para ocultar los rastros de los golpes de su pareja. La depresión le provocó hipotiroidismo, que la llevó a subir de peso. Y su pareja la atormentaba cuando le decía que iba a trabajar para conquistar a otros hombres, a otros policías. “Y vos terminás creyendo que lo que hacías bien está mal, que sos una inútil, y todo te da culpa. Yo tenía que estar bien en mi trabajo y cumplir bien mi función como mamá y al mismo tiempo atenderlo a él. Era un infierno”, dice Mercedes.

Después de varias sesiones de psicoanálisis y de charlar con un psiquiatra, Mercedes decidió que tenía que denunciar al padre de su hija para intentar terminar con la violencia. Tenía miedo. Por eso antes de activar la idea le escribió una carta de puño y letra. A lo largo de diez páginas ella le anunció que se tenían que separar, que él debía abandonar el PH de Mataderos que habían comprado los padres de ella. Y él no quiso aceptar la situación, le decía “ya se te va a pasar” hasta que finalmente se fue.

Si lo que vivió Mercedes hasta ese momento fue infernal, lo que siguió no cabe en el diccionario de adjetivos. “Y entonces se fue, creyendo que era algo circunstancial. Y empezó a atosigarme, no me dejaba tranquila, me seguía, me espiaba, me llamaba y me decía cómo estaba vestida, me llamaba a cualquier hora de la noche, se pasaba de sorpresa por el trabajo, era constante. Me tocaba de madrugada la puerta de mi casa. Estaba ensañado”, recuerda.

Al cabo de pocas semanas Notarfrancesco aplicó otra forma de violencia y dejó de pasarle la cuota alimentaria para su hija y simultáneamente comenzó a amenazarla con que iba a matarla a ella, a su hija y a sus padres: “Estaba muy fuera de sí. Intenté calmarlo y era peor, él no entendía razones. Golpeaba las cosas, las rompía, se arrancaba la camisa como el Increíble Hulk, no había un freno para él. Me asusté mucho, cuando me graba las amenazas de muerte temí por mi integridad física e hice la primera denuncia”.

Fue a fines de 2002. Y a Mercedes no sólo su ex pareja le hizo la vida imposible: la Policía Federal también. La cambiaban de destino cada seis meses, algunos comisarios le decían que eran amigos de su ex pareja, la mandaron a hacer funciones que no eran propias de su jerarquía, a lugares donde estaba parada durante 18 horas, fuera de jurisdicción, le sacaron los francos, la posibilidad de pasar las Fiestas con su hija, y finalmente le hicieron un sumario administrativo, la arrestaron durante 15 días y un gabinete psicológico de la PFA decretó que tenía “tendencias suicidas”.

(Gustavo Gavotti)
(Gustavo Gavotti)

Fue el final para su carrera de policía. Al no recibir los ascensos automáticos por estar sumariada fue pasada a retiro obligatorio. “Lo mío no eran tendencias suicidas era la violencia del padre de mi hija y por tal motivo no era para que me sacaran el arma y me mandaran a psiquiatría”, reclama. Además la acusaron a ella de ser la que ejercía violencia de género contra su ex pareja.

Durante los cinco años siguientes, hasta 2011, Notarfrancesco (después de haber sido apercibido levemente) fue galardonado con ascensos hasta llegar a subcomisario. Cuando ya tenía esa jerarquía, una tarde en la que iba con su hija Fiamma en el auto se puso muy violento, la chica, que ya tenía 11 años, quiso avisarle a su mamá, y él le apoyó el arma en la cabeza a su hija. “Cuando le dieron el cargo de subcomisario se puso más violento aún, entonces pedí la restricción perimetral”, explica.

Para ese entonces ya existía la Oficina de Violencia Doméstica (OVD). Mercedes hizo allí la denuncia y recibió custodia de la propia Policía Federal. En 2013, el Ministerio de Seguridad nacional la reincorporó en la Fuerza en el grado de “convocada”, lo que implicaba que volvía a trabajar pero no podía conseguir ascensos.

Eso duró hasta 2017. Entonces Mercedes quedó incluida en el traspaso de agentes a la Policía de la Ciudad, pero la nueva fuerza porteña no aceptaba “convocados”. Y volvió a quedarse sin trabajo.

“Como ya había empezado mi reclamo en la fuerza recurrí otra vez al Ministerio de Seguridad, pero fue más angustiante aun para mí. En primer lugar, a pesar de todos los reclamos administrativos, la Coordinación de Políticas de Género, a cargo de Carolina Barone, no examinó mi caso con perspectiva de género y rechazó el reclamo. Fue muy terrible, me estaban echando la culpa", se quiebra Martínez.

"Intenté hablar con Barone, fui con mi papá y toda la documentación. Y ella me dijo que está muy bien hecho pero que pasó hace muchos años y que en 2002 no estaba la ley de violencia de género y que no podían hacer nada”, detalla Mercedes.

Barone respondió a Infobae: “Las mujeres que integran las fuerzas federales son las primeras en contar con el derecho a la licencia por violencia de género tanto en ámbito laboral como intrafamiliar. En total ya 211 mujeres que integran las fuerzas federales accedieron a este derecho. Con respecto a la petición realizada por la Sra. María de las Mercedes Martínez existe un dictamen de asuntos jurídicos sobre la procedencia del reclamo, en donde se determina que el mismo no es procedente”. Se refiere a una resolución del 3 de julio de 2018 en la que Francisco Capazzolo, director de Asesoría Legal y Dictámenes del Ministerio de Seguridad, confirma que no puede ser reincorporada por haber hecho el reclamo fuera del lapso permitido.

Martínez tiene el patrocinio de la Comisión sobre Temáticas de Género de la Defensoría General de la Nación, desde donde la acompañan en sus reclamos administrativos para ser reincorporada a la fuerza. “El objeto de las presentaciones efectuadas ha sido que se tenga en cuenta la perspectiva de género que el caso tiene. En particular, que el contexto de violencia en el que estuvo inmersa y su denuncia contra su agresor fueron los elementos detonantes para determinar su exclusión de la PFA. De este modo, se viene postulando que su retiro obligatorio de la PFA ha sido discriminatorio y ha vulnerado sus derechos fundamentales”, comentaron a Infobae fuentes de esta Comisión.

El tiempo no vence la determinación de Martínez de volver a ser y sentirse policía, vocación y destino familiar. Siente que la violencia que ejerció Notarfrancesco sobre ella no fue suficiente castigo y que la cultura machista de la Policía Federal si no avaló la conducta de su ex pareja, al menos la escondió y de la peor manera, la más anacrónica y machista: culpándola.

No está enojada con “la Fuerza”, si no con los que la conducen. “Me duele que sea una ministra mujer (por Patricia Bullrich) la que me niegue la reincorporación. Porque mi sumario administrativo dice que nunca entorpecí ni desprestigié a la institución, al contrario. Ellos me dieron el retiro obligatorio, yo siempre quise ser policía. Tuve muchos premios, beneplácitos por mis procedimientos”, suspira, emocionada, mientras abraza su uniforme, guardado en un placard, limpio y radiante, como listo para volver a ser usado.

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