Durante los últimos meses, Miki, la adolescente violada por una manada de once varones a fines de marzo pasado en el Barrio Santa Rosa de Florencio Varela, se puso de pie y comenzó a vivir su vida. Llegó con su bebé de dos años a un hogar de madres y mujeres víctimas de violencia de género en la zona sur del conurbano, tomó clases de peluquería, retomó sus estudios tras vivir en otro hogar de madres junto a su beba, en un rancho de chapa con piso de tierra junto a su tía cartonera, ocho primos y un caballo famélico. Renunció a su celular, al contacto con su familia, una medida tomada por su seguridad. También comenzó a buscar justicia, mientras los miembros de la manada que ella señaló se sentaban detenidos en alcaidías, comisarías y penales gracias a una investigación encabezada por el juez de garantías Sergio Agüero. Antes de que dejara el barrio, una mujer adulta, supuestamente la madre de uno de los varones acusados de atacarla, le envió dos mensajes de audio de Facebook tratándola de “mogólica”, amenazándola con “partirle el alma” si no le “limpiaba al guacho” y retiraba la denuncia.
El hermano mayor de Miki, un chico de 21 años que abandonó el secundario para trabajar, casi sin herramientas para enfrentar o entender al sistema, denunció las amenazas en una comisaría de la zona. Sin ser asesorado, denunció el hecho sin aportar los audios, publicados por Infobae el 17 de abril. La causa terminó archivada.
María Elena Colombo, una abogada de Florencio Varela se constituyó como representante de Miki bajo la figura de la abogada del niño, pidió el desarchivo de la causa. Entregó como prueba la nota de este medio. También, estuvo a su lado para enfrentar un proceso penal clave para su vida, algo que podía darle algo que se parezca a una sensación de cierre. El padre de su bebé no es un chico de su barrio, un novio, alguien de su edad. Es Carlos Rolando Acosta, “Carlinchi”, su padrastro, la ex pareja de su madre biológica que hace años no ve porque la abandonó. La bebé tampoco se parece a ella. Tiene los ojos de su padre.
La paternidad no está discutida, bajo ningún punto de vista. Un estudio de ADN en manos de la Justicia afirma que Acosta es el padre. Miki denunció a su padre hace dos años. Acosta, un ex ladrón confinado a una silla de ruedas, finalmente fue enviado a juicio en el Tribunal Nº1 de Florencio Varela, como adelantó este medio hace dos meses.
Miki, dicen cerca de ella, quería estar presente y declarar en el proceso. Ya es mayor de edad: cumplió los 18 el viernes 22 de octubre pasado, lo celebró en el hogar. Se encontró finalmente con su hermano en la fiscalía a cargo de la acusación en el juicio el día después, se dieron un abrazo y hablaron media hora.
“Carlinchi”, según su testimonio, la violó durante siete años, desde los 8 hasta lo 15, mientras su madre se iba a trabajar, limpiando casas por 200 pesos al día.
“Le hizo la psicológica desde chica, le decía que era su novia, le escribía cartitas”, dice un familiar de la víctima: “Mientras tanto la amenazaba, el tipo tenía armas. Le decía que no cuente, que la iba a lastimar a la mamá de ella si lo hacía. Y mientras el tipo no hacía nada. No laburaba. Estaba ahí en la silla de ruedas, el ‘Carlinchi’. Era un vago más”.
La calificación en contra de Acosta es la letra horrible del Código Penal, el delito de abuso sexual con acceso carnal doblemente agravado por ser cometido por el encargado de la guarda y por aprovechar la convivencia preexistente con un menor de 18 años de edad. La pena máxima para esta calificación es de 20 años de cárcel.
El juicio debía comenzar hoy con una única audiencia en el TOC Nº1 de Varela en la calle Belgrano al 3200.
No habrá juicio, porque no hay imputado, no está.
Hay más de 48 mil detenidos en la provincia de Buenos Aires entre cárceles y comisarías según un reciente informe del Tribunal de Casación Penal. Carlos Rolando Acosta no es uno de ellos, nunca fue detenido en dos años de causa por un delito aberrante. Así, aprovechó que nadie le pedía que lo detuvieran y lo escapó. La familia de Miki ya sabía alrededor de septiembre que “Carlinchi” había dejado su casilla en el asentamiento detrás de la cancha de Defensa y Justicia, dejaron de verlo en las rondas de la esquina de su casa.
La jueza María Florencia Butierrez, cabeza del TOC Nº1, confirma la suspensión del juicio y asegura a Infobae: “Carlos Acosta tiene una orden de detención en su contra que ya fue insertada en Migraciones. Una vez encontrado quedará detenido”.
La causa data de 2017. La detención fue pedida por el fiscal del caso, dice la jueza, en los últimos días.
Así, Miki es revictimizada por el sistema penal. Su abogada presentó una lista de lugares donde viven las hermanas de Acosta, sus familiares más conocidas. Encontrarlo, con el paso del tiempo, con al menos dos meses de fuga, se vuelve una chance escasa.
Mientras tanto, el juez Agüero y su equipo avanzan en la investigación contra la manada. El Barrio Santa Rosa fue allanado ayer: la División Criminalística de Quilmes de la Policía Bonaerense ingresó por primera vez a la casa del ataque, que nunca había sido registrada. Buscaron en otros doce domicilios. Encontraron y detuvieron en la zona a un nuevo acusado del ataque, el varón número doce.
Miki había identificado en sus relatos a otro joven de la zona llamado Enzo González. De acuerdo a la acusación en su contra la habría golpeado cuando ella se negó a ser violada por él. Había dejado el barrio tras el ataque, para luego volver. Se secuestraron las computadoras y teléfonos de su familia. Su declaración se esperaba para hoy. Los otros varones se negaron a hablar ante la Justicia tras ser detenidos.
El juez Agüero, por otra parte, pidió medidas para que Miki pueda resolver su situación habitacional, dejar atrás el hogar de cara a que cumplió la mayoría de edad. Los varones de la manada, luego de varias negativas del juez a excarcelar a varios de ellos, esperan ser elevados a juicio. Se encontraron rastros de semen y sangre dentro de Miki luego de que denunciara la violación. Todavía se esperan los cotejos de ADN.
Seguir adelante con su padrastro convertido en un prófugo, sin embargo, se convierte en algo más difícil.
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